La rebelión de los peones y el cesarismo de las damas
El ajedrez de Iván Redondo muestra el estado de la política española, donde el asesor se confunde con el jefe y éste se comporta como un César
La entrevista de Jordi Évole a Iván Redondo, el jefe de gabinete del presidente del Gobierno que acumuló competencias de vicepresidente, no pasará a la historia por su audiencia, ni por sus consecuencias, sino por cómo una sobredosis de autoestima provoca un fallo multiorgánico. El descaro de Redondo retrata a la política española actual, donde los peones quieren ser damas y los liderazgos rezuman cesarismo, culto al jefe.
Iván Redondo se despeñó en la primera pregunta de Jordi Évole, cuando le propuso que aprovechara para presentarse ya que es un perfecto desconocido para el gran público. Como si fuera el ilusionista Juan Tamariz, echó mano al bolsillo y sacó dos piezas de ajedrez: una dama (“los políticos”, dijo) y un peón (“los asesores”, remató). “Si el peón llega a la casilla ocho se puede transformar en dama. De eso va esta entrevista”, sentencia orgulloso de su ocurrencia. Quedó claro que él, como peón, podría transformarse en Pedro Sánchez, la dama. No hace mucho que dijo, en el Congreso, que se tiraría por un barranco por su jefe. Vista la entrevista se entiende que Sánchez le ayudara a precipitarse al vacío.
El trabajo de asesor, de jefe de gabinete, de director de comunicación y funciones similares, tiene como principio básico la discreción. Atributo que no caduca al dejar el cargo. Es frecuente, y razonable, que personas que han estado en segundo plano, pero en primera línea, como Julio Feo, el gran asesor de Felipe González, terminen escribiendo sus memorias. Eso sí, años después de dejar el cargo.
En el caso del ex asesor de Pedro Sánchez, la semana que viene estará en las librerías su primera hagiografía: Moncloa. Iván Redondo. La política o el arte de lo que no se ve, escrito por su amigo Toni Bolaño. Él ni siquiera esperó a dejar el cargo. El libro lo encargó muchos meses antes de ser cesado. Si con 40 años y tres veranos en Moncloa se hace este homenaje, ¿qué querrá cuando se jubile? El egocentrismo es un lujo imposible para un asesor, que tiene que disfrutar entre bambalinas y emocionarse con el éxito de su jefe.
Las veleidades de Iván Redondo no son muy diferentes a las de su alter ego en los últimos tiempos: Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. En mayo pasado, Telecinco emitió una “entrevista” de Bertín Osborne a Díaz Ayuso en la que por sorpresa apareció su spin doctor. No fue un cameo, ocupó un buen espacio, que sirvió de demostración del poder de Rodríguez, lo contrario de lo que decían sus palabras al cantante. Nunca antes en la historia habían salido juntos el peón y la dama.
Los asesores, sean jefes de gabinete o directores de comunicación, no pueden atribuirse la autoría de nada. Su obligación es parir ideas, discursos, estrategias, que será utilizadas o no. El dueño es el que da la cara y ejecuta. Ese es el trato. El resto es pura deslealtad. Entre ambos se teje una relación que con frecuencia traspasa la esfera de lo profesional. Esa intimidad hace que muchos spin doctor pierdan suelo y se confundan. Redondo y Rodríguez (R&R), por ejemplo, hicieron crecer durante la pandemia el mito de que ellos eran los que manejaban los hilos del enfrentamiento entre Sánchez y Ayuso, que eran José Luis Moreno moviendo a sus títeres. Nunca debieron dejar que se extendiera esa idea.
No es nuevo que el peón se harte de su rol y rumie su rebelión convencido de que la dama está sobrevalorado, que sin él no es nada. Que se lo digan a Dominic Cummings, el todo poderoso asesor del primer ministro británico, Boris Johnson, que, tras ser despedido, se ha lanzado contra su jefe. Y es que la dama tiene que saber elegir a sus peones. Que se vaya preparando el alcalde José Luis Martínez-Almeida, que ya tiene asesora personal, Pilar Rodríguez Losantos, que con 28 años ya se compara abiertamente con R&R. Dará tardes de gloria.
Y los peones tienen que saber identificar bien a qué tipos de liderazgos están dispuestos a servir. Los jefes de R&R han apostado por modelos muy personalistas e intensos; cesarismos democráticos los llaman algunos expertos. La característica principal es la adoración al líder, al que se le atribuyen unas capacidades personales casi sobrenaturales, que hacen que le reconozca una autoridad suprema. El ser superior, que dijo Emilio Butragueño de Florentino Pérez.
Pedro Sánchez se ha hecho con todo el poder en el Gobierno y en el partido, no tiene quien le tosa en ninguna de las dos esferas. Ha dibujado un Gobierno que, dando por hecho que está dotado técnicamente, con ministros sin peso político y social. La mayoría son tan desconocidos como intercambiables por un buen director general funcionario de carrera. Hasta Felipe González tuvo contrapesos, empezando por Alfonso Guerra.
Estos rasgos empiezan a aparecer también en Isabel Díaz Ayuso, “la presidenta del pueblo”, que está tan poseída de la verdad que lo mismo corrige al Papa, que se va a Valencia para decirle a Pablo Casado que le da la última oportunidad y antes le tiene que apoyar para que la nombren también presidenta del PP de Madrid. Ayer dejó claro que no tiene abuela, y soltó la frasecita del día: España se está perdiendo mi Gobierno. Casado, vigila la espalda.
Sánchez y Ayuso son de los pocos casos de peones que llegan a dama, aunque para ello tuvieron la gallardía de pasar por las urnas, trámite que R&R se lo han querido ahorrar. Haberse recorrido el ajedrez entero facilita ese comportamiento cesarista. Sánchez y Ayuso dominan el escenario y el backstage y son tan capaces que podrían intercambiarse el partido y no pasaba nada. ¿Versatilidad o cinismo?
Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información. Profesor de la Universidad Complutense
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