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Lo que mueve a los activistas son los CEO, no las tarjetas de delegación de voto

Los inversores de las empresas estadounidenses tienen una nueva forma de intervenir en los asuntos corporativos. El jueves se inician los cambios en la forma de votar a los consejeros, y es probable que más empresas sean el objetivo de los machacones, a veces con exigencias absurdas. Aun así, los directivos que hacen bien su trabajo tienen poco de qué preocuparse.

Anteriormente, cuando un activista proponía directores alternativos para su elección en la junta de accionistas de la empresa, tenía que enviar una tarjeta de votación separada a los inversores en la que solo aparecieran sus candidatos. Las nuevas normas, aprobadas el año pasado por la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos, dicen que las empresas deben incluir a los candidatos disidentes en la misma tarjeta de votación que los suyos. Los accionistas ya no tendrán que elegir entre un grupo u otro.

Hacer campaña contra el consejo de administración de una empresa puede salir más barato ahora. Los activistas no tendrán que esforzarse tanto para que los accionistas les presten atención, y muchos han observado que podría ser más fácil para los accionistas proponer a un candidato al consejo de administración. Pero el cambio puede ser sutil. Muchas empresas ya permiten a los accionistas que llevan más de tres años proponer a un consejero para su elección, pero es algo que apenas se utiliza.

Es bueno que los accionistas tengan más libertad para expresar sus preferencias, algo que incluso la comisaria disidente de la SEC Hester Peirce apoyó en noviembre. Pero una campaña es tan fuerte como las sugerencias que hace un activista gruñón. Las sugerencias solo tendrán eco entre los demás accionistas si ellos también están decepcionados con los resultados de la empresa, y en particular con lo que haya hecho el consejero delegado.

Incluso los activistas más obstinados han tenido problemas con campañas en las que era más el ruido que las nueces. Carl Icahn fracasó a principios de este año en su intento de agitar la cadena de comida rápida McDonald's. Sus quejas sobre el trato a los cerdos no tuvieron eco, pero también los resultados de McDonald's frente a sus competidores no fueron lo suficientemente malos como para que esa batalla mereciera la pena.

Los jefes de las empresas andan sobrados de desafíos. La subida de los tipos de interés encarece la financiación, las plantillas están inquietas y la situación económica mundial sigue siendo inestable. Pero los accionistas deberían ser capaces de distinguir entre un mal mercado y una mala gestión. Incluso con el voto universal, los directivos que lo estén haciendo de modo impecable verán que su control está más asegurado que nunca.

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