El inquietante futuro de Twitter bajo la histriónica gestión de Musk
Desde que en octubre cerrase la turbulenta y polémica adquisición de Twitter, Elon Musk se ha embarcado en una desbocada carrera jalonada de gestos histriónicos y de salidas de tono constantes a los mandos de la red social, que culminó el pasado fin de semana cuando preguntó a los usuarios si debía dimitir como jefe de Twitter. Aunque 10 millones de ellos, el 57% de los que votaron, contestaron que sí, no parece que Musk esté dispuesto, al menos de momento, a dejar de actuar como CEO de la compañía y a renunciar a manejarla como si se tratase de un juguete propio. Precisamente por ello, resulta difícil vaticinar cuál puede ser el recorrido a medio plazo de Twitter y qué precio tendrán que pagar tanto sus accionistas como su modelo de negocio como consecuencia de la extravagante antigestión que está llevado a cabo el empresario de origen sudafricano.
La encuesta sobre la posible dimisión de Musk es solo el último episodio de un cuestionable estilo de liderazgo que ya le ha provocado serios problemas en el pasado, por ejemplo cuando en 2018 fue sancionado por la SEC tras haber publicado un tuit en el que afirmaba falsamente haber conseguido financiación para una adquisición privada de Tesla. En las siete semanas que lleva al frente de Twitter, donde aterrizó bajo la consigna de gestionar mejor la libertad de expresión, Musk ha desbloqueado millones de cuentas de usuarios, pero también ha realizado sonadas suspensiones, entre ellas las de cinco periodistas, ha anunciado un polémico modelo de suscripciones, ha acometido un gran número de despidos y ha sostenido un debate público y constante con sus usuarios acerca del futuro de la compañía con un nivel de teatralidad que roza lo grotesco.
El gran interrogante sobre el futuro de Twitter pasa por encontrar una fórmula capaz de aportar rentabilidad a la compañía y hacer de ella una empresa tan lucrativa como la propia Tesla, donde Musk ha demostrado que además de provocar y desestabilizar, sabe gestionar un negocio. De momento, el desorbitado precio que ha pagado por la red social le ha llevado a vender este año acciones de Tesla por valor de 23.000 millones de dólares y ha convertido el incierto destino de Twitter en un preocupante riesgo para los accionistas del fabricante de coches eléctricos. El único plan que Musk ha anunciado hasta ahora para reinventar la red pasa por crear X, una app para todo, que a día de hoy es poco más que una especulación y que no resuelve ninguno de los interrogantes sobre la mesa. Todo apunta a que probablemente sea el mercado el encargado de poner los límites al desnortado e inquietante rumbo que el jefe de Tesla ha impuesto en la compañía del pajarito azul.