Lealtad, 1

Evergrande, la japonización y el día de la marmota inmobiliario

La crisis de la promotora sigue los pasos clásicos, en versión extragrande, de un empacho de ladrillo, con los correspondientes riesgos de contagio

Edificios en construcción de Evergrande, en la isla artificial Ocean Power, en Danzhou, Hainan (China).ALY SONG (REUTERS)

La de Evergrande es una de esas caídas a trompicones, que parecen menos dolorosas por producirse a cámara lenta. El volumen es, como casi todo en China, mareante: el pasivo de Evergrande es de 2,39 billones de yuanes, unos 311.000 millones de euros al cambio actual. El PIB del país, a precios corrientes, es de 125 billones: la quiebra equivale a algo menos del 2% de la economía. Trasladadas estas cifras a España (cuyo PIB 2023 es de 1,64 billones), el colapso de Evergrande rondaría los 30.000 millones de euros. Equivale, en relación con el conjunto de la economía, a cinco Abengoas, a razón de ...

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La de Evergrande es una de esas caídas a trompicones, que parecen menos dolorosas por producirse a cámara lenta. El volumen es, como casi todo en China, mareante: el pasivo de Evergrande es de 2,39 billones de yuanes, unos 311.000 millones de euros al cambio actual. El PIB del país, a precios corrientes, es de 125 billones: la quiebra equivale a algo menos del 2% de la economía. Trasladadas estas cifras a España (cuyo PIB 2023 es de 1,64 billones), el colapso de Evergrande rondaría los 30.000 millones de euros. Equivale, en relación con el conjunto de la economía, a cinco Abengoas, a razón de 6.000 millones la pieza. Difícil de subestimar.

El caso tiene la dimensión para provocar un terremoto financiero, pero normalmente este tipo de catástrofes financieras son más síntoma que causa. Si nos tenemos que preocupar por Evergrande (y de hecho nos llevamos preocupando desde los aciagos tiempos de la pandemia) no es por los efectos que provoque, sino por lo que refleja. La asombrosa potencia económica de China, su poder militar y su influencia política opacan prácticamente cualquier otra consideración, pero las fases por las que pasa el gigante no son terreno inexplorado.

Que a una fase de fuerte crecimiento económico siga una subida de precios de los activos y que ésta se refuerce, y vaya más allá de lo razonable, con cargo a endeudamiento ha ocurrido, en mayor o menor grado, en casi todas las economías desarrolladas. España tiene un lugar de honor en la historia de las burbujas aunque, por cuestiones de estructura económica y demográfica los expertos apuntan, más bien, a la japonización de China.

El mercado no conserva muchas esperanzas de limitar el agujero de Evergrande. Los bonos cotizan a un 1,5% del nominal, y la empresa tiene una capitalización bursátil de apenas 200 millones de euros, frente a los más de 40.000 en 2017. El problema con Evergrande no es solamente la dimensión de la quiebra; la mayor parte de las viviendas que ha construido están vendidas, pero no terminadas, para en torno 1,5 millones de clientes. Así, la empresa apenas tiene activos con los que poder cubrir el agujero patrimonial, ni tampoco dinero para terminar estas casas (ni, obviamente, acceso al crédito).

Está por ver, de todos modos, que la justicia de la China continental, donde la empresa tiene la mayor parte de su negocio y sus filiales, siga los pasos dictados por la juez de Hong Kong. Y, en todo caso, los analistas prevén dos escenarios: que los acreedores locales cobren más que los extranjeros (un 8,3% frente a un 2,8% del pasivo, según la media para el sector que calcula S&P) y que el Gobierno priorice la finalización de las obras de las casas ya vendidas. “Es improbable que la construcción de viviendas prevendidas se vea afectada inmediatamente aunque el tribunal continental reconozca la orden de liquidación, ya que garantizar la entrega de las unidades inacabadas sigue siendo una prioridad política clave para el Gobierno”, afirma Fitch. Las autoridades, de hecho, están intentando que los bancos abran el grifo al sector de la promoción inmobiliaria para limitar los daños en el sector. Pero aun así, las ventas de casas están cayendo a un ritmo del 35% anual, con datos de enero, que reflejaron además un desplome del 48% sobre el mes anterior.

El impacto de la crisis inmobiliaria, calcula Goldman Sachs, se llevará 1,4 puntos de crecimiento del PIB este año. Las actividades de construcción e inmobiliarias han supuesto en torno al 20% de la economía, y algunos expertos calculan que el empacho de ladrillo complicará que el país crezca más del 4% al año. Los mercados también tienen los activos chinos en cuarentena: la prima de riesgo entre el mercado de high yield chino y el mundial está en el máximo de más de una década: 720 puntos básicos, dato que triplica la media histórica de 250 puntos según indican en la gestora La Française AM. Otras firmas del sector como Country Garden (la mayor promotora del país hasta 2022) también han incurrido en impago de su deuda en moneda extranjera. Esta firma tiene menos deuda que Evergrande pero más vivienda sin vender.

Según datos de la consultora Gavekal Dragonomics citados por Financial Times, el volumen de las viviendas sin terminar asciende a un billón de dólares y las deudas de promotoras con proveedores, a un poco menos de medio. Goldman señala que, en algunos aspectos, la situación de China es peor que la de Japón hace 30 años. No solo el crecimiento demográfico es aún menor; el 20% de las viviendas urbanas están vacías (crente a un 9% en Japón en 1990), y el peso de la inversión residencial en China duplica al del Japón en aquella época.

La clave está en el sector financiero, que de momento está pudiendo capear la tormenta. “El desplome inmobiliario de China no se está viendo acentuado por un colapso bursátil, como ocurrió en Japón a principios de 1990, cuando la caída de los precios de las acciones dañó gravemente su sistema bancario”, explicaba Goldman en un informe fechado en octubre.

La clave, pues, está en el sector financiero donde China tiene, también, algún flanco débil. El Gobierno lleva años intentando contener el impacto de la banca en la sombra, un entramado de entidades similares a bancos que captaban ahorro para invertir; algunas de ellas han entrado en impago. Igualmente, la Bolsa anda en horas bajas: el índice CSI 300 cayó el 20% el año pasado y otro 6% en enero. Y, como sucede siempre en el mercado, los números en rojo afloran riesgos larvados. Uno de ellos son los derivados llamados “bolas de nieve”, una suerte de depósitos estructurados vendidos al público que pagan un interés condicionado al precio de determinados activos; si bajan de determinado nivel, las pérdidas se trasladan a los minoritarios.

Las autoridades parecen decididas a evitar un colapso: Beijing ha limitado las posiciones bajistas y baraja paquetes de ayuda directa para contener la sangría del mercado, además de intentar restringir las inversiones en activos de fuera del país por parte de los particulares que huyen de la Bolsa local.

El capitalismo se ha desarrollado en China a una velocidad con pocos precedentes; es lógico que el mercado compare la China de la postguerra fría con el Japón de la postguerra. Los efectos secundarios de ese desarrollo están ya sobre la mesa. La duda es en qué medida la mano de hierro de las autoridades podrá mitigar, o no, el impacto final.

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