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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La tenaza de la inflación y los tipos sobre el consumo y la inversión

El crecimiento quedará en manos de las exportaciones, muy dependientes de la marcha de la economía en el resto de Europa y del mundo

CINCO DÍAS

Los expertos en macroeconomía se han abonado de forma generalizada al pronóstico de que habrá un buen verano para la economía española, pero un mal otoño, que podría precipitar un peor invierno si Europa entra en una crisis energética desconocida con el corte del gas procedente de Rusia. De manera también bastante unánime, consideran que España esquivará la recesión, aunque tal aserto se pone siempre entre los interrogantes de la marcha de la guerra y el uso por parte de Moscú de la energía como un arma para poner de rodillas a Europa. En todo caso, cada día aparecen nuevos escenarios de previsiones con números concretos que recogen un ejercicio 2023 cada vez más pesimista, y con un crecimiento que sería la mitad del registrado este año. Las estimaciones aparecidas en los últimos días (Comisión Europea, Airef, BBVA, Funcas) lo sitúan en el 2%, e incluso por debajo, lo que alejaría la posibilidad de que España alcanzase en 2023 el nivel de PIB previo a la pandemia de Covid, y debería esperar a 2024, siempre en condiciones normales.

Las estimaciones para los próximos 18 meses manejan un avance más modesto del consumo privado por la presión de la inflación, que seguirá marcando la pauta de la coyuntura económica, lo que forzará incluso a los hogares a echar mano de sus niveles de ahorro, que se contraerán, para atender las necesidades de gasto. Los avances de los precios medios superarán con holgura el 8% este año y estarán cerca del 5% el que viene. En paralelo a esta moderación del consumo, y especialmente en los trimestres de 2023, habrá una contracción fuerte del avance de la inversión, tanto en construcción como en equipamiento, como consecuencia de la presión de unos tipos de interés cada vez más exigentes. Una doble tenaza que llevaría contra las cuerdas las dos grandes variables de la demanda (consumo e inversión) y que dejaría el crecimiento en manos de las exportaciones, muy dependientes también de la marcha de la economía en el resto de Europa y del mundo.

Las estimaciones gubernamentales situaban en el tercer trimestre del próximo año el momento en el que la producción sería superior a la de 2019, un escenario que debe ser revisado. Porque desde tales cálculos se ha contraído varias veces la previsión de crecimiento de este año y ahora de forma bastante generalizada la de 2023, lo que aleja definitivamente tal posibilidad de recuperación. Sí se ha recuperado desde hace ya meses el nivel de empleo, un fenómeno que revela un proceso de reparto del trabajo existente en determinadas actividades de servicios y una pérdida preocupante de productividad, que debe ser corregida cuanto antes.

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