Una década después, la banca regresa a aguas conocidas
La etapa de tipos cero ha derribado dogmas en banca, forzando cambios en los modelos de negocio y creando al tiempo nuevas tendencias en los consumidores y nuevas áreas de competencia. El sector se ha visto obligado durante 10 años a recorrer territorio inexplorado, pero la guerra de Ucrania ha devuelto la inflación, los tipos positivos y, de repente, el sector financiero se encuentra de nuevo en aguas cartografiadas.
La locura criminal de un tirano ha propiciado este cambio de tercio, con implicaciones en el negocio de los propios bancos, en las finanzas familiares y en las empresariales. El anclaje de la eurozona ha evitado los males mayores que sufren en este contexto economías emergentes y no tan emergentes. En todo caso, la artillería comercial de los bancos ya está ajustando el tiro. Durante unos años, la generación de beneficios ha dependido en gran medida de las comisiones. La competencia pasaba, pues, por conseguir (o robar) clientes con el gancho de una hipoteca casi gratis y rentabilizarlos vía ventas cruzadas.
A medida que las alzas de tipos se consolidan, cambian también las demandas del cliente: depósitos o productos de inversión conservadora con buenos intereses e hipotecas o créditos al consumo que no den sustos. Si bien en retribución del pasivo los bancos están arrastrando los pies para no dañar el margen, y en consumo manda el miedo a la mora, en hipotecas o cuentas con vinculación ya aflora la competencia. Algo razonable dado que se trata de productos con un mayor horizonte temporal.
Es esta la primera subida del precio del dinero desde que la marea de la crisis financiera se llevara por delante buena parte del sistema bancario. Desde 2010 se han cerrado casi seis oficinas al día y el número de entidades ha pasado de 55 a 10. Queda por ver en qué medida estos recortes tan severos de red comercial erosionan la competencia entre las entidades tradicionales, o si serán las firmas de banca por internet o fintech las que recogen el testigo y fuerzan al sector a mejorar sus ofertas.
De esta última incógnita nace otra con perfil de más largo plazo. En su búsqueda de ganar eficiencia, las entidades han apostado por el cierre de las oficinas tradicionales, convertidas en ocasiones en localizaciones a medio camino entre banco, cafetería y lounge aeroportuaria o, casi siempre, en locales vacíos. En el futuro cercano, el sector tendrá que dar con la combinación óptima no solo de producto, sino también de distribución, entre las oficinas bancarias de barrio, las flagships con servicios adicionales y la presencia exclusivamente digital.