Apoyar la unión de Iberia y Air Europa sin rebajar el control de la competencia
Después de casi tres años de dificultades y trasiegos, las negociaciones entre Iberia y Air Europa vuelven a entrar en vía rápida en un segundo intento de cerrar la integración de la aerolínea de Globalia en IAG. Las cifras que están sobre la mesa suman un total de 500 millones de euros por el capital, más una deuda financiera que supera los 600 millones y sirvió de paraguas ante el hundimiento de la actividad en 2020. El fuerte impacto de la pandemia sobre el desempeño de ambas compañías no solo ha reducido el volumen de la posible operación, sino también modificado el itinerario de aprobación del acuerdo en lo que atañe a las autoridades de competencia, ya que será la CNMC española y no Bruselas la encargada de analizar sus consecuencias sobre el mercado.
Pese a ello, el obstáculo más complejo que afrontará la integración de las dos aerolíneas puede ser precisamente el de la competencia. Si las negociaciones finalmente se cierran con éxito, Iberia o en su caso IAG prevé enviar el esquema del acuerdo a finales de noviembre o principios de diciembre a una CNMC que conoce con cercanía y profundidad el mercado español, lo que puede beneficiar tanto al procedimiento como a la calidad técnica de la decisión. Esa circunstancia no elimina, sin embargo, la posibilidad de presiones por parte de competidores europeos, como Air France o Lufthansa, o de un tercer estado miembro, dado que todos ellos están capacitados para solicitar la intervención de Bruselas, algo que la propia CE puede realizar también de oficio. En un mercado tan reducido como el europeo, es razonable prever que las presiones sobre el procedimiento a nivel comunitario no respondan solo a razones de competencia, sino también a los intereses de rivales o de terceros países.
La integración de Iberia y Air Europa tiene ventajas objetivas que no solo atañen al negocio de ambas compañías, puesto que fortalecerá el hub de Madrid-Barajas y recortará distancia en competitividad frente a los hubs del norte de Europa, especialmente en lo que se refiere al tráfico hacia los destinos de Asia. La aerolínea resultante será un jugador nacional más fuerte y con mayor capacidad para volver la mirada a otras rutas internacionales frente a la actual concentración de ambas en Latinoamérica, lo que beneficiará las relaciones comerciales y económicas de España. Todas ellas son razones importantes para que el Gobierno apoye la operación, especialmente si la decisión implica a Bruselas, pero siempre bajo la premisa de que el acuerdo supere con rigor el examen del impacto sobre la competencia en el mercado y sobre los intereses de los consumidores.