La construcción española afronta un parón en Polonia, su gran mercado del Este
Ferrovial, Acciona y ACS tienen fuerte actividad en el país, donde se advierte de riesgos laborales, subidas de costes y una menor inversión
La crisis humanitaria generada por la invasión rusa de Ucrania ha puesto a Polonia en primera línea para la recepción de cientos de miles de refugiados. Una circunstancia que promete tocar de lleno a la inversión pública en el país y, por extensión, a las constructoras de media Europa. A ello se suma el shock energético que impacta, más si cabe, en las materias primas.
Referencias españolas como Ferrovial y Acciona cuentan con fuertes intereses y larga experiencia en el mercado polaco, que tras remontar el bache del coronavirus vuelve a estar sumido en la incertidumbre. Fuentes del sector dan por descontada una ralentización de la actividad.
La citada Ferrovial controla la firma cotizada polaca Budimex, que aportó en 2021 una cifra de negocio de 1.735 millones de euros, con un margen de explotación del 7,3% (5,8% en 2020) y más de 3.000 millones en cartera de obras. Acciona, por su parte, es titular desde 1999 de otra de las grandes constructoras polacas, Mostostal Warszawa. Ambas filiales sufren en Bolsa, junto a rivales locales como Mirbud y Centrum Nowoczesnych, ante el contagio por un conflicto cuya duración es impredecible.
Al frente de la UE
El esfuerzo de inversión pública en construcción respecto al PIB situó el año pasado a Polonia en el segundo puesto europeo con un 7,4%, detrás de Finlandia (8%), gracias a la planificación en infraestructuras de transporte, sociales y energéticas. España ocupó la décima posición con un 6,3%.
El sector polaco de la construcción tiene un peso ligeramente superior al 6% en el producto interior bruto del país, según un informe publicado a finales de febrero por Budimex. Austria, Lituania o Rumanía fueron señalados por la filial de Ferrovial entre los más prometedores de Europa para la actividad de la obra pública.
Otras cotizadas como ACS, a través de la germana Hochtief, u OHLA, con República Checa entre sus ocho home markets y alto interés en Polonia, son referencias con exposición a Europa del Este. Firmas no cotizadas como Aldesa, Rubau, Comsa (de salida de su constructora polaca Trakja) y Copasa, también llevan años buscando negocio en Polonia.
La asociación local de empresas constructoras PZPB ha emitido un informe en el que se pone de manifiesto la salida de mano de obra ucraniana en defensa de su país: de los 373.000 permisos de trabajo a extranjeros en 2021, el 80% fueron para ucranianos. Se ve “inevitable” el aumento en los precios de los materiales de construcción, y un estrangulamiento en el suministro de áridos, acero, cemento, aluminio y madera desde Ucrania, Rusia y Bielorrusia. El 20% del acero consumido en Polonia en 2021 llegó desde el país invadido y otro tanto desde el agresor.
El colectivo, que exige a su Gobierno aparcar disputas con la UE para acelerar la llegada de fondos europeos, también resalta el riesgo de un endurecimiento de las políticas de crédito y garantías hacia las constructoras polacas, y una menor atención a la obra pública en favor de inversiones en seguridad e infraestructura energética.
El mercado de la construcción en ese país del Este fue el de mayor crecimiento en Europa en el verano de 2019, y acabó ese ejercicio con un alza del 2,6% en producción (más de 61.500 millones de euros). Sufrió una contracción del 3,5% en 2020, fue estabilizado en el segundo año de pandemia, y para este 2022 se preveía un repunte superior al 7%. Con el inicio del año, el Gobierno polaco activó fórmulas de revisión de precios en los contratos de obra pública para plantar cara a la inflación de los materiales de obra y evitar que los proyectos se detuvieran. Distintas casas de análisis fijaban una estimación de crecimiento del 4,5% o superior hasta 2027. Pero era antes de la guerra en Ucrania.
Lo urgente ahora, según reconocen directivos españoles de la construcción, es atender a los refugiados. En segundo lugar, Polonia trabaja en asegurarse el abastecimiento de gas, que impacta directamente en los precios energéticos y en la industria de materiales de construcción.
Dos tercios del consumo de gas ha estado cubierto por un contrato con la rusa Gazprom que, previsiblemente, no será renovado. El país confía en tener el 1 de enero de 2023 conexión con el gas noruego a través del gasoducto submarino Baltic Pipe, con una capacidad de 10.000 millones de metros cúbicos anuales. El proyecto ha estado paralizado desde el pasado mes de mayo por la Agencia Danesa de Protección Medioambiental (DEPA), que ha otorgado en este mes de marzo permiso para su avance y culminación.