Ángel Judel, el abogado de los neuroderechos: “Hay empresas que ya estudian cómo copiar cerebros”
El jurista forma parte de un grupo internacional de investigadores que indaga en las fronteras legales de la decodificación cerebral. Advierte de la urgencia de controlar una tecnología sin límites: “Preocupa su uso militar o el jaqueo de las mentes”

Ángel Judel Pereira (A Coruña, 1984) se conecta puntual a la videollamada. Lo hace en una oficina de los Estados Unidos, en Nueva Orleans, donde trabaja en su tesis sobre los neuroderechos. Allí son las 09.00 horas; en España, las 17.00. Este experto en privacidad, del bufete CCS Abogados, es uno de los investigadores del Instituto de Neurotecnología y Derecho, cuya sede principal está en Londres. Con otros colegas juristas, científicos y filósofos, estudia los desafíos legales que plantea la neurotecnología, las máquinas que pueden de cierta manera hackear mentes. Diseñadas para estudiar, comprender y manipular —y este es el punto sensible— el sistema nervioso humano, Judel se familiarizó con estos artilugios cuando le tocó cuidar de una persona con esclerosis lateral amiotrófica. Estos dispositivos ayudan a curar enfermedades, pero también abren la puerta a fines espurios, como la interferencia mental, la monitorización de los datos cerebrales, la manipulación de los pensamientos o la creación de una élite de supercerebros.
El 26 de septiembre, Judel reunirá en A Coruña a empresarios, reguladores, abogados y científicos para advertir de las amenazas que plantea la decodificación mental. Adelanta el tema en conversación con CincoDías.
Pregunta. ¿Cómo surge tu pasión por los neuroderechos?
Respuesta. Descubrí que existían investigaciones para curar enfermedades como el ELA o el párkinson con neurotecnología. Decidí contactar con estos científicos. Y todos compartían la misma preocupación: estaban desarrollando una tecnología con potencial para curar, pero se preguntaban qué ocurriría cuando estos desarrollos pasasen al ámbito privado y comercial. Son aparatos que descodifican cómo se crea un pensamiento, cómo se genera una emoción, la técnica del habla… Son los propios científicos los que alertan de sus dudas legales y éticas.
P. ¿Qué son los neuroderechos?
R. Yo los definiría como derechos humanos de nueva generación, probablemente la cuarta generación de derechos humanos. Su objetivo es proteger el cerebro humano de intervenciones no autorizadas por dispositivos que pueden acceder a la actividad mental. Teléfonos, auriculares, gafas… La previsión es que, en 10 años, todos los dispositivos de uso diario integren técnicas de lectura cerebral.
P. ¿Cuál es el mejor y el peor de los escenarios?
R. Me gusta centrarme en lo positivo. Por primera vez en la historia de la humanidad podemos conocer cómo funciona el cerebro. Esto acerca la cura de enfermedades que son incurables, como el alzhéimer o las depresiones crónicas. Estas herramientas también pueden mejorar la concentración y las capacidades cognitivas de las personas. Pero nos inquietan los usos malintencionados o no autorizados, porque pueden generar situaciones hasta ahora nunca vistas. Nos preocupa la integridad mental, es decir, que el uso de la neurotecnología altere quién eres. También alarma su uso militar o el jaqueo de las mentes, pues estos dispositivos pueden controlarse con bluetooth y están conectados a la red, es decir, terceras personas pueden acceder. Inquieta que una persona acceda a los datos cerebrales de otra, los hackee y le pida dinero por ellos. En Estados Unidos ya hay tres estados que han regulado los neurodatos, Colorado, Montana y California, prohibiendo su comercialización. Hay que pensar que estas tecnologías permitirán una conexión directa del cerebro humano con la red. Hablamos de seres humanos híbridos, conectados a sistemas de información.
P. ¿Sería posible generar imágenes o alucinaciones en un tercero?
R. Un estudio de la Universidad de Murcia habla de la posibilidad de jaquear datos cerebrales relacionados con la visión para, por ejemplo, provocar ceguera. También existen dispositivos que pueden recoger actividad mental, decodificarla e interpretarla, de forma que si pienso “quiero fruta” en la pantalla aparece “quiero fruta”. Pero, ¿y si jaqueo el sistema y lo que aparece en la pantalla no es lo que realmente pienso? Hay empresas que desarrollan la posibilidad de hacer copias digitales de cerebros y externalizar recuerdos en dispositivos. En las jornadas, un ponente explicará qué son los organoides cerebrales, cerebros artificiales creados en laboratorios a partir de células madre. Estos minicerebros son útiles para probar tratamientos en el laboratorio. Pero en China están intentando trasplantar organoides cerebrales en animales y eso desborda fronteras que nunca se habían traspasado. Ese es el problema.
P. ¿A las empresas les interesan recopilar mis datos cerebrales?
R. Las empresas tecnológicas quieren saber cómo funciona el cerebro humano. Es decir, cómo se produce un sentimiento, un recuerdo o una sensación. Pero no existe ninguna regulación sobre datos cerebrales. Cualquiera puede comprar por internet una diadema de lectura cerebral, firmas un consentimiento y cedes tus datos cerebrales. ¿A dónde van? No lo sabes.
P. ¿Habrá ciudadanos de primera y de segunda?
R. El miedo es que este acceso a la tecnología quede determinado por la capacidad económica o relegado a países occidentales. El mayor número de patentes está en China, y la mayoría de las empresas, en Estados Unidos. El problema que se plantea es que su uso sea controlado solo desde la perspectiva de estos dos países.
P. ¿Qué pasos regulatorios se han dado en el mundo?
R. La Unión Europea cuenta con la regulación de protección de datos probablemente más garantista y desarrollada del mundo, pero no tiene nada específico sobre neurotecnología. Los neurodatos no se adecuan a la idea de dato personal. Países como Brasil, Chile o Argentina sí han avanzado en esta materia, pero existe el peligro de que cada país avance en su propia normativa y haya regiones más laxas que atraigan a las empresas neurotecnológicas. En nuestro equipo de trabajo luchamos por una regulación unificada y clara. Sería un win-win, porque los desarrolladores trabajarían sin miedo.
P. ¿Podría aplicarse al mundo judicial?
R. En EE UU ya se han dado dos peritajes fundados en neurotecnología para conocer cómo una patología afecta a los procesos cognitivos de una persona, con la idea de estudiar su imputabilidad. También es interesante para detectar mentiras. La Interpol ha contactado con nosotros para saber cómo aplicar estos avances a las investigaciones criminales y cómo los criminales pueden utilizar la neurotecnología.
