El giro presupuestario deja a Truss en un vacío de credibilidad
Hará falta algo más que un cambio parcial para que recupere la confianza de los inversores
El Gobierno británico ha “escuchado” a los mercados financieros. La primera ministra, Liz Truss, desechó el lunes la propuesta más controvertida de su llamado plan de crecimiento: la supresión del tipo impositivo del 45% para las rentas más altas. Pero hará falta algo más que un giro parcial para recuperar la confianza de los inversores mundiales.
El giro de Truss y del canciller (ministro) de Hacienda, Kwasi Kwarteng, es bienvenido. El “minipresupuesto” anunciado el 23 de septiembre hizo que los rendimientos de los bonos del Estado a 10 años del Reino Unido se dispararan hasta el 4,6%, y obligó al Banco de Inglaterra a anunciar un plan de compra de bonos por valor de 65.000 millones de libras (75.000 millones de euros) para rescatar los fondos de pensiones del país. El recorte de los impuestos sobre los tipos más altos resultó tóxico incluso entre los parlamentarios conservadores de Truss.
A pesar del cambio de rumbo, los inversores siguen teniendo motivos para preocuparse por la política fiscal del Gobierno, que va a duplicar el endeudamiento hasta casi el 4% del PIB en 2027, según el Institute for Fiscal Studies (IFS). Mantener el tipo impositivo del 45% ahorrará al Gobierno unos 6.000 millones de libras (7.000 millones de euros) al año, o el 0,3% del PIB. Pero hay otras dos medidas preocupantes que siguen en la agenda de Truss: la cancelación de una subida prevista de las cotizaciones a la seguridad social y de un aumento del tipo del impuesto de sociedades. Según el IFS, estas medidas por sí solas costarán a la Hacienda británica más de 31.000 millones de libras (36.000 millones de euros) al año. Ello se suma a la limitación del precio de la energía, que costará 60.000 millones (69.000 millones) en seis meses.
Hasta ahora, el Gobierno no ha explicado cómo financiará estos regalos fiscales, aparte de las vagas insinuaciones de nuevos recortes del gasto y de un crecimiento más rápido. Por lo tanto, los inversores seguirán preocupados, incluso si Truss se embarca en una política de austeridad destructiva, que golpeará el crecimiento y creará inestabilidad política.
A más largo plazo, la confianza en el Gobierno de Truss, y la resiliencia de las instituciones británicas, pueden haberse debilitado. El anuncio de un enorme plan de estímulo en un momento de pleno empleo, inflación galopante y un déficit por cuenta corriente del 8% siempre iba a ser contraproducente. La decisión del Gobierno de seguir adelante sin el escrutinio del organismo de control fiscal británico, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, también sienta un mal precedente.
Después de que Kwarteng anunciara su cambio de rumbo, los rendimientos de los gilts a 10 años del Gobierno cayeron brevemente, pero seguían estando unos 0,5 puntos porcentuales más altos que el 22 de septiembre, el día antes del anuncio del minipresupuesto. Y la libra esterlina sigue perdiendo casi un 3% frente al dólar desde que la primera ministra Truss asumió el poder el 6 de septiembre. Tanto para Truss como para Kwarteng, el camino hacia la credibilidad económica será largo y arduo.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías