Ayudas públicas en la recta final de la pandemia: “Más vale pájaro en mano...”
Disponer de asesores puede impartir la diferencia entre ser otra de las empresas barrida por la pandemia o una de las que se consolide
La crisis económica derivada de la pandemia del COVID-19 va viéndose relegada en los titulares a medida que avanza la campaña de vacunación y que la teoría de un rápido rebote de la actividad y de que nos conducimos hacia unos nuevos ‘locos años 20’ va ganando tracción, pero no debemos olvidar que nuestro tejido productivo lleva muchos meses anestesiado con créditos ICO y ERTE, y que hasta con ese dopaje no ha podido evitarse el cierre de 90.000 empresas desde 2020 o que los concursos de acreedores no dejen de aumentar.
Independientemente de que algunos sectores vieran frenada su actividad el año pasado y que esas y otras actividades se retomen con mayor o menor intensidad en meses venideros, un shock sistémico como el de esta pandemia deja un largo reguero de empresas con necesidades de caja, financiación y recapitalización impartidas por la irrupción del coronavirus en nuestras vidas.
En ese contexto, hay quien fía la recuperación a la mera vuelta a la normalidad, pero la mayoría de empresas asocian la solución a esos problemas al acceso a distintas ayudas públicas.
Y, paradójicamente, las ayudas percibidas como fundamentales en ese rescate masivo están a la vez rodeadas bien de incertidumbre o directamente de polémica.
De un lado, los fondos Next Generation, que podrían inyectar hasta 140.000 millones de euros de origen europeo en nuestra economía, parecen el maná caído del cielo pero nadie tiene claro del todo cuándo llegarán, por qué importe y cómo podrá accederse a los mismos, y hay incluso quien antes de desvelar esas incógnitas ya prevé que beneficiarán a grandes empresas y desatenderán a las pymes.
Y del otro la SEPI, una entidad con casi seis décadas de historia que, sin embargo, para algunos parece que se creó ayer para repartir arbitrariamente dinero público entre empresas de dudosa viabilidad, cuando en realidad es un órgano longevo y riguroso que ninguna empresa en apuros debería dejar de considerar como tabla de salvación.
En este contexto, la recomendación que extendemos a las empresas en busca de apoyo y asesoramiento es que se olviden de todo este ruido mediático y calculen con precisión y sin dejar que se entrometa la ideología qué fondo de los realmente disponibles puede ayudarles bien a navegar por una zona de turbulencias, o, simplemente, a optar a ayudas a las que ya están accediendo sus competidores para evitar desventajas competitivas: los Fondos de SEPI, COFIDES o SEPIDES, entre otros.
El primero de estos vehículos, a cargo de SEPI, está dotado con 10.000 millones de euros y tiene fijado un importe mínimo por beneficiario de 25 millones. Se dirige a empresas no financieras en España cuyo cese de actividad forzoso tendría un impacto negativo sobre la economía. Y, en la medida en que estas puedan acreditar su importancia sistémica o estratégica en su sector, su relación con la salud y la seguridad pública, su naturaleza innovadora o su contribución a la transición ecológica o a la digitalización, puede ser una buena vía de acceso a una variada gama de instrumentos de capital.
El segundo, el Fondo de COFIDES, está dotado con 1.000 millones de euros y cuenta con un marco más flexible en comparación al de SEPI que lo vuelve idóneo para un mayor universo de empresas. De nuevo, los requisitos para acceder al mismo giran en torno a ser una empresa no financiera con domicilio social en España, y a atravesar dificultades financieras derivadas de la pandemia. Sus ayudas se conceden con arreglo a criterios de rentabilidad, riesgo e impacto en el desarrollo sostenible, y son exclusivamente instrumentos de deuda, capital e híbridos (préstamos participativos, deuda convertible, suscripción de acciones...).
Por último, el Fondo de SEPIDES está dotado con 600 millones de euros y se dirigen a sociedades mercantiles y cooperativas que no formen parte del sector público y que desarrollen o vayan a desarrollar una actividad industrial o de servicios industriales en España, independientemente de su tamaño. Entre sus criterios de concesión destacan la relación del solicitante con la salud, la seguridad pública, la innovación, la transición ecología o la digitalización.
En las próximas semanas o meses seguramente se irán clarificando las vías de acceso a los fondos de recuperación europeos y nuestras empresas dispondrán de todavía más ventanillas a las que dirigirse para beneficiarse de ayudas públicas, pero hoy, en un contexto en que cada segundo cuenta, reevaluar y acercarse sin prejuicios y con buenos asesores a los fondos de SEPI, COFIDES o SEPIDES o a otros igualmente válidos como los préstamos ICO, la Línea Covid para autónomos y empresas, o las subvenciones municipales puede impartir la diferencia entre ser otra de las empresas barrida por la pandemia o una de las que se consolide y crezca cuando dejemos atrás las restricciones a la movilidad, el hidrogel y las mascarillas.
Manuel Roca de Togores, director general y socio fundador de NK5