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En colaboración conLa Ley
Tribuna
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Nuevo memorando sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba: ¿por quién doblan las campanas?

Ese bloqueo, ilegal e injusto, causa daños no solo a los cubanos, también a los estadounidenses, aunque ese pueblo indiscutiblemente es el más afectado

El Memorándum de referencia, recién promulgado por el presidente de EE UU, Donald Trump, bajo el pretexto de beneficiar al pueblo cubano, contrariamente a la intención indicada a quién perjudica es al pueblo cubano. Esto puede parecer una paradoja, pero quienes conocen el origen y los objetivos de la Ley Helms Burton, mal llamada “Ley Libertad”, saben que, precisamente, ese es el objetivo, reconocido expresamente por los redactores del proyecto de dicho engendro legislativo: “generar molestias, daño y sufrimiento al pueblo cubano, como vía para derrocar al gobierno”.

¿A quién daña la restricción en las transacciones financieras? ¿Al Grupo de Administración de Empresas (GAE), que, aunque adscrito a las Fuerzas Armadas desarrolla operaciones comerciales en beneficio de la economía nacional, y el destinatario de los productos de esas transacciones (una buena parte alimentos) es la población?

Lo mismo sucede con las restricciones para viajar a Cuba desde EE.UU. o viceversa, que no solo limita el turismo, sino también el derecho del encuentro entre familiares y amigos.

¿Qué decir de la oposición a los esfuerzos de la ONU para poner fin al mal llamado embargo? (porque se trata de un bloqueo, criminal e ilegal calificado así por la propia ONU y la OEA). Mientras EE UU se opone al reclamo y exigencia para ponerle fin a la violación de la Carta de la ONU y el derecho internacional,

No es necesario agotar una a una estas medidas, para dejar al descubierto su ilegalidad al amparo del derecho internacional, basta indicar una manifestación sin pudor alguno: “no habrá levantamiento del embargo hasta que no se cumpla lo establecido en la sección 205 de la Ley Helms Burton”, que establece los requisitos para considerar la existencia de un gobierno de transición en Cuba, cuyo Presidente debe ser de la conformidad del Presidente de EE.UU.

El bloqueo, como guerra económica, es un conjunto de medidas ilegales, dado que su enunciado normativo, exceden del ámbito de la facultad legislativa de un Estado, al pretender dictar normas extraterritoriales que se apliquen a todos y en cualquier lugar. Ese bloqueo, ilegal e injusto, causa daños a todos y no solo a los cubanos, aunque ese pueblo indiscutiblemente es el más afectado.

Ello nos lleva a evocar al gran escritor estadounidense Ernest Hemingway, y su novela “Por quién doblan las campanas”, publicada en 1940. En su conocida obra literaria, insinuante y genial, sintetiza el horror de aquella contienda, expone las implicaciones que tenía para la humanidad y deja constancia histórica de la tragedia, desde el título mismo, acudiendo a una cita del genio poético del inglés John Donne (1572-1631): “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra...La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por ello nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”.

El bloqueo es una guerra económica para derrocar el Gobierno cubano; es también, por su saña despiadada, un castigo, una vendetta por haber hecho una revolución en las propias narices de la gran potencia mundial. La versión agravada actual, llamémosla “la rosca que aprieta”, es un castigo adicional fruto de una especie de “perreta” por los más de 60 años de política fracasada contra Cuba.

Pero la rosca que aprieta sea vendetta o “perreta” no distingue, y aprieta sí, a todo el que caiga o se encuentre en su campo opresor. Por ello, vale la pena preguntarse: ¿A quién daña la rosca que aprieta? En todas las vueltas a la rosca hay daño, molestia, perjuicio al pueblo cubano, no son golpes dirigidos contra un solo objetivo determinado, son como bombas económicas expansivas que alcanzan a todo el que está a su alrededor.

Daña el entendimiento entre los cubanos de aquí y de allá, separados, muchos de ellos sin voluntad propia, por una estrecha franja de mar, cuando la mayoría somos hermanos, hijos, padres, primos, tíos, amigos o vecinos.

Daña también a los estadounidenses, vulnera sus derechos vinculados al turismo, el comercio o la inversión. Daña al empresario extranjero, sin distinción de nacionalidad, vulnera sus derechos, transgrede el Derecho internacional y con ello hace trizas la soberanía de los Estados cuyos nacionales se ven afectados por una norma extraterritorial que no debía alcanzarles.

No hay rosca que apriete que ahogue la dignidad de un pueblo y su espíritu de independencia. Aunque doblen las campanas sí, por ti, por mí, por todos.

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