De pipas y presidentes: incertidumbre electoral en los mercados

Los inversores en Bolsa saben que los recortes de tipos ya han empezado y no van a parar

Los candidatos a las elecciones presidenciales de Estados Unidos, Donald Trump y Kamala Harris.Brian Snyder (REUTERS)

Nadie sabe quién va a ganar en las elecciones del 5 de noviembre en Estados Unidos. Nadie que recuerde las elecciones de 2016 se creería lo que dicen las encuestas, que, a falta de un mes para la votación, dan una ventaja de un par de puntos a la candidata demócrata, Kamala Harris. En 2016, el 94% de las 120 encuestas que se llevaron a cabo en todo el país en el mes anterior a la votación, daban la victoria a Hillary Clinton, con una ventaja media de 5 puntos.

Las empresas no están cómodas con esta incertidumbre. Como no pueden tomar decisiones estratégicas optan por no hacer nada, dejan el tiempo pasar como niños en un banco comiendo pipas una tarde verano. El componente de inventarios del indicador PMI—una encuesta masiva a jefes de producción sobre el crecimiento o no de sus inventarios—lleva un año contrayéndose, es decir, que han dejado de invertir en capital y en inventario por si acaso mañana la legislación ha cambiado tanto que hay que modificar los planes de un día para otro.

Los inversores en Bolsa no se han paralizado como las empresas. Al fin y a al cabo, la economía americana sigue estando fuerte, y—esto es lo importante— saben que los recortes de tipos ya han empezado y no van a parar, y que eso garantiza mejores márgenes para las empresas. Sin embargo, los inversores también prefieren saber por dónde va a soplar el viento. Por eso los mercados subieron cuando en julio, cuando quedó claro, tras el debate presidencial, que el presidente Biden no estaba capacitado para ganar. No es que los mercados prefieran a Trump (aunque probablemente sea así) sino que creyeron que la incertidumbre había terminado y podían por fin posicionarse, que es la parte fácil de la historia: si gana Harris, seguimos más o menos como hasta ahora. Si gana Trump, desempolvamos el viejo manual de “cómo invertir con Trump”, y listo.

¿Qué dice el manual? Es tan sencillo que solo requiere una búsqueda en Google: Trump trade, algo así como la “inversión Trump” o la “apuesta Trump”. El nombre se lo pusieron los medios anglosajones cuando—allá por 2018—empezó a quedar claro que el entonces presidente iba en serio con sus amenazas de romper las cadenas de comercio mundiales imponiendo tarifas, de levantar muros en la frontera (o al menos intentarlo) y de recortar los impuestos y las regulaciones a las empresas.

Y la ‘inversión Trump’ implica tres cosas. Primero, un soplo de aire fresco para los sectores más constreñidos por la regulación, como la energía, el sector financiero y los criptoactivos. Beneficiaría sobre todo a petroleras tradicionales como con gran parte de su cartera de activos en energías fósiles, a grandes bancos y entidades especializadas en fusiones y adquisiciones, que se enfrentarían a un regulador más amigable. De manera inversa, las perspectivas del sector de energías renovables empeorarían mucho, ya que la probabilidad de que se eliminen subsidios y ventajas fiscales es alta.

La segunda implicación sería un mundo con mayor inflación, ya que las tarifas aduaneras encarecen las importaciones, y las restricciones a la inmigración subirían los costes laborales. Los ganadores aquí sería un puñado de sectores americanos focalizados en el mercado doméstico como por ejemplo los grandes productores de carbón y de acero. Sin embargo, es posible que cualquier empresa americana que exporte se enfrentará a medidas de represalia, además de a un dólar fuerte resultante de los altos tipos de interés que la Fed debería mantener para evitar la inflación. También sufrirían las grandes empresas con cadenas de producción globales que verían sus productos encarecerse. Y fuera de Estados Unidos, el daño lo notarían las empresas europeas—si sale adelante la propuesta de imponer una tarifa universal del 10%, y sobre todo China que se vería con la puerta aún más cerrada tras un incremento de tarifas al 60%.

La tercera implicación serían tipos de interés más altos. En la presidencia de Trump se recortaron los ingresos, pero no el gasto. El agujero en las finanzas públicas requiere tipos más altos para convencer a los inversores de que presten dinero a la administración y, al mismo tiempo, para que no se descontrole la inflación con tanto gasto. Esto no es bueno para la renta fija, que se beneficia cuando los tipos caen. Con Trump, habría recortes de tipos, pero serían más moderados, siempre que no se desencadene una guerra comercial que provocara una recesión, lo que haría a los bonos de gobierno el activo más atractivo del mundo. ¿Continuaría el oro su rally con Trump? Probablemente. En el actual contexto geopolítico no hay muchos activos que sirvan.

Esto es lo que dice la teoría ante una victoria republicana. De hecho, empezó a materializarse tras el debate entre Trump y Biden, y el intento de asesinato de mediados de julio. La intención de voto a Trump llegó a un pico del 66%. Sin embargo, el cambio de candidato en el partido demócrata volvió a hacer de la elección un asunto de cara y cruz, y los movimientos se deshicieron.

Si gana Trump, veremos un ajuste brusco, no podemos decir que los mercados lo hayan descontado. Pero su impacto será más leve que hace ocho años. Primero, el contexto es diferente. En 2016 nadie esperara la victoria y eso hizo el ajuste de los mercados aún más abrupto. Segundo, Trump se encontró una economía sedienta de estímulos, sin inflación ni crecimiento. Los Estados Unidos de 2024 vienen de años de inflación y crecimiento elevado. No está claro que un estímulo fiscal sea necesario ni conveniente. Y, tercero, en Europa tendemos a olvidar que para que un presidente pueda realmente implementar su programa electoral requiere el apoyo del Congreso. Sólo una victoria de Trump con una victoria republicana simultánea en el congreso movería los mercados con fuerza.

Francisco Quintana, director de estrategia de inversión de ING España


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