La oportunidad de España en el complejo panorama de la energía
Nuestro país tiene grandes opciones de convertise en el ‘hub’ renovable europeo, pero debe tomar decisiones para lograrlo
El sector de la energía está viviendo tiempos convulsos en todo el mundo, pero con mayor intensidad en Europa. La subida del precio del gas, causada inicialmente por el aumento de demanda en China y agravada por la guerra de Ucrania, ha llevado los precios de energía eléctrica en toda la UE a valores inimaginables hace un año, y a eso se une la enorme debilidad estratégica que supone la dependencia del suministro de gas de Rusia.
En ese contexto, y con el invierno llamando a la puerta, la UE trabaja contrarreloj para sortear una situación que puede llevar a algunos países centroeuropeos al caos energético, y con ello, a una gripe generalizada de todo el continente europeo. La aprobación en julio de una nueva taxonomía verde que entrará en vigor en 2023 y que califica a la energía nuclear y de gas como energía limpia, debe entenderse como una vía algo desesperada para autorizar nuevas inversiones en plantas nucleares –a beneficio de Francia– y de plantas regasificadoras de gas –a beneficio de Alemania– y reducir así su dependencia futura del gas ruso.
Pero estas medidas no son ni serán suficientes, lo que ha obligado recientemente a trabajar a la UE sobre cuatro polos de actuación a muy corto plazo: el ahorro inteligente de energía, el aumento de la carga fiscal a las empresas energéticas, la inyección de liquidez a empresas en claro riesgo de quiebra, como es el caso de las comercializadoras, y, finalmente, la intervención directa en el mercado fijando un tope al precio del gas o directamente al precio de electricidad, limitando los beneficios extraordinarios de las tecnologías inframarginales (todas las tecnologías de generación, exceptuando el gas y el carbón).
En todo caso, a pesar de la cada día más evidente necesidad de apoyar el desarrollo de las energías renovables, resulta evidente que la transición energética necesita incluir una planificación de la hoja de ruta para los próximos 10 o 20 años que incluya energías de respaldo hasta que las energías verdes puedan suministrar el 100% de la demanda eléctrica. Y las inversiones arriba indicadas acordes a la nueva taxonomía hay que entenderlas en esa dirección.
Sin embargo, no se debe perder el foco, y en este sentido la UE no ha variado su posición: la mejor solución para completar la transición energética es hacerla cuanto antes, lo que requiere aumentar rápidamente la velocidad de inversión en energía solar y eólica, y comenzar a invertir en almacenamiento, para que éste proporcione la energía de respaldo imprescindible que permita una generación verde de forma masiva.
En este escenario, España tiene una posición muy ventajosa frente al resto de países europeos: cuenta con sol y viento, espacios con poca densidad de población y muchos terrenos poco fértiles, lo que debería permitir a nuestro país convertirse en el hub renovable europeo. Además, tiene plantas regasificadoras que aseguran una mayor independencia de los suministradores y podrían dar cierto soporte al resto de Europa como puerto de entrada y redistribución de gas.
Para conseguir materializar esa posición ventajosa es imprescindible tomar acciones, que desde nuestra óptica, se resumen en tres grandes apartados:
Por un lado, hay que agilizar el proceso de autorización administrativa de nuevas plantas, aumentando las dotaciones de equipos humanos que se ocupan de ellos (hoy totalmente infradimensionados), ya que capital para invertir en nuestro país, procedente de fondos nacionales e internacionales, hay en abundancia.
Por otro, hay que facilitar el crecimiento acelerado de almacenamiento con baterías creando un marco jurídico y normativo estable que permita identificar qué pueden hacer las baterías y en qué condiciones, para que las inversiones en fábricas industriales de baterías y en plantas de almacenamiento de energía sean posibles y rápidas.
Por último, hay que negociar con la UE para conseguir aumentar las interconexiones con Europa, fundamentalmente de energía eléctrica. ¿Qué sentido tiene que España sea un hub europeo de generación verde y barata si no puede exportarla?
Y toda esta labor, especialmente la aceleración de procedimientos administrativos, así como la concreción de la cobertura regulatoria que necesita el almacenamiento, debemos completarla en los próximos 12 meses si queremos aprovechar al máximo los fondos Next Generation, ya que dichos fondos exigen que los proyectos a los que se destinen estén operativos en 2027 como fecha tope.
Además representa una doble oportunidad para el país, tanto en el desarrollo de nuevas tecnologías de alto valor añadido, para las que España cuenta con excelentes profesionales y centros de investigación, como para nuestro tejido industrial que, con el impulso de los fondos europeos, debería ser capaz de competir en mercados de alto valor tecnológico, reduciendo la dependencia de suministro de terceros países y generando a su vez muchos puestos de trabajo cualificados, de calidad y larga duración
Si tenemos éxito en lo anterior, España tiene el potencial de consolidar un diferencial de precio de energía frente al resto de países europeos, que siguiendo las previsiones de OMIE puede estar por encima de los 50 euros/MWh (especialmente frente a Francia y Alemania), lo que permitirá a nuestro país el mantener una ventaja competitiva para futuras inversiones industriales.
¿Serán capaces nuestros gobernantes de tener la visión de largo plazo que requiere la puesta en marcha de las acciones anteriores o seguiremos concentrados en medidas de corto plazo? El tiempo lo dirá.
Domingo Vegas es Presidente Grupo Gransolar