¿Perdiste más de un 10% y nadie te avisó?
La experiencia práctica revela que muchos clientes no reciben comunicación alguna hasta el informe trimestral, lo que plantea serias dudas sobre el cumplimiento normativo

El pánico bursátil que estamos viviendo estos días es muy doloroso; muchos inversores han visto evaporarse partes significativas de sus ahorros. En un contexto de caídas bursátiles generalizadas y creciente incertidumbre política internacional, muchos inversores están redescubriendo una verdad incómoda: delegar la gestión no significa desentenderse de los riesgos.
En los últimos años hemos asistido a un auténtico auge de la inversión indexada, impulsada por la facilidad de acceso a plataformas digitales, comisiones más bajas y una creciente conciencia sobre los beneficios de diversificación. En principio, esto es una buena noticia. Sin embargo, conviene advertir una evidencia: la indexación no elimina riesgos, sólo los reparte. Pero si no se ha evaluado correctamente el horizonte temporal, la tolerancia al riesgo o el rebalanceo de la cartera, el inversor puede acabar igualmente mal posicionado. Muchos confunden el “me indexo y me olvido” con una estrategia, cuando en realidad es solo una táctica incompleta si no se analiza el perfil y el horizonte temporal.
Además, en momentos de pánico o corrección como el actual, incluso las carteras indexadas sufren. Y si el inversor no entiende qué tiene ni por qué lo tiene, el resultado puede ser el mismo que con una mala gestión activa: vender en el peor momento.
El Reglamento Delegado (UE) 2017/565 establece una obligación clara para las entidades que gestionan carteras de forma discrecional: cuando una cartera sufre una pérdida superior al 10% respecto a su valor inicial (o desde el último informe enviado), el cliente debe ser informado de forma inmediata.
Sin embargo, ¿cuántos inversores reciben realmente esta notificación? y ¿cuántos son conscientes de que tienen este derecho? La experiencia práctica revela que muchos clientes no reciben comunicación alguna hasta el informe trimestral, lo que plantea serias dudas sobre el cumplimiento normativo.
¿Qué podemos hacer si nadie nos avisó? Obviamente podemos presentar una queja ante la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) o incluso presentar una acción de responsabilidad si se acredita perjuicio. Y desde luego, especial atención a si el perfil del cliente estuvo mal definido o se colocaron productos sin la debida transparencia.
Por eso conviene supervisar… y exigir. Porque uno de los errores más comunes entre inversores minoristas es pensar que la gestión discrecional equivale a una protección total. Nada más lejos de la realidad. Si bien es cierto que confiar en un gestor profesional puede ofrecer disciplina y racionalidad, también implica que el inversor debe estar especialmente atento a la idoneidad del perfil asignado, la transparencia en las comisiones y las decisiones de inversión tomadas en momentos de alta volatilidad. Y -por supuesto- a que los derechos informativos se cumplan.
La vuelta del expresidente Trump al escenario político global ha reactivado la volatilidad en los mercados. La posibilidad de políticas proteccionistas, el efecto sobre los tipos de interés y la tensión en relaciones internacionales están generando un entorno que exige al inversor madurez, perspectiva… y derechos.
Aquí es donde cobra especial relevancia la educación financiera. Invertir de forma indexada, diversificada y con visión de largo plazo —por ejemplo, mediante gestión pasiva o roboadvisors regulados— puede ayudar a amortiguar el ruido emocional y evitar reacciones impulsivas que consolidan pérdidas. Pero no es suficiente.
Hay que supervisar. Y ahora que los mercados están en rojo especialmente. Porque cuando todo sube nadie cuestiona nada: ni el perfil de riesgo ni la diversificación ni la transparencia. La euforia tapa muchas carencias: asesoramientos deficientes, perfiles mal encajados, falta de transparencia, y carteras que en realidad no son tan personalizadas como se prometía.
Es en las caídas cuando el sistema se pone a prueba. Cuando el cliente empieza a preguntarse por qué nadie le ha llamado, si sus fondos han perdido un 15% en dos semanas. Cuando descubre que, pese a tener un contrato de gestión discrecional, nadie le notificó la caída del 10% que el reglamento exige informar.
Este es un momento clave para exigir más transparencia, más educación financiera y más responsabilidad por parte de quienes intermedian entre el inversor y el mercado. Porque indexarse está bien, pero no basta. Porque delegar está bien, pero no exonera. Y porque invertir no debería seguir siendo, en pleno 2025, un acto de fe.
La caída puede ser una oportunidad. Pero solo si, esta vez, aprendemos.