Invertir de la mano de la IA: “Dudo que ChatGPT llegue a tener la genialidad de un gestor, un matemático o un artista”
El mundo de la inversión, que utiliza operativa algorítmica desde hace décadas, está incluyendo inteligencia artificial para desarrollar ciertas tareas. Los expertos son aún escépticos sobre su capacidad para tomar decisiones de forma autónoma
La inteligencia artificial (IA) es la temática de inversión de moda desde 2023, cuando irrumpió como un torbellino la aplicación ChatGPT. Desde entonces, el fabricante de tarjetas gráficas Nvidia ha triplicado su valor subido a esta ola que todas las compañías quieren surfear. También la industria de gestión de activos. Algunas gestoras de fondos ya utilizan la IA para mejorar su proceso inversor. La gran incógnita es si los algoritmos, cada vez más sofisticados, llegarán invertir mejor que los profesionales. La autom...
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La inteligencia artificial (IA) es la temática de inversión de moda desde 2023, cuando irrumpió como un torbellino la aplicación ChatGPT. Desde entonces, el fabricante de tarjetas gráficas Nvidia ha triplicado su valor subido a esta ola que todas las compañías quieren surfear. También la industria de gestión de activos. Algunas gestoras de fondos ya utilizan la IA para mejorar su proceso inversor. La gran incógnita es si los algoritmos, cada vez más sofisticados, llegarán invertir mejor que los profesionales. La automatización de operaciones de inversión no es nada nuevo en el mundo de las finanzas: lleva más de dos décadas en boga. Y, por otro lado, como ocurre en todos los sectores, en ocasiones se venden como nuevo algo que no lo es. Pero en todo caso, el sector financiero está ante un cambio sustancial aunque, como ocurre en general con la IA, la incógnita está en la velocidad y en la importancia del componente humano.
Un buen ejemplo de las tareas para las que se puede utilizar la IA lo ha puesto esta semana el grupo neerlandés ING. La entidad financiera ha reconocido que están aplicando sistemas automáticos para calibrar diferenciales y riesgos y, a partir de ahí, fijar precios objetivos en la intermediación de divisas. Normalmente, esta tarea era desarrollada por personas, y requería un uso intensivo de tiempo para valorar tendencias. Ahora, con un método de “ensayo y error” para entrenar a la IA esa tarea ya la realiza un ordenador. Y lo hace incluso mejor que los especialistas.
Otra cosa distinta es invertir. La firma Deepwater Asset Management anunciaba hace 10 días el lanzamiento de un nuevo fondo cotizado (ETF, por sus siglas en inglés) que va a aprender a gestionar basándose en las estrategias de grandes maestros como Warren Buffett, Stanley Druckenmiller o Paul Singer. El fondo ETF Intelligent Livermore invertirá en base a las sugerencias de motores de IA como ChatGPT, Gemini y Claude, a los que se adiestrará con las tácticas y reflexiones de famosos gestores. Otras entidades, como Schroders o Pictet, no son tan ambiciosas, pero ya han lanzado fondos que apoyan parte de su estrategia en la labor de criba o selección de valores que realiza un algoritmo. Openbank ha puesto a disposición de los clientes de su bróker una herramienta que da precios objetivos de acciones, basándose en la IA. Y en Abante Asesores reconocen que están contratando a menos asesores patrimoniales porque la tecnología les va a permitir se más eficientes.
Una de las inquietudes que cunde en el sector es si no se está abusando ya de la etiqueta IA para vender cualquier tipo de fondo. En Estados Unidos, el supervisor de los mercados ya ha sancionado a varias firmas por transmitir al público que se apoyaban en inteligencia artificial para invertir, cuando no era cierto. Óscar del Diego, gestor de fondos en Ibercaja y con más de 25 años de experiencia en los mercados financieros, reconoce que hay una parte de moda evidente. “Hace unos años todo tenía que ser inversión sostenible, previamente todas las empresas tenían que utilizar blockchain [tecnología de cadenas de bloques] y ahora parece que todo es IA. Me parece importante tener los pies en el suelo”.
