España afronta la digitalización laboral con mucho camino que hacer en formación tecnológica

Tan solo el 38% de la población tiene competencias digitales básicas y solo el 4% son especialistas en tecnologías y solo el 20% de las empresas forman a sus trabajadores en competencias digitales

Desde hace unos años, el mundo vive en constante transición. Los pasos adelante en la tecnología, el cambio climático o el envejecimiento de la población -entre otros- generan brechas que se traducen en las grandes decisiones macroeconómicas, pero también en las pequeñas, como son las raíces del trabajo: tiempo o remuneración; trabajos en auge y empleos en desaparición o cómo ser más productivo en el trabajo en el nuevo entorno de Inteligencia Artificial (IA) y la fase reciente de robotización. Estas y otras cuestiones son las que se abordaron este miércoles en un nuevo encuentro de Foro Futuro, el observatorio de investigación económica organizado por Cinco Días con el respaldo de Grupo Santander, con el objetivo de plantear el futuro del empleo en España.

El futuro del empleo se localiza en el presente. Mª Luz Rodríguez, Catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad de Castilla-La Mancha, afirma que los elementos centrales que moldearán el mercado de trabajo “están aquí y ahora”, aunque se acelerarán en el futuro. “Vivimos la triple transición del avance de las tecnologías, la lucha contra el cambio climático y la transición demográfica”, explica Rodríguez.

En el apartado tecnológico, España ha mejorado su posición con respecto a los socios comunitarios. En los indicadores europeos tecnológicos España ha mejorado tres posiciones, hasta ser el séptimo país de la UE en avances relacionados con el desarrollo tecnológico aplicado a procesos productivos y, merced a las inversiones de los Next Generation EU en digitalización, la expansión seguirá aumentando “notablemente”, asegura la catedrática.

Sin embargo, más allá de las mejoras tecnológicas hay preguntas que no tienen una cuantificación tan clara. “¿Cuántos empleos se perderán? ¿Cuántos empleos se ganarán?”, se pregunta Rodríguez. Estas cuestiones son todavía difíciles de conocer, asegura la experta, sin embargo, lo que sí es numerable es la capacidad de los trabajadores españoles de amoldarse a los procesos de digitalización. “Poco más del 38% de la población tiene competencias digitales básicas. Tan solo el 4% de los españoles son especialistas en tecnología. Esas cifras dibujan un panorama que advierte que todavía hay un amplio camino por recorrer”, advierte Rodríguez.

Esta segmentación en el aspecto educativo hace que la demanda de conocimiento en competencias digitales apenas se desarrolle, por lo que la educación se plantea fundamental para superar la brecha. La catedrática afirma que, además, es un proceso que las propias empresas deben llevar a cabo y fomentar: “Solo el 20% de las empresas de nuestro país forman a sus trabajadores en competencias digitales”.

Las brechas digitales amplían también otras, como las de género. Si la formación es fundamental para alcanzar los empleos mejor valorados y remunerados, la escasa incorporación de las mujeres a la formación tecnológica expande las diferentes remuneraciones. “La gran mayoría de jóvenes que estudian grados tecnológicos son chicos, no chicas”, afirma la catedrática.

Grandes ciudades y teletrabajo

Un informe reciente del Foro Económico Mundial advirtió de que la mejora de la IA y la nueva robotización harían desaparecer el 5% de los empleos actuales en un periodo de diez años. España puede contar con una posición relativa más favorable a la de sus socios, merced a un modelo productivo que aseguraría su posición, según afirma José Ignacio Conde, Catedrático de Análisis Económico en la Universidad Complutense de Madrid, y sub-director de FEDEA.. “Nos hemos sentido avergonzados de tener un modelo basado en el turismo y en las relaciones interpersonales, cuando al final los empleos que más van a peligrar son los trabajos industriales del norte”, asegura.

Sin embargo, la expansión de ciudades como Málaga y la emigración de talento hacia las grandes ciudades ha roto la esperanza de que la tecnología permitiera descentralizar las industrias y los suculentos beneficios de los nuevos puestos de trabajo. “Cuando las empresas digitales se aglomeran, se habla de que un empleo tecnológico crea cinco trabajos convencionales. Resulta que no pueden implantarse en cualquier parte, sino que las empresas son mucho más productivas [cuando se aglomeran], necesitan compartir espacio... Por lo que, si la economía crece en las ciudades, los trabajadores deben de ir a las ciudades, lo que va a traer tensiones”, explica Conde.

La expansión sin precedentes del teletrabajo durante la pandemia ha demostrado ser un fenómeno encapsulado, afirma Alicia García-Herrero, Economista Jefe para Asia Pacífico en Natixis: “Claramente se había exagerado el impacto estructural de la pandemia sobre el teletrabajo”. El aumento de las ofertas de trabajo que ofrecían el empleo remoto aumentó durante los años de la pandemia, explica García-Herrero, pero tras aquel episodio volvieron a normalizarse.

