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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prudencia empresarial para afrontar el otoño

Es bienvenida, pero no es un bálsamo de Fierabrás, si el ajuste es más brusco de lo previsto.

CINCO DÍAS

Es pronto para saber si el miedo al devenir económico que traiga el otoño es una expectativa fundada, un exceso de prudencia, una profecía autocumplida o una mezcla de todas ellas. Las condiciones para una contención del gasto y la inversión como consecuencia de la inflación y la crisis energética (con riesgo de restricciones) están sobre la mesa, por más que el verano esté marcando récords de ocupación y, con toda seguridad, gasto turístico. Y las empresas, sin necesidad de aventar el futuro, ya notan, al igual que los hogares, la inflación: el 80% (según el Banco de España) notan alzas de costes, pero no todas pueden repercutirlo en precios. Mientras los aprovisionamientos se han encarecido el 23%, las ventas solo el 19,8% (de acuerdo con datos de Cepyme).

En los últimos años, el sector empresarial ya ha tenido que adaptarse sin previo aviso al impacto de la pandemia y a los cuellos de botella en el suministro de componentes esenciales (principal, pero no solamente, semiconductores). Ahora, con la tormenta en ciernes (al menos, la de los costes) se está adelantando con planes de contingencia para compensar estos incrementos de los costes, tal y como asegura la patronal de las pequeñas empresas Cepyme.

La capacidad de previsión y anticipación ante los cambios de la coyuntura es un elemento de flexibilidad central a la hora de mitigar el daño sobre el tejido productivo: cuanto más preparada esté una empresa para afrontar tensiones de liquidez y/o demanda, más suave será la eventual reducción de capacidad y menor la probabilidad de cierre. Es verosímil, además, que la experiencia de los dos últimos años haya ilustrado las ventajas de disponer de planes de contingencia. Los ERTE, siendo una figura de corte administrativo, también ayudan a entender las ventajas de la flexibilidad a la hora de afrontar los caprichos de la coyuntura.

La prudencia, así, es siempre bienvenida, independientemente de si el devenir de las economías lo justifica a posteriori. La alternativa es mucho peor, y el historial de España a la hora de oír malas noticias no es para presumir; ni desde los respectivos Gobiernos, ni desde las empresas, ni desde el sector financiero o los propios consumidores.

Con todo, esta prudencia no es ningún bálsamo de Fierabrás. Las propias empresas dan por hecho que si el enfriamiento de la economía es más agudo de lo previsto o las subidas de costes, más abultadas, tendrán que echar más mano de la tijera. Como reza el viejo dicho, espera lo mejor, prepárate para lo peor y acepta lo que venga.

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