La inteligencia artificial, entre la euforia desmedida y el fantasma de la burbuja

Nvidia ejemplifica el pánico de los inversores a quedarse fuera de la gran ola tecnológica. Otras firmas como Apple, Microsoft o Alphabet también han aprovechado el ímpetu por la IA

Jensen Huang, consejero delegado de Nvidia, durante la conferencia de Nvidia en el CES en Las Vegas, el 7 de enero de 2018.MANDEL NGAN

La apuesta por la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en el gran motor de los mercados en la primera mitad de este 2024. Grandes empresas tecnológicas e inversores no quieren quedarse descolgados en una carrera tecnológica que algunos comparan con la llegada de internet o la generalización de la máquina de vapor. Pero, de momento, el ganador de esta fiebre tiene nombre: Nvidia, la empresa especializada en fabricar los chips más demandados para entrenar sistemas de IA. La firma capitaneada por ...

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La apuesta por la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en el gran motor de los mercados en la primera mitad de este 2024. Grandes empresas tecnológicas e inversores no quieren quedarse descolgados en una carrera tecnológica que algunos comparan con la llegada de internet o la generalización de la máquina de vapor. Pero, de momento, el ganador de esta fiebre tiene nombre: Nvidia, la empresa especializada en fabricar los chips más demandados para entrenar sistemas de IA. La firma capitaneada por Jesen Huang y fundada hace 33 años ha roto no pocos récords: es la líder del S&P 500 en los últimos 12 meses al triplicar su valor en este periodo, y ha llegado a convertirse en la empresa más valiosa del mundo, por encima de Microsoft o Apple, al superar los tres billones de euros. Desde que a finales de noviembre de 2022 se lanzó el primer modelo de ChatGPT, pistoletazo de salida de la actual fiebre por la IA, Nvidia se ha disparado un 700%.

Pero no es solo Nvidia. Las grandes tecnológicas están acelerando al máximo el entrenamiento de sus propios modelos de IA, y todas ellas están recibiendo la bendición de la Bolsa por ello. Microsoft ha subido un 38% en los últimos 12 meses, mientras que Alphabet (la empresa matriz de Google) ha escalado un 57%. El fenómeno, de todas formas, no ha sido exclusivo de una parte del Atlántico. Las Bolsas europeas también pueden presumir de tener su propia Nvidia: el gigante holandés ASML (fabricante de la maquinaria en la que se imprimen los microchips) se ha coronado como la empresa más importante del mercado del viejo continente tras superar a la francesa LVMH. Y en Asia, la taiwanesa TSMC aspira a ser parte del club de las empresas valoradas en un billón de dólares, tras subir en Bolsa un 170% en lo que va de 2024 y rozar una capitalización de 950.000 millones de dólares.

La estela que han seguido los inversores ha sido la de apostar por una tecnología que, sin ser nueva, ha destacado entre el gran público creando lenguaje e imágenes, y cuyo desarrollo promete revolucionar todo lo que toca: desde el sector farmacéutico —agilizando la creación de medicinas— pasando por el publicitario —gracias a la hiperpersonalización—, o el tecnológico —programación informática— hasta el petrolífero. Sin embargo, a medida que las grandes tecnológicas baten semana tras semana récords de capitalización al calor de esta tecnología, el mercado tiene también algunas dudas: ¿llegará a cristalizarse esta tecnología en beneficios empresariales, o es el gran rally de la IA una nueva versión de la burbuja de las puntocom en los años 2000? Durante ese tiempo, la aparición de internet y la proliferación de sitios web parecían destinados a revolucionarlo todo. Y aunque sucedió así, los plazos de la economía no son los de los mercados, por lo que antes de la gran transformación, los valores tecnológicos se hundieron en Bolsa y miles de proyectos, incluidos algunos de gran peso, se volatilizaron. Un ejemplo muy recordado es el de Cisco, fabricante de equipos para desplegar y conectar internet y muy favorecida (como Nvidia) de las inversiones masivas de terceros, un símil de lo que ahora sucede con Nvidia. Cisco pasó de valer cinco dólares en 1997 a 77 en 2000 y apenas 13 en 2002. Ahora está en 46.

