¿Merece la pena sumarse a la ola ESG desde el sector legal?
Los despachos deberán aprender a delimitar sus propias fronteras de forma consciente, sin perder el foco de aportar un verdadero valor
La incorporación de estrategias de sostenibilidad en el marco del negocio ha pasado de ser una tendencia a una realidad. Cada vez son más las empresas que desarrollan e implementan planes ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza) en su actividad corporativa y comercial. Satisfacer las expectativas de unos grupos de interés cada vez más exigentes obliga a las compañías a tomar partido para contribuir como solución de las grandes preocupaciones del entorno. No solamente la sociedad lo demanda, sino también el regulador o incluso el accionista comienzan a considerarlo como un engranaje crucial
Asumir el rol del sector privado en este nuevo capitalismo de los stakeholders parece algo inevitable y muchas compañías se encuentran en transformación para llenar ese espacio de contribución a la ciudadanía. Incluidos los despachos de abogados.
Algunas de las principales firmas en España ya han abierto el melón del ESG en el sector de la consultoría y han lanzado áreas específicas para abordar esta cuestión de cara a sus clientes y dentro de su propio marco corporativo. Estudiando la tendencia, resulta más que lógico responder a la necesidad de incorporar estas iniciativas dentro de la práctica de los despachos. Entonces, ¿merece la pena sumarse a la ola ESG desde la asesoría legal?
Si bien no hay una fórmula infalible para tomar esta decisión, sí existen cuatro grandes atributos que se deben tener en cuenta antes de sentarse a hablar de ESG. El primero es la coherencia. La estrategia ESG debe estar alineada con el savoir faire del despacho y encontrarse enmarcada dentro del propósito de su actividad. Todo siempre se hace por algo y, aunque desde el área corporativa esta brújula esté clara, resulta fundamental dedicar un espacio a dibujarla de forma que se entienda tanto dentro como fuera del despacho. La coherencia otorga verosimilitud y la verosimilitud construye legitimidad, tanto a nivel interno, dentro del equipo, como entre la masa social.
El segundo es el riesgo. La estrategia ESG debe considerar los riesgos reputacionales intrínsecos a la propia actividad del despacho. Una vez evaluados, habrá que decidir si se desarrolla un plan sobre esas áreas o si, por el contrario, se decide adoptar un bajo perfil. Esto resulta esencial ya que cualquier paso en falso generado por la falta de previsión a este respecto puede salpicar la reputación del despacho y, por ende, desembocar en la quiebra de su legitimidad social.
El tercero es la factibilidad. La estrategia ESG debe ser realizable y encontrarse dentro del alcance de los recursos del despacho, tanto materiales como inmateriales. Para ello, se debe contar con un equipo encargado de esta nueva área de trabajo o, por lo menos, con una persona o comité al frente que se haga responsable del desarrollo de la actividad, del cumplimiento de sus objetivos y de la toma de decisiones. Además, se deben tener en cuenta los medios técnicos de los que se dispone, así como la expertise del bufete.
El cuarto es la tangibilidad. La estrategia ESG debe trascender del relato para poder demostrarse con hechos y datos cuantificables. Una narrativa sólida es muy necesaria y contribuye a esa coherencia y legitimidad tan importantes que se mencionaba anteriormente. No obstante, hay que tener en cuenta que un manifiesto es una promesa, es un pacto social que debe cumplirse y poder explicarse no solo de forma general, sino también a los propios socios y, por supuesto, a los clientes.
El ESG ocupa cada vez más espacio en los círculos de conversación de los directivos y, parece que, en un futuro no tan lejano, estar alineado de forma demostrable con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) podría convertirse en condición sin equa non para los clientes a la hora de decantarse por un despacho u otro. De hecho, en muchos concursos públicos, las empresas ya están comenzando a demandar estas políticas.
En un sector tan sui generis como el legal, las posibilidades actuales parecen infinitas, pero eso no significa que los despachos deban sumarse a esta tendencia a cualquier precio. Más bien, deberán aprender a delimitar sus propias fronteras de forma consciente, sin perder el foco de aportar un verdadero valor. La sostenibilidad no es solo una oportunidad para contar nuevas historias, es la creencia fehaciente en una forma única de hacer las cosas.
Se alza así una excelente oportunidad para que los despachos sigan reforzando su posicionamiento y construyendo su reputación en un entorno cada vez más demandante y exigente, a la vez que contribuyen a dar respuesta a las principales inquietudes de la sociedad.
Marta Forero Testor, consultora de comunicación estratégica en Band 1