Almirall confía en sus próximos fármacos para iniciar una recuperación a partir de 2024

En los dos próximos años podría duplicar el beneficio neto

Laboratorrio de la empresa farmacéutica Almirall.

La venta del negocio respiratorio de Almirall a AstraZeneca en 2014 fue un acuerdo muy rentable para los accionistas de la compañía catalana, pero desde entonces no ha conseguido dar con la tecla para volver a tener la rentabilidad de antaño. Reconvertido en un laboratorio de dermatología ha encontrado baches en la nueva actividad, en EE UU y en el propio timonel de la empresa. Ahora, espera que su fármaco experimental lebrikizumab, junto a otros lanzamientos, lleve la senda del crecimiento y de mayores retornos.

El laboratorio apuntó hace unos días en una presentación a la CNMV que esperaba que lebrikizumab –un tratamiento biológico de la dermatitis atópica de moderada a grave– fuese aprobado a finales de 2023 para el mercado europeo. Presumiblemente, se convertirá en la nueva terapia más relevante de los últimos tiempos.

Además, sumará el posible lanzamiento de Klisyri frente a la queratosis actínica en 2024 en EE UU (en Europa no llegará hasta 2026) y el de Seysara en China frente al acné también en 2024. A estos medicamentos, se le suma la posible comercialización a finales de 2023 de Efinaconazole, para la onicomicosis (infección crónica en las uñas por hongos).

Las previsiones recogidas por Bloomberg señalan que la compañía elevará escalonadamente sus ingresos y beneficios en los próximos años. Desde los 863 millones de 2022, la facturación irá creciendo a 891 millones (este año), 972 millones en el próximo ejercicio y supere por primera vez los 1.000 millones en 2025.

En el caso de los retornos, el consenso recogido por Bloomberg recoge la mejora de un beneficio neto hundido desde 2021. Para este año, esa cifra podría rebajarse en más de un 10%, hasta los 21,6 millones. Pero a partir del próximo año prevé que se duplique en 2024 y 2025 hasta los 97,9 millones. Más a largo plazo – y más complejo de predecir– eleva esas ganancias a 132 millones.

El principal pilar de crecimiento podría ser –si tiene éxito en la aprobación en la Agencia Europa del Medicamento– la citada terapia lebrikizumab frente a la dermatitis atópica. El propio laboratorio calculó en 2020 que ese tratamiento podría aportar hasta 450 millones en peak sales (la estimación de ventas máximas anuales). Almirall cuenta con los derechos de venta de este fármaco para Europa y para el resto del mundo pertenecen a la farmacéutica estadounidense Lilly. El banco de inversión Jefferies calculó en un informe que este fármaco puede convertirse en el segundo biológico más usado tras su rival Dupixent, de Sanofi.

De momento, su medicamento Ilumetri es la terapia que aporta más ingresos al laboratorio, de 81,9 millones el pasado año, aunque la segunda sigue siendo su clásico Ebastel frente a la alergia, con 55,9 millones. Y es que la dermatología va creciendo muy poco a poco en las ventas de este laboratorio que perteneció Ibex 35 hasta el año pasado, suponiendo en el primer trimestre el 50% del negocio.

La iniciativa que no acaba de arrancar para el laboratorio es la expansión por el mercado de EE UU, el principal del mundo y que solo supuso un 6,7% de la facturación frente al 86,6% de Europa en el primer trimestre. Norteamérica ha lastrado en varias ocasiones los resultados desde 2017, ya la compañía se ha ido encontrando con numerosos obstáculos en el camino en la llegada hasta los pacientes, incluida la barrera del Covid-19. También le costó entrar en medicina estética, un negocio al que renunció en 2019 al vender la compañía estadounidense Thermi tres años después de comprarla.

En los primeros tres meses en 2023, la compañía rebajó sus ganancias un 62,3%, hasta 7,7 millones, en parte por el incremento de gastos ligados al próximo lanzamiento comercial de nuevos fármacos y el alza en inversión en I+D, aunque mantiene sus previsiones.

Estabilidad en manos de la familia

Almirall apuesta por encontrar su camino en la dermatología en el negocio y en la familia fundadora para liderar el proyecto. Desde febrero, Carlos Gallardo (tercera generación de la saga que controla el 59,7% de la firma) suma los poderes de presidente y consejero delegado. Ese nombramiento aportará, en principio, estabilidad después de numerosos movimientos en la cúpula tras la cesión por parte de su padre Jorge de poderes. 

El relevo constante de consejeros delegados en Almirall se sucede desde 2017. El entonces CEO, Eduardo Sanchiz dimitió coincidiendo con los malos resultados que arrastraba la filial de EE UU. Le sustituyó entonces Peter Guenter, procedente de Sanofi, quien estuvo al frente del laboratorio hasta 2020. De forma interina, asumió la posición durante unos meses Mike McClellan, director financiero, hasta la llegada de Gianfranco Nazzi, finalmente sustituido por Carlos Gallardo.

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