‘Tax washing’: por qué las empresas del Ibex dicen pagar más impuestos de lo que realmente tributan
La contribución con Hacienda de las 35 grandes llegó a los 54.000 millones en 2023, según comunican a PwC, muy por encima de los 6.500 millones que realmente pagaron en sociedades
Al echar un vistazo sobre las cuentas anuales de las empresas del Ibex es habitual encontrar el desglose de todos los tributos con los que dicen contribuir a la Hacienda pública. En 2023, si se suman todos los conceptos a los que aluden, los 35 grandes del selectivo español aportaron más de 54.000 millones, tal y como muestran los datos recopilados recientemente por PwC. La cifra, curiosamente, es muy superior a los 37.000 millones que España recaudó en el mismo ejercicio ...
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Al echar un vistazo sobre las cuentas anuales de las empresas del Ibex es habitual encontrar el desglose de todos los tributos con los que dicen contribuir a la Hacienda pública. En 2023, si se suman todos los conceptos a los que aluden, los 35 grandes del selectivo español aportaron más de 54.000 millones, tal y como muestran los datos recopilados recientemente por PwC. La cifra, curiosamente, es muy superior a los 37.000 millones que España recaudó en el mismo ejercicio a través del impuesto de sociedades, que abonan miles de empresas. ¿Cómo es esto posible? “Porque las organizaciones del Ibex, en un ejercicio de tax washing, se atribuyen el pago de unos impuestos que forman parte inexorable de su modelo de negocio o que directamente no les corresponden a ellas”, explica Iñigo Macías, responsable de investigaciones de Oxfam Intermón.
Bajo el concepto de contribución fiscal total, compañías como Ferrovial, Iberdrola, Repsol, ACS, Inditex, Santander, Caixabank, BBVA, Colonial o Enagás —por citar solo algunas de las memorias de las empresas cotejadas por este diario— incluyen en sus informes financieros el abono del impuesto de sociedades o de las figuras ambientales, pero también las obligaciones tributarias derivadas de su propia actividad, como el IVA soportado, el IBI, las contribuciones sociales a la Seguridad Social o las retenciones a cuenta en el IRPF de los empleados.
Con este esquema, las empresas dividen en dos grupos los tributos que les afectan. Uno incluye a los impuestos “soportados”, es decir, aquellos que efectivamente suponen un coste real. El claro ejemplo es el impuesto de sociedades, pero también los gravámenes extraordinarios sobre banca y energéticas y los tributos verdes. En el otro están los tributos “recaudados”, que son aquellos ingresados por cuenta de otros contribuyentes como consecuencia de la actividad económica, sin que ello suponga un coste para la compañía distinto del de su gestión. Un ejemplo pueden ser las cotizaciones y las retenciones del IRPF de los trabajadores.
Así, bajo este maremágnum impositivo, el Ibex se arroga todo el peso tributario que directa o indirectamente le rodea y logra engordar su factura fiscal. De hecho, según los propios datos de la consultora, si se analiza únicamente el pago conjunto del impuesto de sociedades por parte de las 35 grandes, la recaudación en 2023 habría rozado los 6.500 millones. Si se añaden los gravámenes extraordinarios y medioambientales se alcanzan los 10.000 millones, un volumen muy inferior a los 54.000 millones de los que se presumen.
La idea de la contribución fiscal total, añade Macías, “surgió hace años como respuesta de las empresas a esos círculos políticos y sociales que cuestionaban su aportación real”. Lo que hicieron, apunta, “fue meter en un mismo saco los impuestos soportados y recaudados para así distraer sobre lo verdaderamente importante, que es la cantidad que realmente se paga sobre el beneficio”.
Esta práctica, a ojos de José María Mollinedo, secretario general del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), es “engañosa” y está destinada a confundir a la mayoría de los ciudadanos, “que desconocen el detalle técnico de los impuestos”. Cuando se habla de contribución fiscal, prosigue, “se mezclan conceptos que no corresponden a cargas reales de la empresa”. Este experto se refiere, por ejemplo, a “las cuotas de la Seguridad Social, que es un salario diferido”, y a las retenciones de los trabajadores, “que se realizan en función de lo que esos contribuyentes tienen que pagar después”.
Pero hay más conceptos. En el informe Contribución tributaria total del Ibex 35 en 2023, elaborado por PwC con la información proporcionada por las empresas, se incluyen entre los impuestos recaudados —además de las retenciones del IRPF y la Seguridad Social— las retenciones sobre el capital mobiliario e inmobiliario, las retenciones a los no residentes, el IVA, el impuesto sobre las labores del tabaco o los impuestos sobre los hidrocarburos y la electricidad.
Mollinedo insiste en que lo razonable sería que las empresas no se atribuyan estas cifras, ya que unas son parte del coste salarial y otras, simplemente, se repercuten sobre los clientes finales. “Las empresas del Ibex 35 no fuman” ironiza Mollinedo. “El de las labores del tabaco es un impuesto que terminan soportando los fumadores”. En la misma línea se sitúa Francisco de la Torre, inspector de Hacienda del Estado: “Los impuestos sobre los hidrocarburos o sobre el tabaco los ingresan las empresas en Hacienda, pero eso no quiere decir que los soporten, ya que los repercuten hasta el último céntimo en el señor que se fuma un paquete de cigarrillos”.
Fuentes de PwC defienden que “medir la fiscalidad empresarial considerando exclusivamente el impuesto sobre sociedades es una mirada limitada que no refleja la realidad, porque deja fuera del análisis la mayor parte del coste fiscal”. Aunque algunos de los tributos señalados no erosionan el resultado, las empresas asumen un riesgo en su gestión “puesto que los tienen que calcular, declarar y pagar, asumiendo sanciones en caso de incorrecciones”. Además, las compañías “generan el valor” que permite a Hacienda obtener esos ingresos.
Sin embargo, cree Mollinedo, con estas prácticas las empresas han encontrado un filón con el que armar su relato. “El Ibex asegura que hace una contribución fiscal de esta magnitud, y como hay un gran desconocimiento sobre la materia, muchos pueden pensar que realmente están pagando una barbaridad”. Con este caldo de cultivo, añade, es más fácil para ellas negociar rebajas fiscales o hacer creer que los nuevos impuestos extraordinarios a banca y energéticas, por citar un ejemplo reciente, son un abuso. Empresas como Iberdrola, por ejemplo, airearon este concepto para cargar contra el gravamen. Ferrovial, por su parte, sacó pecho de su contribución total en España cuando anunció el polémico traslado de su matriz a Países Bajos.
Las grandes compañías, continúa el inspector, son un centro desde donde se recaudan masivamente impuestos, “es indudable”. Pero estos, muchas veces, se les repercute a terceros. “Hay figuras como el impuesto de sociedades que, obviamente, suponen un coste para la empresa, pero hay otras, como las contribuciones sociales, que no son técnicamente un tributo”, añade. “Siempre es bienvenido que se contribuya a la transparencia fiscal, pero hay conceptos que en este caso son discutibles”.
El gran impuesto que realmente soportan las empresas en España es el de sociedades. Y, en los últimos años, las compañías han ido logrando que se calcule sobre una parte de sus beneficios y no sobre el total de sus ganancias. El pasado ejercicio, todas las compañías españolas registraron un resultado neto de casi 300.000 millones de euros. Sin embargo, de ese volumen, únicamente 176.500 millones (el 58,8%) fueron a parar a la cantidad sobre la que posteriormente se aplica el tipo impositivo correspondiente. Es algo que las organizaciones logran gracias a los créditos fiscales y a las rentas exentas.
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