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El sector solar apremia a instalar baterías para evitar un frenazo en renovables

La patronal UNEF ve “imprescindible” acelerar en almacenamiento para “extender” los precios bajos más allá de las horas de radiación y reducir el consumo de gas

Ignacio Fariza
Vista de la bateria de almacenamiento de energia electrica que ha instalado Begasa
Una batería conectada a la red en Chao de Pousadoiro (Ribeira del Piquín, Lugo).Dani Mora

A diferencia de la eólica, que camina más lenta, la fotovoltaica va camino de cumplir los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) para finales de esta década. Hay, sin embargo, algunos focos de preocupación para digerir su crecimiento. El mayor de todos ellos es el almacenamiento, clave para guardar los excedentes de producción en las horas solares para aprovecharlos por la noche o cuando está nublado. Un capítulo en el que España marcha con retraso respecto a otros países o zonas geográficas en las que la solar también está echando raíces, como Alemania, Austria, Chile o California. Y que es, cada vez más, fundamental tanto para expulsar los combustibles fósiles de la matriz de generación como para garantizar el suministro cuando no luce el sol.

“El avance del almacenamiento es imprescindible para poder extender esas horas baratas de energía solar más allá de las horas de radiación, lo que permitirá dar garantía a los consumidores y reducir el consumo de los ciclos combinados”, ha subrayado este miércoles el director general de la patronal fotovoltaica UNEF, José Donoso, en la presentación de su informe anual.

La patronal reclama, además, “un marco regulatorio y retributivo específico” para asegurar este despegue. Y recuerda que las soluciones de almacenamiento en las propias plantas es “ya algo tan fundamental como los paneles mismos”. Las baterías, concluye el presidente de la asociación, Rafael Benjumea, son un “complemento fundamental a la fotovoltaica y a su integración en todos los sectores de la economía”.

Un año “prometedor”, aunque con peros

“2024 se presenta como un año prometedor en cuanto a la instalación de plantas en suelo”, reza el texto publicado este miércoles. “Sin embargo, existen otros factores que pueden influir en los resultados a medio y largo plazo, en especial el desarrollo del almacenamiento, las tasas de interés para la financiación de proyectos, el avance de la electrificación de la economía, el desarrollo de la industria nacional de fabricación de componentes y el impulso de las comunidades energéticas”.

El propio crecimiento previsto de la potencia solar en los próximos tiempos, con 28 gigavatios (GW) de plantas en suelo ya autorizados, “resalta” —a juicio de la patronal fotovoltaica— “la importancia crítica del almacenamiento energético como garantía de una economía descarbonizada, un suministro renovable estable y unas redes flexibles capaces de gestionar el flujo energético renovable”.

Pilas y bombeos

Hay, básicamente, dos posibles soluciones para almacenar electricidad verde: los bombeos —centrales hidroeléctricas reversibles que consumen cuando envían el agua al vaso superior e inyectan a la red cuando la dejan caer y la turbinan— y las baterías. Ambas son compatibles y, en cierto modo, su desarrollo conjunto es imprescindible. Mientras las primeras permiten guardar energía a medio y largo plazo, las segundas son fundamentales para cubrir los picos de demanda de la hora de la cena y la madrugada.

El avance en bombeos es lento pero progresa, con varios proyectos en marcha y otros tantos que ya cuentan con el visto bueno de la Administración. En baterías, sin embargo, el ritmo es lento, con mínimos progresos en proyectos a gran escala —apenas hay un puñado de instalaciones conectadas a la red— y algo mayores, aunque también menores de lo requerido, en viviendas, industrias y empresas de todo tipo. A finales del año pasado eran 1,9 gigavatios hora (GWh) los conectados a la red. Instalados, casi íntegramente, en dos ejercicios: 2022 y 2023.

“La capacidad necesita ser ampliada rápidamente para adaptarse a las demandas futuras, incorporando tecnologías avanzadas como baterías de ion-litio, almacenamiento térmico y el uso de hidrógeno renovable”, subrayan los técnicos de UNEF. Atisban, sobre todo, un desafío: su coste —aún alto aunque cada vez menor—, que frena el ritmo de nuevas instalaciones.

Ritmo bajo de electrificación

La otra gran preocupación del sector fotovoltaico es la electrificación, que camina más lento de lo que debería si se quieren cumplir las metas climáticas. “España necesita acelerar este proceso para cumplir con los objetivos de descarbonización dentro de los plazos establecidos”, avisa. Su preocupación responde, además de al propio temor por los efectos del cambio climático a sus propios intereses: de no acelerar pronto la demanda, los propietarios de grandes instalaciones fotovoltaicas corren el riesgo de quedarse sin compradores para la electricidad que generan. Y de que los precios, ya cercanos a cero (o incluso negativos) en las horas centrales de algunas jornadas, sean tan bajos como para impedir a los desarrolladores recuperar lo invertido.

“Electrificar sectores clave como el transporte, la calefacción residencial y los procesos industriales es fundamental para transitar de un modelo energético dependiente de combustibles fósiles extranjeros hacia uno basado en fuentes renovables autóctonas”, se lee en el informe anual del sector. Un avance que, subraya, requiere “inversiones significativas” en infraestructuras y en tecnología, “así como la implementación de políticas que fomenten la adopción de soluciones eléctricas sostenibles”.

Los combustibles fósiles aún cubren una parte muy sustancial del consumo total de energía en varios sectores. En transporte, por ejemplo, los derivados del petróleo aún suponen cerca del 80% en el sector transporte y el gas natural ronda el 57% en la industria. “Su electrificación no solo puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mejorar la eficiencia energética, sino que supone una oportunidad para la soberanía energética”, concluye el texto.

Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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