La digitalización total del trabajo ha sido un espejismo.“No ha aumentado la productividad con el trabajo digital, ese ha sido el problema: No ha habido ganancias de productividad evidentes y sí problemas de pérdida de socialización, etc.”, explica la economista de Natixis.

La incógnita de la Inteligencia Artificial

La irrupción de programas como ChatGPT han lanzado al debate público el impacto que tendrán estas tecnologías en el empleo, no solo en los de calificación baja, sino también en los que requieren una cualificación más elevada. Santiago Carbó, Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y director de Estudios Financieros de Funcas, afirma ser optimista con respecto a este fenómeno: “La IA disparará la productividad, de lo contrario estamos aviados”. Pese al optimismo, Carbó advierte de que este fenómeno corre el riesgo de producirse de manera sectorializada y no solucionar el problema de productividad que tiene España.

García-Herrero, advierte de que hay otro riesgo añadido a este. “La digitalización y la IA crea una sociedad muy dual, que hace que alguien pueda aumentar su productividad, pero en un mundo abierto al mejor postor el que más puede aportar a la hucha distribuidora se puede ir, porque la diferencia salarial es cada vez mayor”, explica la economista. “Hay que pensar en cómo atraer a esos trabajadores superproductivos”, concluye.

Envejecimiento poblacional: economía de los cuidados

La mejora tecnológica aumentará la vida laboral de los trabajadores, pero merced al envejecimiento poblacional cada vez mayor de los países industrializados, el número de personas en edad de jubilación no hará más que aumentar. En este sentido, Carmen Herrero, Catedrática emérita de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad de Alicante y profesora investigadora del IVIE, asegura que es “muy importante el apoyo entre la tecnología y el hecho de tener personas cuidadoras de los mayores que estén bien formadas, lo que es una oportunidad para España para ofrecer un cupo de cuidados interesante”.

“Hay muchas personas que vienen a pasar los mejores años de su jubilación a España, pero para terminar su vida se van, ya que no les ofrecemos la infraestructura necesaria”, explica Herrero. La IA jugaría un papel muy importante en este modelo, ya que ha demostrado ser una herramienta con capacidades en ámbitos sanitarios para la prevención de enfermedades, lo que podría ayudar a mejorar la calidad de vida de los ancianos en España.

¿Es realista la semana laboral de cuatro días?

La directora de CincoDías y EL PAÍS Economía, Amanda Mars, que moderó el debate de este miércoles planteó a los ponentes la cuestión de la jornada laboral de 32 horas, en lugar de las 40 horas habituales. Mª Luz Rodríguez aseguró que desde el punto de vista normativo se está actuando de manera correcta: “No es una norma hecha en un laboratorio, se está probando primero qué impactos tiene sobre la productividad, sobre el trabajador... Y luego, legislar”.

José Ignacio Conde afirma que, de hecho, la legislación de España es “perfecta” para llevar a cabo este tipo de jornadas reducidas, por las diferentes modalidades de contratos existentes. Sin embargo, este y otros cambios de mentalidad laboral aunque pueden tener un componente cultural, también tienen una razón económica, ya que la competición por los salarios dignos es muy complicada en el entorno laboral actual. “Como [los jóvenes] ven poco margen para combatir por un salario digno, prefieren jornadas más flexibles”, comentó Carbó.

Por otro lado, la catedrática experta en cuestiones laborales afirmó que la idea de una jornada de 32 horas semanales le gusta, ya que no parte de la base de “trabajemos menos para trabajar todos”. “Puede tener un impacto positivo en la transición ecológica [por la menor movilidad hacia el trabajo], además los experimentos habidos hasta a fecha indican que la productividad de las empresas no se resiente”, explicó.

Sin embargo, también hay retos por delante que gestionar. La productividad española es “muy baja”, indica Alicia García-Herrero, por lo que “pensar que reducir el número de horas no va a afectar a la productividad puede que sea cierto”, pero precisamente por esa escasa productividad, advierte. Una opción que baraja la experta es la de establecer un acuerdo por el que los trabajadores empleen esas horas de más en formarse y, gracias a eso, mantener el mismo sueldo que tenían trabajando 40 horas semanales, “si no la productividad es difícil de mantener”, concluye García-Herrero.

Este último aspecto, el de la formación, habría de aplicarse no solo a los trabajadores, también a los directivos de las empresas españolas, que en su mayoría son micropymes con problemas de la profesionalización en su gestión, asegura la catedrática emérita Carmen Herrero: “Tenemos un tejido productivo lleno de pymes y para ellas es muy complicado ajustar las horas de trabajo si los salarios se mantienen [como en la jornada de 40 horas]. Una parte importante de nuestra baja productividad se debe a los problemas de gestión de las empresas, sobre todo de las familiares. No solo es una cuestión de formar a los trabajadores, también a los directivos”.

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