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En colaboración conLa Ley
Salud mental
Tribuna
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La salud mental en la abogacía: un desafío urgente y colectivo

El cambio vendrá cuando todos asumamos la responsabilidad de cuidar de quienes ejercen esta profesión

Stressed business woman working from home on laptop looking worried, tired and overwhelmed.
nensuria (Getty Images)

La abogacía, como muchas otras profesiones, se enfrenta día a día a un desafío, hasta ahora silencioso, pero devastador: los riesgos que acechan la salud mental de sus profesionales. A pesar de la enorme dedicación y esfuerzo que conlleva ejercer esta profesión, aún sigue existiendo una reticencia preocupante a hablar sobre cómo afecta esta presión a nuestro bienestar emocional y psicológico. El estrés crónico, la fatiga y la incapacidad para desconectar son realidades que la mayoría de los profesionales de la abogacía conoce bien, pero de las que pocas veces se habla abiertamente.

En un estudio reciente y pionero, elaborado por el Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM), hemos visto con claridad el alcance del problema: un 66% de los abogados afirma haber sufrido ansiedad en el último año, y casi la mitad admite haber experimentado fatiga extrema, alteraciones emocionales e incluso pensamientos negativos. Estas cifras no son solo números, sino una llamada de atención tanto dentro como fuera del ámbito legal. Los entornos laborales competitivos, los plazos, las largas jornadas y la hiperconectividad constante crean un caldo de cultivo peligroso para el desgaste mental y físico.

Es crucial que, como sociedad, dejemos de ver la salud mental como un tabú y la tratemos con la misma seriedad que la salud física. Que un profesional reconozca tener problemas de salud mental no es un signo de debilidad, sino una oportunidad para generar un cambio. La abogacía es una profesión exigente, pero nadie debería poner en riesgo su bienestar por cumplir con determinadas expectativas, o por miedo a que hablar sobre su situación afecte a su carrera.

A nivel institucional, debemos trabajar para visibilizar este problema. Es un desafío sistémico que requiere soluciones a nivel estructural. La prevención es fundamental: promover políticas que favorezcan la conciliación de la vida personal y profesional, establecer límites claros al uso de la tecnología fuera de la jornada laboral y, sobre todo, fomentar un entorno de trabajo que valore el bienestar integral de las personas. La salud mental debe estar en el centro de las políticas de los despachos y organizaciones jurídicas, no como una opción, sino como una prioridad.

Desde el ICAM, estamos dando pasos importantes para enfrentar este reto. Desde nuestro Programa de Bienestar Integral, que ahora comienza su segunda edición, a la línea de atención psicológica gratuita que está disponible para todos los colegiados y sus familias, o un novedoso kit ICAM de salud mental con herramientas prácticas, como un plan de desconexión digital y un manual de primeros auxilios psicológicos. Pero esto es solo una parte de la solución. El verdadero cambio vendrá cuando todos, desde las instituciones hasta los despachos más pequeños, asumamos la responsabilidad de cuidar de quienes ejercen esta profesión.

Hacer visible esta realidad es solo el primer paso. De hecho, estamos orgullosos porque se nos han acercado colegios de otras ciudades, españolas y extranjeras, interesándose por nuestro programa, lo que evidencia su necesaria implementación.

Lo que debe seguir es un compromiso colectivo para transformar la cultura laboral en una donde el bienestar no sea visto como un lujo, sino como una necesidad. Las soluciones no son inmediatas, pero si trabajamos juntos para reducir la presión, fomentar el diálogo y ofrecer apoyo, podremos construir una profesión más saludable, equilibrada y humana.

Es hora de poner la salud mental en el centro del debate, no solo en la abogacía, sino en todas las profesiones que enfrentan esta misma realidad. Porque cuidar de nuestra mente es cuidar de nuestro futuro.


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