Cómo controlar un banco con menos del 1% de las acciones
Entre el 40% y el 50% de los accionistas son minoristas, a quienes, mientras se les pague un dividendo, se les tiene contentos y delegan el voto para la junta de accionistas
En lo que llevamos de siglo XXI el PIB de España ha aumentado en 814.000 millones, lo cual debería ser motivo de alegría si no fuese por el pequeño detalle de que la deuda para financiar esa fiesta ha aumentado en 1,2 billones (multiplicándose por 4). España ha pedido prestados 164 millones adicionales cada día durante 23 años seguidos.
Un error muy común al analizar una empresa o economía es empezar por la cuenta de resultados en lugar de por el balance. Los informes anuales hay que leerlos de atrás hacia adelante, empezando por la letra pequeña. La importancia del mensaje es inversame...
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En lo que llevamos de siglo XXI el PIB de España ha aumentado en 814.000 millones, lo cual debería ser motivo de alegría si no fuese por el pequeño detalle de que la deuda para financiar esa fiesta ha aumentado en 1,2 billones (multiplicándose por 4). España ha pedido prestados 164 millones adicionales cada día durante 23 años seguidos.
Un error muy común al analizar una empresa o economía es empezar por la cuenta de resultados en lugar de por el balance. Los informes anuales hay que leerlos de atrás hacia adelante, empezando por la letra pequeña. La importancia del mensaje es inversamente proporcional al tamaño de la letra en que está escrito y su localización en el informe anual. A Banco Santander le llevó 120 años publicar un informe anual con una longitud de 50 páginas, mientras que hoy día, incluidos todos los informes regulatorios, un banco cualquiera publica cerca de 1.500 páginas. Para leerlas hace falta no solo un buen microscopio, sino una tenacidad válida para superar la Hell’s Week de los Navy Seals.
El fallo más frecuente al analizar un banco es centrarse en la evolución de sus operaciones diarias, algo irrelevante cuando hablamos de empresas tremendamente apalancadas con brutales riesgos de cola. En el año 2007, los préstamos a promotores suponían más del doble del capital. Al más mínimo traspié la banca estaba quebrada, así que más valía comprender perfectamente el mercado inmobiliario.
Hoy día lo más importante es entender la previsible evolución de la deuda, el concepto de dinero, el papel de los bancos centrales y el funcionamiento de la imputación de capital y el riesgo por parte de los que toman las decisiones (el factor más importante para determinar la evolución de una compañía).
Con respecto a la evolución de la deuda (muy relevante, ya que los bancos son muy cíclicos y dependen de la macroeconomía) es razonable pensar que la tendencia mencionada en el primer párrafo no va a cambiar. Las promesas a los votantes, imposibles de cumplir, serán pagadas con una combinación de confiscación, devaluación y parcial incumplimiento.
Con respecto al dinero, baste decir que la “estabilidad de precios” (definida de forma orwelliana) ha supuesto una caída del poder adquisitivo del dinero desde el año en que yo mismo nací del… 97,2%. Da la sensación de que “destrucción monetaria” es una descripción más adecuada de lo que ha pasado. Basados en 5.000 años de historia monetaria en los que ningún papel moneda ha sobrevivido al paso del tiempo, es una certeza afirmar, sin ningún género de duda, que, eventualmente, el papel moneda converge a su valor intrínseco; cero. Las acciones de los bancos centrales entre las que se encuentran los tipos de interés negativos, manipulación del mercado de tipos de interés, impresión ilimitada de papel y alteración grosera del libre mercado pasarán a la historia. Y las generaciones venideras no los juzgarán de manera benévola. La independencia saltó por los aires hace ya mucho tiempo. Sin ir más lejos, yo no hubiese podido contratar, ni de becaria, a la actual presidenta del Banco Central Europeo, ya que no cumple los requisitos de idoneidad tras haber sido condenada por malversación de fondos públicos en 2016.
Lo interesante viene al hablar de la imputación de capital y el riesgo. En mi artículo anterior mencioné que el salario de los que toman las decisiones está directamente relacionado con el tamaño de la empresa. El incentivo para crecer a costa del accionista es obvio. Especialmente cuando se analiza qué porcentaje de las empresas que dirigen controla el consejo de administración. En el caso de Santander, el consejo controla un 1,2% de las acciones; en BBVA controla un 0,086% (no hay ninguna errata en este número); en CaixaBank, un 0,028% (tampoco hay ninguna errata), y en Sabadell (excluyendo las acciones representadas), un 0,17%. En Santander más de la mitad de los consejeros no tienen ninguna acción del banco o ninguna inversión significativa (entendida como menos de 1 millón de euros). En BBVA, CaixaBank y Sabadell, entre el 70% y el 80% de los consejeros no tienen participación en las empresas que dirigen (casi el 40% tiene cero, nada, niente, nil, nichts).
¿Y cómo se puede controlar una empresa con un porcentaje tan reducido? Pan comido. Entre el 40%-50% de los accionistas son minoristas, a quienes, mientras se les pague un dividendo (por eso se hacen ampliaciones de capital para pagarlos), se les tiene contentos y delegan el voto para la junta de accionistas en la que con un 3% (o menos) de presencia el consejo ya tiene delegados una mayoría de los votos con los que aprobar lo que se considere oportuno. Antaño se regalaba un libro en la sucursal de turno para que el pequeño accionista delegase su voto como si fuese un acto trivial o irrelevante, sin darse cuenta de que ese es el mecanismo de control de los bancos. Hoy día se sortea una funda para el móvil o un iPhone (estimo que con un coste total de menos de 1 millón de euros).
Seth Klarman, uno de los mejores inversores de la historia, mencionaba en una de sus recientes cartas a los accionistas que estaba atónito de que prácticamente todas las lecciones de 2008 se hayan olvidado. Nassim Taleb, por su parte, daba una solución para evitar que los banqueros amenazaran a la sociedad: “Cualquier persona que trabaje para una empresa que pueda requerir un rescate público no debería recibir un bonus nunca”. Al fin y al cabo, la mejor norma de manejo del riesgo ya la escribió Hammurabi en su famoso código hace 4.000 años. Es la ley número 229: “Si se cae una casa y fallece el propietario, al constructor se le aplicará la pena de muerte”.
¿Y el mercado en sí? En su carta anual, Buffett mencionaba que “los participantes del mercado ni son emocionalmente más estables ni saben más que cuando yo iba al colegio. Por el motivo que sea exhiben un comportamiento parecido al de un casino”. El bueno de Warren ya se hace mayor y esa carta la publicó el día después de que Nvidia aumentase su capitalización bursátil en 272.000 millones de dólares en un solo día (más que el valor total de 30 de las 35 empresas del Ibex). Seguro que si lo hubiese visto habría dicho lo mismo que la Guardia Civil cuando hay un accidente en la carretera: “Circulen, aquí no hay nada que ver”.
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