Avaroinflación o excusainflación, el debate sobre la evolución de precios

Autores como Weber y Wasner argumentan que la inflación es impulsada por empresas que tienen la capacidad de aumentar los precios

Vista de un puesto con frutas y hortalizas en un mercado de MadridJAVIER LIZÓN (EFE)

Desde el inicio de esta coyuntura inflacionaria, se ha discutido mucho sobre los riesgos de una espiral. Aunque muchos hemos evitado una simplificación excesiva, la experiencia inflacionaria de los años setenta contaminó un debate sobre una realidad que poco se parece a la de entonces. Los márgenes no fueron mencionados del mismo modo que los salarios, dejados de este modo a una lado de la discusión. Ahora, sin embargo, cuando se demuestra que los salarios no han activado ninguna espiral (de momento), son las empresas y sus beneficios las que se han convertido en el blanco de los ataques. Es en este contexto cuando se rescata el término “greedinflation” o avariinflación gracias a un artículo publicado en The New Yorker, basado en uno previo de Isabella Weber y Evan Wasner.

Según estos autores, la inflación es generada principalmente por “los vendedores” y tiene raíces microeconómicas. Así, la inflación es impulsada por empresas con poder de mercado que tienen la capacidad de aumentar los precios. A diferencia de la visión macroeconómica predominante sobre la inflación, estos autores enfatizan el papel de las empresas individuales en impulsar los aumentos de precios.

Concretamente, la creencia de estas empresas sobre cuál será la reacción de sus competidores si suben los precios es lo que impulsaría la subida generalizada de estos. Esta coordinación puede facilitarse mediante perturbaciones de costes en todo el sector y cuellos de botella en el suministro. Para respaldar su argumento, Weber y Wasner hacen referencia a eventos recientes de fuerza mayor en la industria que han contribuido a un entorno propicio para los aumentos de precios.

¿Qué mecanismos facilitan esta coordinación? Los autores señalan, entre otros, a los cárteles formales, a las normas de liderazgo de precios, así como a acuerdos implícitos. En el caso de los aumentos de costes a nivel sectorial, como el aumento de los precios de insumos o de materias primas, las empresas pueden percibir un interés compartido en proteger sus márgenes. Entienden que es probable que otras empresas en la industria estén persiguiendo el mismo objetivo y, por lo tanto, aumentan los precios, confiando en que otras empresas seguirán su ejemplo.

Mientras tanto, los economistas tradicionales argumentan que la inflación reciente es causada por otras fuerzas, algunas también microeconómicas, pero en particular por la oferta y por la demanda. De este modo, el debate surgido es de gran importancia, pues sugiere diferentes formas en las que los responsables de la política económica deberían responder a la inflación. Si las corporaciones son consideradas culpables, se deben considerar controles de precios. Si se trata de una demanda excesiva, elevar los tipos de interés sería la solución para frenar el gasto del consumidor. Si es un problema de oferta, se deben tomar medidas que amplíen la oferta o limiten las consecuencias en las expectativas.

Frente a la tesis de la avaroinflación otros, como Chris Conlon proponen otras explicaciones derivadas de años de estudio sobre este tema. Junto con sus coautores, y analizando datos de más de 6000 empresas, Conlon concluye que no existen pruebas de correlación entre los precios que suben rápidamente en ciertas industrias y el aumento de los márgenes de beneficio de las corporaciones. Por lo tanto, y como muchos han señalado, con Weber y Wasner estaríamos aún ante un mero artículo de opinión, que ni siquiera explica adecuadamente el mecanismo de contagio de la subida de precios ni lo mecanismos de reacción.

¿Y para España, cuál es la evidencia? Ya saben que he dedicado buena parte de mis columnas recientemente a explicar en detalle qué ha sucedido en nuestro país usando, entre otros, datos de la AEAT. Después de varios análisis, lo que se observa es siempre lo mismo. En primer lugar, que no hay duda sobre la participación de los márgenes en la actual inflación. Pero, y este es siempre mi punto, que dicho aumento está concentrado en muy pocos sectores, refutando de nuevo la idea del “aumento generalizado” que muchos han querido ver.

Para esta ocasión calculo el margen por unidad de producto vendido para el conjunto de las empresas. Desde el III trimestre de 2021, que es cuando se inicia este episodio de inflación, el margen por producto medio pasa de 11,2 % a 12,4 %. Recordemos que aquí están tanto márgenes propiamente dichos como otros componentes tales como impuestos u otros gastos como son los financieros. Hecha esta aclaración, de esos 1,2 puntos, 3,1 es la aportación de un sólo sector, el comercio mayorista. El resto, o aporta poco o, como dicen los números, reducen el margen medio.

¿Y qué hay en el comercio mayorista? Pues ya lo saben, distribución comercial de energía y combustibles. Ya saben que los beneficios de las empresas en estos sectores aumentaron considerablemente durante el periodo analizado, aunque recientemente se ha reducido significativamente por las medidas adoptadas o, simplemente, porque el mercado ha funcionado. El resto de los sectores apenas aportan nada a este aumento.

Así pues, la tesis de la avaroinflación parece no pasar de momento de un mero hilo de supuestos argumentos con eco mediático. Lo que es evidente, al menos en España, es que no parece que haya nada de esto. Es más, lo que podría suceder sería otra cuestión muy diferente: la excusainflación. Ante la caída de costes es posible que tanto empresas como trabajadores aprovechen para “rellenar” el hueco dejado por estos y aprovechar de este modo este impasse y recuperar parte del poder adquisitivo perdido. No es, por lo tanto, que generemos inflación, sino que evitamos que esta caiga más rápidamente (pregunte en el bar la excusa para que no le hayan bajado aún el precio del café). En resumen, lo que hemos llamado histéresis de precios toda la vida.

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