Javier Herreros de Tejada observa fascinado la irrupción de la IA. El director de inversiones de la firma Birghtgate Capital trabajó en San Francisco entre 1994 y 2000, en plena eclosión de Internet. “Aquello fue sensacional, pero lo que vamos a vivir con la expansión de la inteligencia artificial va a ser aún mayor”. El directivo reconoce que están empezando a valorar qué herramientas de IA van a utilizar para gestionar sus inversiones. “Yo voy a cursar un máster para especializarme más, y creo que vamos a poder simplificar muchos procesos”.
Ahora bien, una cosa es que los algoritmos ayuden al gestor a cribar los activos en los que invertir, a fijar los precios objetivos de divisas o a redactar los informes mensuales, y otra que sea una máquina quien tome las decisiones y sea capaz de batir a los inversores profesionales o a los índices bursátiles. “En este caso, lo veo mucho más difícil, por la propia esencia de lo que significa invertir”, apunta Herreros.
Los algoritmos llevan décadas ayudando a los humanos a mover su dinero. El pionero en este estilo de gestión de activos fue un matemático, como no podía ser de otro modo. Jim Simons, tras haber trabajado desencriptando códigos soviéticos para el ejército de EE UU, reunió a un grupo de brillantes científicos a finales de los 70 para encontrar las brechas de los mercados bursátiles. Y a fe que lo consiguieron: su hedge fund Medaillon acumuló una rentabilidad media anual en 30 años del 66%. Lo nunca visto. Modelos matemáticos y ordenadores utilizados para detectar patrones, correlaciones e ineficiencias en todo tipo de activos financieros. Tecnología punta convertida en Santo Grial financiero.
La cuestión es que la forma de operar de Simons y sus chicos ha ido estrechándose. En parte, porque muchas gestoras les copiaron, lo que hizo que esos arbitrajes financieros se corrigieran más rápidamente. Y en parte, porque la negociación de valores se ha vuelto en los últimos 20 años ultrarrápida, y porque han surgido titanes de la inversión, como BlackRock, que gestiona 10 billones de dólares de activos y tiene una potencia de computación y un poder de mercado nunca antes visto.
La firma Boston Consulting Group ha dedicado su último monográfico para la industria de gestión de activos al papel que puede jugar la IA. “Los modelos de IA pueden ayudar a analizar y comparar las carteras de cada cliente o fondo, los niveles de volatilidad y optimizar nuevos umbrales de riesgo”, explica el informe. Pero una capacidad crítica de un gestor brillante es la capacidad de anticiparse y adaptar sus estrategias al comportamiento de otros. En una palabra, innovar.
Matemáticos y artistas
Que la inteligencia artificial va a facilitar la vida de los gestores no cabe ninguna duda. Ahora bien, ¿un algoritmo podría invertir mejor que un gestor estrella? Beltrán de la Lastra duda que eso llegue a pasar. El financiero es presidente y director de inversiones de Panza Capital y ha trabajado como inversor desde hace 28 años (JP Morgan, Bestinver....). “Al final, ChatGPT te ayuda a responder cuestiones, pero a la hora de invertir es más importante elegir bien las preguntas”, explica.
De la Lastra utiliza el símil de un matemático. “¿Un científico sería mejor matemático si tuviera una calculadora? No, simplemente podría resolver problemas de forma más rápida, pero lo importante es qué ecuación quiere resolver”, apunta. A su juicio, “dudo mucho que veamos a ChatGPT respondiendo adecuadamente a la pregunta de dónde puedo invertir para hacerme rico”.
Javier Herreros de Tejada (de Brightgate Capital) utiliza otra comparación. “Al final, en la labor de un gestor brillante hay una parte de creatividad, de osadía, de ver lo que otros no ven, de ir contra el rebaño, y eso es algo que no es tan fácil de replicar por parte de un algoritmo. Tú le puedes decir a una IA que te pinte un cuadro de estilo modernista, o cubista, pero lo que va a surgir es un nuevo genio como Pablo Picasso de un ordenador”.