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Cine y Derecho
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'El código que valía millones' y la infracción de patente

La serie narra la preparación y el desarrollo de un pleito por infracción de patente y la dificultad de probar la cuantificación de los daños

Un momento de la serie de Netflix 'El código que valía millones'.
Un momento de la serie de Netflix 'El código que valía millones'.

Las historias de éxito empresarial suelen ser motivo de noticia y de repercusión tanto en medios de comunicación como en la sociedad en general. No obstante, el cine y la literatura han prestado desde antaño mucha atención a las historias de perdedores, a ese otro lado dramático y casi épico que supone realizar un esfuerzo que no se ve recompensado o recorrer un camino que se trunca para caer en el olvido, aunque en ocasiones se haya acariciado la gloria.

Una de estas historias de perdedores es la que nos narra la nueva miniserie alemana producida por Netflix El código que valía millones, donde se dramatiza la historia real de una pequeña empresa alemana en el Berlín tras la reunificación nacional, Art+Com, que desarrolló un proyecto denominado Terravision en 1995 y que diez años después Google convirtió en su conocido Google Earth, siendo finalmente demandada por los fundadores de Art+Com en los tribunales de Delaware por infracción de patente.

La serie desarrolla, de forma amena y muy realista, como alrededor del ecosistema de internet en la Europa de los años 90 nacieron proyectos y empresas de corte experimental o artístico pero muy alejadas del enfoque empresarial que primaba en Silicon Valley, ya que se desconocía en nuestro continente una industria pujante en Estados Unidos donde startups y capital riesgo llevaban ya un par de décadas colaborando y concediendo a la innovación un enfoque empresarial o mercantilista.

La amistad de los fundadores es uno de los ejes sobre los que pivota la serie, un ingeniero y un licenciado en bellas artes que pretenden explorar una nueva forma de comunicación, de moverse por el mundo sin conocer muy bien lo que tienen entre manos y que, con el apoyo de la multinacional Deutsche Telekom, consiguen desarrollar en tiempo récord un programa, precursor de los actuales desarrollos de geo-localización, que se anticipaba en una década a la universalización de internet y de los ordenadores de mesa.

No obstante, esa idea experimental es años después desarrollada por Google, gracias a un personaje que interactúo con los fundadores de Terravision en un viaje de estos a Estados Unidos, y el conflicto se encuentra servido, puesto que los emprendedores alemanes, tras no pocas reticencias e intentos de colaboración con la multinacional americana, se convencen que su patente ha sido copiada y con la ayuda de un despacho de abogados que financia el litigio comienzan un pleito contra la compañía estadounidense.

De especial interés, para todos los estudiosos del derecho, es la forma en que la serie narra la preparación y el desarrollo del pleito por infracción de patente y la dificultad de probar no solo la infracción en sí misma, o copia del código o algoritmo que soportaba el programa de Terravision, sino también la cuantificación de los daños exigibles al infractor, la propia valoración de la patente que se pone de manifiesto a través de una previa oferta de compra por Google, los problemas de financiación de este tipo de pleitos ante la jurisdicción americana, la preparación de los testigos, etc.

El lenguaje extremadamente técnico de la codificación informática es desmenuzado de una forma impecable en la serie, haciendo accesible al espectador medio una perfecta comprensión del litigio entre ambas compañías y como esa lucha de David contra Goliath deviene épica, pero los propios protagonistas reconocen que la única forma en que era posible que Google Earth fuese idéntico a Terravisión era porque “cometieron un error garrafal”.

El retrato que la miniserie realiza del grupo de hackers en el Berlin alternativo que surgió tras la caída del muro en contraposición a las empresas tecnológicas sitas en California ya aporta una idea muy clara sobre la importancia de estar en el momento adecuado y en el lugar adecuado para que la innovación pueda dar sus frutos, y como el registro de la patente, sobre el cual hay escenas que también harán las delicias de los profesionales de propiedad industrial, no es garantía de la adecuada protección cuando la defensa de la misma no se ejercita en el lugar y momento adecuados.

Una miniserie extraordinaria, que se complementa en la plataforma que la emite con un documental que explica el “Como se hizo” y que aporta luz sobre unos hechos a los que curiosamente es difícil acceder a través del buscador de Google.

 José Luis Luceño Oliva, profesor de Loyola Másteres.

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