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En colaboración conLa Ley
Sentencia

La manipulación del examen de conducir es delito de falsedad

El Supremo confirma tres años de cárcel para un vigilante que amañó las papeletas a cambio de hasta 2.000 euros

Sede del Tribunal Supremo, en Madrid.
Sede del Tribunal Supremo, en Madrid.Pablo Monge

Manipular las respuestas del examen teórico de conducir a cambio de dinero. Esta actividad es un delito de falsedad. Así lo establece la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo en una reciente sentencia en la que rechaza el recurso de los integrantes de una trama para amañar los exámenes de conducir destapada en Huétor-Vega (Granada) en 2013.

El fallo (cuyo texto puede consultar aquí) confirma tres años de prisión y una multa de 3.600 euros para un vigilante de seguridad que, según quedó probado, aprovechaba las pausas entre las distintas pruebas para pasar la plantilla y modificar las respuestas erróneas de los alumnos que habían pagado hasta 2.000 euros por aprobar. El Alto Tribunal sostiene la máxima sanción por valerse de su función pública como ventaja.

El condenado se opuso porque, alegó, tan solo era un contratado laboral. En conclusión, no podía ser castigado por un delito de falsedad cometido por funcionario público. Sin embargo, los magistrados del Supremo avalan la condena porque, aclaran, “se le sanciona como particular en su conducta, aunque con el prevalimiento del cargo público”. Es decir, se le aplica una agravante porque actuó aprovechándose del puesto que tenía. En el caso de haber sido un funcionario, la pena podría haber sido de hasta seis años de prisión.

Otra de las cuestiones que discute el vigilante es que no se llegó a demostrar que hubiera cobrado por amañar los exámenes en todos los casos. En cambio, la Sala considera que ello no “empobrece” la prueba de cargo tenida en cuenta para condenarle. El tribunal también confirma la pena los demás recurrentes. Entre ellos, el de una alumna que se benefició del entramado para conseguir el carnet. Estos eran captados por el titular de la autoescuela y acudían al examen con un bolígrafo de tinta deleble. De esta manera, el vigilante podía manipular las respuestas.

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