El analista de New Street Research Pierre Ferragu rebajó el viernes la calificación del fabricante de chips, argumentando que sus acciones ya han tocado techo. “Un aumento adicional solo se materializará en un escenario alcista, en el que las perspectivas más allá del 2025 aumenten materialmente, y aún no tenemos la convicción de que ese escenario se desarrolle”, explica a Bloomberg. Hoy por hoy, no obstante, parece prevalecer el optimismo. Casi el 90% de los analistas seguidos por Bloomberg recomiendan la compra de acciones. “Los resultados tardarán, pero llegarán”, explica convencido Flavio Muñoz, responsable de inversión en tecnología de Andromeda Capital. Aunque cree que es poco probable que 2024 sea el año en el que esta tecnología termine desplegando todo su potencial y brindado los tan esperados retornos.

De momento, las empresas apuran sus pedidos en chips especializados para no perder el tren de la transformación, y su principal proveedora es Nvidia. La firma con sede en Santa Clara (California) nació y se consolidó como líder en fabricación de tarjetas gráficas (GPU) para videojuegos. Con los años estos chips, gracias su arquitectura preparada para realizar múltiples operaciones en paralelo -a diferencia de los procesadores normales, conocidos como CPU- resultaron ser los más eficaces para el tipo de trabajo que requiere el entrenamiento de las redes neuronales, núcleo de la inteligencia artificial. La empresa había dado, sin pretenderlo, con la gallina de los huevos de oro. Desde entonces, Nvidia ha perfeccionado sus productos pensando ya en la IA y los pedidos se han disparado de forma meteórica. En el primer trimestre del año la firma disparó su facturación un 262%, tras ingresar 26.044 millones de dólares. Y los beneficios pasaron de 2.043 a 14.881 millones de dólares, un incremento del 628%.

Los compradores que alimentan esta febril demanda son los miembros del club de los siete magníficos. Microsoft, Apple o Amazon, que necesitan de la potencia y la capacidad de procesamiento de las GPU de Nvidia para desarrollar y ejecutar sus modelos de IA sobre ingentes cantidades de datos. Esta explosiva demanda es la base del estrellato bursátil de Nvidia. Sin embargo, las big tech no han sido las únicas en aprovechar el tren. La también diseñadora de tarjetas gráficas AMD creció un 18% en lo que va de año, y Qualcomm, que fabrica chips para móviles, un 45%. La taiwanesa TSMC, que lidera la fabricación de semiconductores, ha conseguido igualmente anotarse un alza del 70% en Bolsa y en Europa, ASML se dispara un 50% en lo que va de año.

Danny Fish, gestor de la cartera de tecnología para Janus Henderson, asegura que la existencia de los gigantes de internet es vital para que esta tecnología siga desarrollándose. “Son las únicas empresas que tienen la capacidad financiera y la infraestructura para desplegar el potencial de la inteligencia artificial”. Los analistas de UBS encasillan a Nvidia y sus competidoras en lo que denominan fase de facilitación de la IA, que abarca desde los diseñadores de semiconductores hasta el diseño de chips. “Se recomienda invertir en las empresas de esta fase”, comparte el equipo de inversores de la banca suiza y argumenta que “si bien se corre el riesgo de que los temores por el exceso de capacidad puedan provocar volatilidad, el segmento ofrece actualmente el mejor margen de reinversión y valoraciones razonables”.

Las otras dos fases en la cadena de valor de la IA, según estos mismos expertos serían la de inteligencia y la de aplicación. Esas fases dos y tres las componen las empresas que desarrollan modelos de inteligencia artificial como Open AI (la segunda fase) y las que desarrollan IA para casos concretos como ciberseguridad o tecnología financiera (la tercera). Hoy por hoy desde UBS creen que es más seguro apostar por la primera parte de la cadena, la de facilitación, debido a que ofrecen un “fuerte posicionamiento competitivo, mejor margen de reinversión y valoraciones razonables”.

Muñoz, de Andromeda Capital, indica, sin embargo, que hay que mirar a otros valores que también participan en este ecosistema y que tienen un gran potencial de crecimiento. Entre ellas, las fabricantes de memorias para el funcionamiento de centros de datos como son la surcoreana SK Hynix o la estadounidense Micron Technology; las proveedoras de infraestructuras de red como Broadcom y Cisco, así como las firmas de software y proveedoras de sistemas de ciberseguridad como Confluent o Snowflake.

