La inflación sobre los alimentos no se ataja con recetas populistas
El feroz avance de la inflación ha dejado de sentirse solo en la energía y las materias primas para irrigar el conjunto de la economía y llegar hasta la puerta de cada casa, es decir, hasta la cesta de la compra. El debate político iniciado la semana pasada por la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, al proponer a la gran distribución que limite los precios de determinados artículos de consumo por el alza de la inflación, y ofrezca una cesta de la compra sana, variada, a precio fijo y con opciones para celíacos, no solo ha provocado un enfrentamiento abierto en el Gobierno, sino que ha incendiado el sector agroalimentario y el de la distribución. Desde el gran consumo se advierte de que los precios de la alimentación van a seguir subiendo, presionados por el coste de la energía y de otras materias primas, y de que las empresas no podrán asumir el total de ese rally en sus márgenes y tendrán que repercutirlo en parte en el consumidor. En el sector primario se reconoce que la inflación está tensionando todos los eslabones de la cadena alimentaria, comenzando por los productores, cuyos costes aumentan por la volatilidad del precio de las materias primas, la energía y las propias condiciones meteorológicas.
Lamentablemente para la ministra Díaz y para la economía española, el problema de la inflación no se resuelve interviniendo grácilmente en la cadena de formación de precios de un mercado en el que existe libre competencia y que además funciona de forma razonable. La crisis energética, que es responsable de una gran parte de la inflación que está sufriendo Europa, deriva de un problema con causas coyunturales difíciles de resolver a corto plazo –la guerra de Ucrania– pero también de factores estructurales, fruto de la inercia de una Europa que ha construido su modelo energético con pies de barro y sustentado en la dependencia exterior. Ni la industria alimentaria ni el resto de los sectores de la economía tienen en su mano la receta mágica para domar los precios en esta crisis, aunque la industria, como el resto de los agentes económicos, debe actuar con lealtad y responsabilidad en el combate contra la inflación, que atañe a todo el país.
El sector de alimentación y distribución reclaman al Gobierno medidas de apoyo fiscal, es el caso de la rebaja del IVA en algunos productos básicos, como una fórmula para reducir la presión de los precios y su efecto en los consumidores. Es tiempo de buscar fórmulas que suavicen la presión de la inflación, una tarea en la que el Gobierno debe escuchar a la industria y a las empresas en lugar de ceder a la tentación de lanzar propuestas populistas, que tal vez funcionen en el fragor político, pero no lo hacen en la economía.