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El complicado impuesto bancario español tendrá imitadores europeos

La lógica del tributo es dudosa, pero eso no impedirá que se extienda por una Europa que sufre escasez de energía

España decide castigar a un viejo chivo expiatorio. La cuarta economía de la zona euro ha anunciado un impuesto de 1.500 millones de euros a los bancos del país, mientras su Gobierno lucha contra la espiral de costes de la energía que está inflando el coste de la vida. Su lógica es dudosa, pero eso no impedirá que se extiendan gravámenes similares por toda Europa, que sufre de escasez de energía.

Tras la crisis financiera de 2008, se culpó a los bancos de desestabilizar la economía mundial. Eso los convirtió en un blanco fácil cuando Gran Bretaña introdujo un impuesto sobre entidades bancarias como Barclays y HSBC, recaudando miles de millones de libras cada año. Ese impuesto tenía al menos una base sólida: inicialmente incentivaba a los bancos a reducir sus pasivos mayoristas de mayor riesgo.

El asalto a los bancos españoles es otra cosa. Su mecanismo está aún por determinar, pero parece basarse en la suposición de que entidades como el Banco Santander y CaixaBank disfrutarán de un aumento de los beneficios cuando suban los tipos de interés. En efecto, la inflación europea se ha disparado hasta alcanzar un máximo histórico de casi el 9% en junio, aumentando la presión sobre el Banco Central Europeo para que suba los tipos de interés. Pero sigue siendo un impuesto sobre una posible ganancia futura más que una ganancia evidente ahora mismo. También se corre el peligro de que una recesión obligue a los bancos a hacer más provisiones para pérdidas de préstamos, contrarrestando así cualquier beneficio que pudieran obtener de los tipos más altos.

Las entidades crediticias también tienen objetivos menos meritorios. Los márgenes de interés neto en España son ahora de un exiguo 1%, menos de la mitad de lo que eran hace cinco años. Los inversores de la región también tienen que lidiar con un raquítico 7% de rentabilidad de los fondos propios, por debajo del coste de capital de los bancos.

Los bancos españoles podrían amenazar con retirar las inversiones de la región, pero son amenazas en gran medida huecas. Por este motivo, la idea puede calar en otros países europeos. En Polonia, el Gobierno ya ha pedido a los bancos que ofrezcan moratorias a los clientes de hipotecas para ayudarles a gestionar la creciente inflación. El mes pasado, Hungría introdujo un impuesto inesperado sobre el sector aéreo para tapar agujeros en su presupuesto. Cuanto más se generalicen estas políticas, más fácil será que los gobiernos no solo las sigan, sino que las conviertan en elementos semipermanentes.

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