Belén Trincado Aznar

Tormenta a la vista

Hay otros gestores, como David Azcona, economista jefe de Beka Finance, que advierten de que aún se pueden levantar muros que ralenticen el crecimiento de todo el sector. La falta de concreción en las inversiones prometidas durante la primera parte del año y la aparición de competidores son los principales riesgos, apunta. Matthew Bullock, jefe de estrategia de Janus Henderson, añade además que la IA en su forma más auténtica es un mercado bastante reducido y que hay muy pocas empresas que generen la gran mayoría de sus ingresos a partir de la inteligencia artificial.

De hecho, solo los siete magníficos han sido los responsables del 60% del rendimiento total del S&P 500 de este año. En promedio, las acciones del S&P 500 han subido un 4,1% este año, mientras que el índice general ha escalado un 14,5%. Este desequilibrio es, según The Wall Street Journal, el más abultado desde al menos 1900. Muñoz explica que muchos inversores se mantienen a la espera del siguiente movimiento de la Reserva Federal en Estados Unidos, que hasta el año pasado se mostraba capaz de realizar hasta tres recortes de tipos, “aunque ahora parece que no va a realizar uno solo”.

Azcona cree que en la segunda mitad del año el crecimiento va a ser moderado. La incertidumbre política que tiñe a Estados Unidos ante la celebración de elecciones generales y un escenario de tipos difusos, sumado a una posible caída del consumo y aumento del desempleo, le invitan a pensar que el rally que se vivió en la primera parte del año será difícilmente replicable en el actual periodo.

La fórmula de los fondos para acceder a esta temática de inversión

Calibrar el impacto que va a tener la inteligencia artificial sobre la actividad económica es muy difícil. En los últimos meses se han publicado cientos de informes sobre cómo va a afectar al sector asegurador, a la industria de la automoción, a los despachos de abogados, ¡incluso a la forma de adoptar la política monetaria por los bancos centrales!

Quienes buscan invertir en esta tendencia pueden acudir a lo obvio: Nvidia, Microsoft, ASML... El problema es que todas ellas cotizan ya a múltiplos altísimos. Xavier Brun, director de inversión en Bolsa de la gestora Trea AM, explica que “puede ser más interesante comprar acciones de compañías ultra especializadas, como la francesa Soitec, que fabrica chips con la técnica de silicio sobre aislante, que permite optimizar la energía y ser más eficiente al material semiconductor, y que cotiza a precios más razonables”. Ahora bien, el pequeño inversor tiene difícil identificar a estas segundas derivadas de la inteligencia artificial, por lo que una solución puede ser optar por fondos de inversión especializados en esta temática. Uno de los productos más veteranos es el DWS Artificial Intelligence -de la gestora de fondos de Deutsche Bank-. Este producto ha generado en los últimos 12 meses una rentabilidad del 34%, con sus apuestas por los sospechosos habituales -Nvidia, Alphabet, Amazon, Microsoft, Meta, ASML- junto con alguna apuesta específica como Applied Materials (un proveedor de la industria de semiconductores) o Arista Networks (especializada en redes de computación de alta frecuencia). Una de las ventajas de este producto es que se ha sabido amoldar a las últimas olas tecnológicas, consiguiendo un retorno medio anual superior al 15% durante la última década.

El fondo Allianz Global Artificial Intelligence combina las apuestas por los siete magníficos con algunas sorpresas, como la farmacéutica AstraZeneca o First Solar una empresa dedicada a la producción de módulos fotovoltaicos. La tesis en estos casos es que la inteligencia artificial va a acelerar y eficientar los procesos de producción. Este producto lleva un rendimiento medio anual del 15,1% en los últimos cinco años.

Otras gestoras que han lanzado fondos especializados son las firmas Natixis, Oddo y Polar Capital, aunque son muchas más las que están preparando para lanzar o reconvertir nuevos productos para atrapar esta tendencia. 

En el ámbito de los fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés), que siguen la evolución de un índice con costes muy bajos, casi todas las grandes casas tienen sus vehículos especializados. BlackRock cuenta con el Xtrackers Artificial Intelligence & Big Dat; con un retorno del 43% en el último año. Amundi replica al  MSCI Robotics & AI, que suma un rendimiento acumulado del 88% en cinco años. También Global X o WisdomTree tienen sus ETF de bajo coste (menos 0,5% al año) con esta temática.


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