El ahorrador se lanza (con razón) a por las letras del Tesoro
Es casi un lugar común, con un poso de verdad como casi todos, que los ahorradores españoles son, o somos, poco sofisticados. Que no hay quien nos saque de la compra de vivienda, el depósito bancario y, quien pueda, la compra de otra vivienda para alquilar (o para los fines de semana). En su descargo, cabe recordar la larga lista de encontronazos con productos de difícil comprensión (participaciones preferentes), de comercialización mejorable (depósitos estructurados o fondos garantizados) o que, simplemente, nunca debieron colocarse entre particulares (como las acciones de Bankia). Los escasos rendimientos nominales que proporciona, de media, el Ibex (sin contar dividendos) tampoco invitan a la aventura.
Ahora bien, ser reticente al riesgo, sí ha demostrado tener cintura o, al menos, más cintura de la que se le presumía. Más allá de identificar una palmaria diferencia de rendimiento entre el 0,5% que puede ofrecer un depósito estándar y el 3% de las letras, el uso del canal telemático (en detrimento de la oficina bancaria de toda la vida) sugiere un mínimo de educación financiera. Igualmente, los flujos de fondos del año pasado mostraron cómo muchos inversores de a pie, lejos de asustarse con uno de los peores años de la historia para la renta fija, aprovecharon su caída de precios (aparejada a la subida de tipos) para rotar carteras e invertir en un activo castigado.
Por su propio interés, el ahorrador español ya no compra todo lo que le venden. La banca ha optado por no remunerar el pasivo, en la medida en que tiene un arsenal de liquidez disponible para alimentar su cartera de crédito. Ahora, si el papel del depósito bancario lo ocupa de forma creciente la inversión en letras (otro activo líquido y seguro), la competencia el día que las entidades sí quieran conceder depósitos será más exigente.
Las cifras vienen, también, a desmontar otro tópico: que la deuda española no tendrá comprador una vez que el BCE dejara de comprarla. La subida de los tipos de interés ha quitado la razón a los entusiastas trompetistas del Apocalipsis. El BCE ha dejado de adquirir deuda española nueva y dentro de dos meses dejará de reinvertir totalmente la que vence, pero mientras los particulares compran deuda a ritmos nunca vistos, los profesionales pidieron nueve veces más bonos a 10 años de los que colocó el Tesoro esta semana. El reequilibrio de las cuentas públicas tras tres años de emergencias sucesivas es una tarea que no conviene descuidar, pues a medida que la deuda crece el margen presupuestario se encoge, pero esta es una tarea más importante que urgente.