Italia reactiva el proyecto del puente de Mesina que construirá Sacyr
El ejecutivo italiano aprueba un decreto tras casi dos décadas de parálisis del proyecto
Sacyr y el grupo italiano Webuild (antes Salini Impregilo) están más cerca de la construcción del faraónico proyecto del puente para unir la península italiana con la isla de Sicilia a través del estrecho de Mesina una vez que el Gobierno italiano acaba de dar relanzar de nuevo un proyecto descartado hace años.
Este pasado jueves el Ejecutivo italiano aprobó un decreto para reactivar la sociedad pública Stretto di Messina, encargada de promover y dirigir el proyecto, y rehabilitar el contrato anterior de la sociedad con el consorcio constructor Eurolink, participado en un 45 % por Webuild y en un 18,7 % por la española Sacyr. La sociedad existente contará ahora con la participación mayoritaria de los ministerios de Economía y el de Transportes, además de las regiones de Sicilia y Calabria.
Una vez dado este paso, se volverá a definir el proyecto constructivo y el esquema financiero del mismo, actualizándolo a las nuevas normas de seguridad y medio ambiente con el apoyo de la presidenta del Gobierno, Giorgia Meloni, y del ministro de Infraestructuras, Matteo Salvini, que ha hecho de este proyecto su gran apuesta y que espera que se convierta en la joya de la ingeniería italiana.
Idas y venidas del proyecto
La construcción de un puente que uniese Sicilia y la región de Calabria por el estrecho de Mesina es una idea que se estudiaba ya desde 1971, y que Silvio Berlusconi en su segundo Gobierno (2001-2006), relanzó como uno de sus grandes sueños aunque sin llegar a materializarlo.
En octubre de 2005, un consorcio internacional encabezado por la entonces Impregilo y del que formaba parte Sacyr, además de otras firmas, se adjudicaron el contrato para construir el mayor puente colgante del mundo por 4.400 millones de euros.
El contrato comprendía la construcción de un puente sobre el mar de 3,3 kilómetros de longitud y 60 metros de ancho que permitiese el tráfico combinado por ferrocarril (2 líneas) y carretera (seis carriles) y que las autoridades italianas confiaban en poner en servicio en 2012.
Con el cambio de gobierno, el Ejecutivo progresista de Romano Prodi detuvo la construcción del puente al no considerarlo prioritario en un contexto marcado por la crisis financiera internacional.
Con la vuelta al poder de Berlusconi en 2008 comenzaron las obras, pero nunca avanzaron y en 2012 el tecnócrata Mario Monti decidió aplazar dos años la decisión sobre la construcción del puente para dar posteriormente carpetazo definitivo al proyecto en línea con sus políticas de austeridad presupuestaria. En 2016, el entonces presidente del Gobierno italiano, Matteo Renzi, también quiso relanzar de nuevo el eterno proyecto, que ha estado 50 años sobre la mesa de los distintos gobiernos.
Además del elevado coste, la idea de construir este puente no ha estado exenta de polémica. Diversas asociaciones de ciudadanos y medioambientales han alertado de la sismicidad de la zona y de los daños que se producirían en el ecosistema marino, además del riesgo que supondría esta infraestructura para la infiltración de las mafias de la zona, la ‘Ndrangheta (Calabria) y Cosa Nostra (Sicilia).
De hecho, la Dirección de Investigación Antimafia ha avisado en varias ocasiones del riesgo de que el crimen organizado pueda involucrase en el proyecto, que nunca ha sido bien acogido por los partidos de izquierdas.
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