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Tribuna

Innovación empresarial en momentos de cambio

La innovación, como la tecnología, no es diferenciadora en sí misma. Solo se convierte en ventaja competitiva si se pone al servicio del cliente, de la sociedad.

Durante este último año hemos sido testigos de cambios de fuerte calado en el ámbito social, geoestratégico y económico. Cambios que se añaden a tendencias preexis­tentes y que dibujan un nuevo entorno que, entre otras cosas, nos obliga a buscar soluciones innovadoras que nos hagan más competitivos y cuyos beneficios lleguen a toda la sociedad.

En Europa hemos sido conscientes de las limitaciones que tienen unas cadenas de suministros definidas sin ningún constreñimiento geográfico y extendidas por todo el planeta, ante situaciones en las que los canales de distribución se rompen, una situación que se ha complicado tras el aumento del riesgo geopolítico por la guerra en Ucrania.

Además, se añade el hecho de que en Europa hemos llegado de forma abrupta a la conclusión de que necesitamos mayor nivel de autonomía en aspectos estratégicos tales como el energético, la seguridad y el de la tecnología, de forma que podamos garantizar nuestra independencia a la hora de defender nuestros intereses y valores.

Y, por otro lado, seguimos adaptándonos a una digitalización imparable, así como a los necesarios avances en sostenibilidad medioambiental.

Y todo ello en medio de un contexto económico de altísima incertidumbre, en el que todavía tenemos poca claridad sobre la profundidad y persistencia de los daños causados por la guerra, particularmente graves en materia de crisis energética e inflación.

Todas estas tendencias son las que están generando cambios disruptivos con una enorme velocidad, y son las que hoy nos interpelan a todos porque nos exigen reflexionar, replantear e innovar en nuestros modelos de negocio.

Cuando hablamos de innovación ha de entenderse en sentido amplio. Debe trascender el campo de la tecnología extendiéndose a todos los sectores, a todas las empresas y a todos los negocios y procesos. La innovación debe ser incorporada y potenciada como un proceso de mejora continuo dentro de la empresa, que agiliza los procesos operativos, eficienta la gestión, aumenta la competitividad y mejora la productividad.

Pero la innovación, como la tecnología, no es diferenciadora en sí misma. Solo se convierte en ventaja competitiva si se pone al servicio del cliente, de la sociedad. Y si esto siempre ha sido cierto, puesto que la innovación es consustancial al desarrollo del ser humano, no cabe duda de que en una situación como la actual, de gran incertidumbre, y en un país como el nuestro, donde adolecemos de un problema estructural de productividad, la innovación torna de ser importante a ser imprescindible.

Innovación que, qué duda cabe, debe ser apoyada por las Administraciones, facilitando la creación de unas condiciones que sirvan de promoción a las iniciativas empresariales, creando un caldo de cultivo que apoye al emprendimiento y atraiga y retenga el mejor talento. Máxime en un mundo de competencia global, en el que competimos con otros países para atraer a los agentes creadores de riqueza.

Pero la innovación debe nacer y desarrollarse desde las propias empresas. Porque el empresario, con su creatividad, cambia las reglas del juego. Las empresas, con su experiencia, su saber hacer y su visión, son las que tienen la verdadera capacidad de liderar los procesos de innovación.

Una innovación que debe servir para reducir la desigualdad y mejorar la cohesión social. Porque, aunque en el corto plazo los beneficios generados por la innovación pueden no llegar de una forma inmediata y uniforme a toda la población, la innovación es la principal palanca para el crecimiento empresarial.

Crecimiento que, a su vez, genera empleo y revierte en mayores oportunidades para toda la población. Solo así podremos decir que la innovación ha cumplido con su objetivo, que no es otro que ser una palanca clave para un desarrollo socioeconómico más inclusivo, más igualitario y con mayores oportunidades para todos.

Son momentos muy exigentes para los gestores empresariales. Pero son también momentos de grandes oportunidades, porque hay que tener siempre en cuenta que el cambio supone la ruptura del statu quo y, por definición, en las rupturas del statu quo, se generan oportunidades.

Oportunidades que aprovecharán aquellos agentes que entiendan estos cambios y tengan imaginación, visión y capacidad de innovación para darles respuesta.

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