Sidenor apuesta por Talgo para reducir su exposición al automóvil

La siderúrgica depende de las ventas de sus productos en el mercado automovilístico europeo, sometido a la incertidumbre económicas y al desafío del coche eléctrico

Fábrica de Sidenor en Azkoitia (Gipuzkoa).

Siderúrgicas del Norte (Sidenor) quiere hacer historia con la compra de otra compañía con acrónimo pintado de historia, Talgo (Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol). Son dos destilados industriales del País Vasco en vías de asociación bajo la atenta mirada de dos gobiernos, el central de Pedro Sánchez, que no quiere ceder la españolidad del fabricante de ferrocarriles Talgo y el Gobierno vasco, que ve con buenos ojos todo aquello que agrande y dé lustre al tejido industrial de la comunidad

El dueño y presidente de Sidenor, José Antonio Jainaga (Bilbao, 1954) tiene planes de crecimiento impulsados desde su centro de estrategia, el fondo Mirai —futuro en japonés—. Su objetivo es formar una gran corporación industrial. Con ese fin, Jainaga y su número dos, Marco Pineda, un economista formado en la facultad de Sarriko (Bilbao), han diseñado un grupo industrial a partir del fondo que, sin tener en cuenta el objetivo Talgo, pretende alcanzar los 400 millones invertidos en 2026, controlar 30 pequeñas y medianas empresas y emplear a 2.000 trabajadores frente a los 500 actuales, según los planes detallados a Deia hace un año.

Para Sidenor, Jainaga y Pineda, la compra de Talgo supone un salto cualitativo en todos los sentidos. Un dato: Talgo emplea 3.200 trabajadores y Sidenor 1.900. Representa una oportunidad de diversificación oportuna porque Sidenor, con sede en Basauri (Bizkaia) y centros de trabajo en Basauri, Azkoitia, Legutio, Vitoria y, fuera del País Vasco, en Reinosa, Barcelona, Valencia y Guadalajara, depende de un sector muy complicado: el automóvil. La compañía admite que no es un mercado fácil porque la incertidumbre es extrema; porque la demanda depende de una evolución económica general incierta y porque los desafíos a los que se enfrenta la industria (transición energética y coche eléctrico) hacen muy difícil predecir la evolución, incluso a corto plazo, de la compra de automóviles.

Diversificar es la clave y Jainaga, el empresario discreto, el ingeniero industrial con experiencia de décadas - Sener, Michelin- quiere apostar por Talgo. Jainaga es decidido. Lo demostró en 2016 cuando encabezó al grupo de directivos que compró Sidenor al grupo siderúrgico brasileño Gerdau por 155 millones. Era un objetivo tentador para buenos gestores. Como lo es ahora el fabricante ferroviario, que diseña, fabrica y mantiene trenes desde hace 81 años, cotiza en Bolsa desde hace ocho y corre el riesgo de morir de éxito; tiene pedidos, pero las fábricas de Las Matas (Madrid) y Rivabellosa (Álava), así como sus bases de mantenimiento están al límite.

La operación que ha llevado a Sidenor a las portadas exige arrojo, experiencia y apoyos. Experiencia no falta porque tanto Jainaga como su mano derecha Pineda tienen una larga experiencia empresarial. Pineda trabajó en Accenture para CIE Automotive, Grupo Antolín, Astilleros Españoles o Babcock Wilcox. Y conoció Sidenor -938 millones de facturación en 2023 y 50 millones de beneficio neto- antes y después de la salida de los brasileños de Gerdau. Jainaga y Pineda -consejero independiente de Kutxabank desde 2023- conocen bien el corazón financiero e industrial del País Vasco porque forman parte de él.

Sidenor nació en 1990 de la fusión de Forjas y Aceros de Reinosa y el Grupo Acenor, una operación auspiciada por el Gobierno de la época a través del Instituto Nacional de Industria (INI) y el Instituto de Crédito Oficial (ICO) que controlaban el 50% del capital. Se trataba de apuntalar el sector del acero, uniendo los restos más bien hundidos del sector en un momento de sobreproducción y restricciones desde la Comunidad Económica Europea. Y de colocar en otra esfera las empresas cuajadas de apellidos de la nobleza industrial vasca: los Orbegozo, Olarra o Echevarría. La operación de salvamento no tuvo mucho éxito pese a las ayudas estatales.

El último Gobierno de Felipe González decidió privatizar Sidenor en 1995 y traspasar la compañía a varios empresarios vascos encabezados por Sabino Arrieta, que la vendió a Gerdau en 2005. Jainaga, fichado en 1998 por Arrieta para reflotar la empresa lanzó un órdago en 2016 y realizó una operación de management buy out para comprar Sidenor a Gerdau por una cantidad no revelada. Las crónicas de la época detallan que Jainaga hizo la operación a través del holding Clerbil, que agrupa las inversiones de su familia en empresas financieras, inmobiliarias y renovables.

Son otros tiempos. Si cuaja la operación, Sidenor cimentará con Talgo un plan de futuro basado en la diversificación, el ajuste a la transición energética, la descarbonización y la colaboración con la administración públicas. Un ejemplo. En 2023, la siderúrgica invirtió en colaboración con el Ente Vasco de la Energía (EVE), 40 millones en la adquisición de ocho parques fotovoltaicos en Cataluña para garantizar el origen verde y la estabilidad de precios en una parte importante de su suministro eléctrico. El instrumento de compra fue una sociedad conjunta con el ente público bautizada Eguzkind. La filosofía de Sidenor -Jainaga y Pineda- es avanzar sin dejar preguntas en el aire. Como en el chiste de los colegas que viajan por tierras alavesas, ven el cartel de “Aceros de Llodio” y se preguntan ¿nos hacemos?, Jainaga y Pineda han analizado Talgo y han decidido hacerlo. Sin errores de ortografía.

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