Los grandes fondos priorizan el medir el impacto de la inversión sostenible
Un informe de Schroders revela la importancia creciente de calibrar bien estas métricas
La inversión sostenible ya no es una moda. Tener en cuenta aspectos no financieros a la hora de invertir el dinero se ha convertido en el paradigma de inversión de esta década. En parte por convencimiento. Y en mayor parte por imposición. En cualquier caso, los grandes inversores institucionales dan cada vez mayor importancia a medir el impacto social o medioambiental que tienen sus decisiones de asignación de activos.
La gestora de fondos británica Schroders elabora cada año un informe sobre cómo abordan los grandes inversores estos aspectos ESG (medioambiente, social y de gobernanza, por sus siglas en inglés). Una de las principales conclusiones del estudio es que el 48% de los encuestados prioriza la denominada "inversión de impacto" a la hora de implementar la sostenibilidad.
En los albores de la inversión sostenible, bastaba con excluir de los fondos algunos sectores o compañías problemáticas, como los fabricantes de armas, las tabaqueras o las petroleras más contaminantes. Pero ahora ese enfoque se ha quedado corto. Las gestoras quieren medir exactamente cuántas emisiones de C02 han evitado con sus decisiones, para trasladárselas a unos clientes particulares, cada vez más preocupados por estos temas. O cómo están mejorando los datos de paridad en los consejos de administración de las compañías en las que invierten.
También está cobrando un gran protagonismo la integración de los aspectos ESG en todo el proceso de inversión. Algo que ya hacen el 76% de los inversores consultados. Esto consiste en que no hay únicamente un departamento de análisis que emite alguna valoración sobre esta cuestión, sino que todos los directivos, gestores de fondos y analistas de una firma tienen presentes este asunto cuando diseñan productos, monitorizan compañías o invierten.
Andy Howard, director global de inversiones sostenibles de Schroders, explica que "cada vez más, los inversores institucionales quieren medir, gestionar y generar impacto con sus decisiones". El experto también subraya que también está aumentando la preocupación por la merma de rentabilidad que pueden sufrir las carteras por invertir siguiendo patrones ESG.
Durante años, las inversiones sostenibles han funcionado muy bien, mejor incluso que las que no tenían ese sesgo. Sin embargo, con la guerra de Ucrania, la inflación y las subidas de tipos, muchas compañías de renovables que se habían revalorizado mucho, han sufrido severas correcciones, lastrando al conjunto de la inversión ESG.
Las expectativas de rentabilidad de los inversores para los próximos cinco años se han deteriorado en comparación con las de hace un año, agravadas por la importante preocupación por el impacto de la subida de la inflación y de los tipos de interés, así como por la creciente incertidumbre geopolítica y el temor a una desaceleración mundial.
El estudio de Schroders, publicado por primera vez en 2017, recaba la opinión de 770 inversores en todo el mundo, con un volumen de activos gestionados por valor de 27,5 billones de dólares.
Además de la medición del impacto, otro factor cada vez más importante para los grandes inversores es el compromiso (engagement, en la jerga). Esto se concreta en un diálogo fluido con l as compañías cotizadas, para conocer de primera mano sus iniciativas en materia ESG y para tratar de corregir los posibles errores que estuvieran cometiendo. El último paso es ejercer un voto activo en las juntas de accionistas, votando en contra de iniciativas que no se ajusten a los criterios de ESG del inversor (como pueden ser los sueldos exorbitados para la dirección o las trabas a la sindicación de sus empleados).