España lidera la adopción del transporte verde pero se estanca en eficiencia
El 77% de los europeos están comprometidos a bajar su consumo La utilización de las renovables aún es baja, a pesar del apoyo general
“¿Has apagado la luz?”. A esta frase, ya común en todas las casas españolas para evitar el desperdicio de electricidad, tendrán que sumarse otras nuevas. La crisis energética desatada desde comienzos de 2022 ha generado que al menos el 77% de los ciudadanos de la Unión Europea estén dispuestos a asumir pequeñas acciones para reducir su consumo energético, según datos del Eurobarómetro de diciembre. Los españoles destacan por un motivo en particular: son los que más reconocen estar dispuestos a abandonar su coche o motocicleta.
El 48% de los españoles encuestados ha dejado o está dispuesto a dejar el coche para ir andando o en bicicleta, frente a una media del 39% en el bloque comunitario. La quita del descuento a la gasolina a los particulares, la renovación de la gratuidad del transporte público en Cercanías y la continuidad de los descuentos para metro y autobús en grandes ciudades podría incluso aumentar estas cifras, al poner más presión sobre el precio de cada viaje en un vehículo privado. El Gobierno cifró el pasado martes en 380 millones de euros la inversión total en 2023 para topar el precio del transporte público
El dato publicado por la Comisión Europea está alineado con otros estudios similares sobre la aceleración de los transportes sostenibles en el país. Los ciclistas habituales han pasado del 22,4% en 2019 al 32,5% en 2022, es decir, un crecimiento cercano al 40%, según el Barómetro de la Bicicleta. Del otro lado, Letonia, Lituania y Chipre son los que menos aceptan estos cambios.
Más de la mitad de los españoles, el 52%, admite también su disposición a reducir la temperatura de la calefacción en su casa o espacio de trabajo. Un poco más alto, el 63%, también acepta su voluntad de desenchufar los dispositivos electrónicos, como la televisión y el ordenador, cuando no los utiliza.
Pero hay ciertas medidas que los locales no están dispuestos a tomar. Por ejemplo, solo un cuarto de los encuestados reconoce su voluntad de comprar artefactos o artículos más eficientes en su consumo energético. Esto representa 12 puntos por debajo de la media europea, que lideran países como Malta, Chipre, o el vecino Portugal.
José María Treviño, fundador del gestor energético Vivolt, apunta a la suma de los altos precios y la desconfianza para explicar este recelo. “Hay un recelo de los consumidores hacia el sector, nos cuesta ver y entender las diferencias de un mercado que ya se liberalizó. Entonces cuesta invertir en contadores inteligentes u otros elementos que mejoren la eficiencia”, señala. El experto también precisa que los altos precios del último año hacen difícil estimar cuánto tiempo demoraría amortizar la renovación de un electrodoméstico por uno más eficiente. “Uno siempre tiene la esperanza de que los precios bajen”, indica el fundador de esta startup.
Más camino por andar
El mismo estudio revela también el visto bueno de los encuestados a las medidas para disociar el precio de la electricidad del valor del gas. El 83% de los europeos encuestados y el 82% de los españoles dan su aprobación al racional detrás del “mecanismo ibérico”. Un nivel similar de los participantes, el 85%, dice que los altos precios afectan directamente a su poder de compra.
La apuesta de la Comisión Europea por una respuesta verde parece ser respaldada por los ciudadanos. El 82% de los españoles destaca que coinciden con la urgencia de invertir en energías renovables. Sin embargo, queda mucho por avanzar. Estos altos niveles de aceptación contrastan con el 23% de los encuestados que han adoptado o planean adoptar soluciones de energía verde para su autoconsumo en el hogar.
El contraste tiene múltiples causas, pero Marcial González, analista especializado en energía renovable, insiste en que la alta inversión inicial limita el accionar de los vecinos, que tienen que desembolsar un alto capital para instalar sus propios equipos. Además, la fuerte urbanización juega en contra de esta tendencia, incluso si contaran con el desembolso inicial. “Estamos muy atrasados en comunidades energéticas en comunidades de vecinos. Hay avances respecto a autoconsumo compartido, pero sigue siendo una asignatura pendiente reducir la incertidumbre y allanar el camino”, subraya González.
A los obstáculos que menciona González se le suma la complejidad propia del mercado energético español. Treviño señala que el país es de los Estados de la UE con mayor número de comercializadoras de electricidad por cantidad de habitantes. Esto, en vez de hacer el mercado más competitivo, puede generar mayores dificultades a la hora de elegir la mejor tarifa. “Vivimos bajo un bombardeo de ofertas, pero hay demasiada letra pequeña que dificulta la decisión de los consumidores”, zanja.