Los 40 coches preferidos de Norman Foster
El arquitecto presenta una exposición única en el Museo Guggenheim de Bilbao
Era el sueño de Norman Foster: realizar una exposición que aunara coches, arte y arquitectura. Su pasión por los automóviles le viene desde que era joven, cuando empezó a conducir su primer coche, un Morris de 1935, propiedad de su familia, aunque su primer vehículo de colección fue un Jeep y si tuviera que elegir su modelo preferido tiene claro que sería un Dymaxion, dada la fascinación que siente por el diseñador Richard Buckminster Fuller. De hecho, uno de los coches de su colección, el Dymaxion #4 se exhibe en la exposición Motion Autos Art Architecture by Norman Foster, que se exhibe desde el 8 de abril al 18 de septiembre en el Museo Guggenheim de Bilbao, y que cuenta con el patrocinio de Iberdrola y el grupo Volkswagen.
Se trata de una muestra exclusiva, en la que la citada pinacoteca y la Norman Foster Foundation han estado trabajando los últimos tres años y que reúne 40 espectaculares automóviles, una selección realizada personalmente por el arquitecto de los mejores de cada clase en cuanto a belleza, singularidad, progreso técnico y visión de futuro.
De hecho, en el recorrido se pueden ver, por primera vez en Europa, dado que nunca han salido de Estados Unidos, tres prototipos de Firrebird, de los años 50, creado por General Motors, un tríptico único en el mundo con un componente de sostenibilidad importante, dado que en aquella época la compañía ya predijo que los coches podrían deslizarse de manera autónoma por las autopistas, o estar controlado de forma electrónica.
“Es fascinante el vínculo entre la producción y la energía y cómo esto se integra en el nuevo mundo emergente de la movilidad”, señaló Foster durante la presentación de la muestra, en la que estuvo acompañado de Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, Herbert Diess, consejero delegado del grupo Volkswagen, y del director del,Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte.
Para Foster, el coche fue uno de los dinamizadores de la transformación, en cuanto ordenación y salubridad, de las ciudades y del entorno rural. El automóvil en sus comienzos fue algo bello, limpio para las ciudades porque se cambió al caballo como medio de transporte por el caballo mecanizado”. También se refirió a la emocionalidad y personalidad del diseño: “Son objetos bellos que coexisten con las obras de arte y la arquitectura, es un artefacto cultural por derecho propio”, añadió Foster, que destacó el valor cultural de la automoción como seña de identidad de los países, y cómo las circunstancias económicas y sociales han marcado las tendencias. Citó como ejemplo la gran carencia que hubo de energía en la Segunda Guerra Mundial y que generó el diseño de coches más pequeños. “Estamos en una nueva era y se requiere aprender de las lecciones del pasado. En un mundo globalizado y estandarizado el coche del futuro puede ser un dormitorio o una sala móvil. También habrá que ver qué pasará con los seguros ya serán coches libres de riesgos”, explicó el arquitecto.
La exposición analiza las afinidades entre la tecnología y el arte. Se muestra, por ejemplo, cómo el uso del túnel del viento ayudó a dotar al automóvil de su forma aerodinámica, con el fin de que fuera más rápido economizando energía. De hecho, esta innovación tuvo repercusión en las obras del movimiento futurista y en el diseño de otro tipo de objetos, como electrodomésticos o locomotoras, tal y como ensalzó durante el recorrido Alberto Cendoya, arquitecto de la Norman Foster Foundation.
Una de las salas que más llama la atención es ls bautizada como Sculptures, donde Foster yuxtapone cuatro de los más bellos automóviles del siglo XX -Bugatti Type 57SC Atlantic, 1936, Delahaye 165, 1939, Pegaso Z-102 Cúpula, 1952 y Bentley R-Type Continental, 1953- a esculturas de de dos de los grandes artistas del mismo período: Figura recostada de Henry Millar, definida por sus suaves curvas, y el colosal móvil, 31 de enero, de Alexander Calder.
En la sala Sporting se pueden admirar, a la vez escuchar el sonido de los bólidos, cinco vehículos pensados para competiciones, especialmente para la Fórmula 1, como el Porsche 356 Pre-A, 1950, el Ferrari 250 GTO, 1960, o el Aston Martin DB5, de James Bond, 1964. Estos automóviles fueron retratados por artistas como Andy Warhol o diseñadores como Ken Adam.
Otra de las atracciones se encuentra en la sala Visionaries, el Mercedes-AMG F1 W11 EQ, con el que Hamilton ganó el campeonato de Fórmula 1 en 2020.