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El futuro de los robots escritores en tiempos de algoritmos

La inteligencia artificial ya es capaz de crear textos de calidad En España no hay normativa que regule los derechos de estas obras

Getty Images
Ixone Arana

No estoy aquí para hacerles daño. Esta es la primera frase de un artículo de opinión del diario británico The Guardian sobre inteligencia artificial. La columna la firma GPT-3, el software de lenguaje natural de OpenAI, una compañía de investigación cofundada por Elon Musk y respaldada por Microsoft. GPT-3 es capaz de producir textos con asombrosa precisión, algo que hace cuestionarse a los autores si realmente los robots son tan inofensivos como GPT-3 anunciaba al inicio de su artículo o si, por el contrario, deben empezar a temerlos.

Alrededor de esta cuestión giró la mesa redonda ¿Robots escritores? Crear en tiempos de algoritmos, que tuvo lugar este viernes en la Biblioteca Pública de Segovia como parte de la programación del Hay Festival. La escritora y traductora Nuria Barrios lo tiene claro: “Si una máquina que escribe y produce algo susceptible de ser encuadernado y vendido es un escritor, sí, ya existen robots escritores”. La diferencia, expuso, se encuentra en la calidad de estos textos. “La máquina tiene un proceso de reproducción mecanizada que para crear prototipos nos superará, pero para crear algo diferente no. Eso es lo distintivo, la esencia de lo humano y lo que nos diferencia”, defendió.

Esa es también la clave para el periodista y escritor Javier Sierra, ganador del Premio Planeta en 2017 por El fuego invisible. “Actualmente ya hay tecnología capaz de crear textos complejos a partir de otros textos de Wikipedia e internet con los que se alimenta ese robot. Pero ¿cuál es la calidad del resultado? Ninguna. Cuando uno está reciclando material previo no está aportando nada nuevo a la corriente”, argumentó. El autor, además, planteó otra cuestión de vital importancia para su gremio, la de los derechos de la obra.

En ese sentido, el abogado y director del departamento jurídico del Centro Español de Derechos Reprográficos (Cedro), Javier Díaz de Olarte, explicó que, a diferencia de países como Israel o Nueva Zelanda, España carece de una regulación específica para textos artificiales. “Hay una tendencia general a pensar que la vía jurídica para protegerlo es la propiedad intelectual y el derecho de autor”, comentó. Pero, en ese caso, los obstáculos se suceden partiendo desde la propia tesis. “El derecho de autor es casi por definición para una persona física y aquí estamos ante una máquina que, de una forma autónoma o semiautónoma, da un resultado, crea algo. Además se dice que la persona física tiene que estar en el origen y la ejecución de la obra y eso aquí no se da”, advirtió.

El trabajo previo a la obra es también otro de los motivos de conflicto en cuanto a la idoneidad o no de aplicar esta norma. “Si la idea de originalidad es en ocasiones motivo de conflicto, cuando ese resultado es consecuencia de haber alimentado a una máquina de obras originales previas, es un poco distinto a la inspiración, a seguir tendencias o estilos”, prosiguió.

De hecho, el abogado planteó el conflicto ético que supone alimentar al algoritmo con obras ajenas sin que estos autores obtengan beneficios: “Hay una enorme preocupación por a quién corresponden los derechos de lo que sale de la máquina y no se presta tanta atención a los derechos de lo que le damos de comer a la máquina”.

Posibles soluciones

Para Sierra, una posible solución sería un etiquetado donde se especifique si la obra que se tiene entre manos es de autoría humana o artificial para que el consumidor sea consciente de lo que está consumiendo. “No nos va a quedar otra a futuro si queremos saber a qué nos enfrentamos”, reconoció. Desde el punto de vista jurídico, Díaz de Olarte considera que es coherente. “Puesto que se trata de un bien que está en el comercio, hay que regularlo y diferenciar una cosa de otra y llamar a cada uno por su nombre”, coincidió.

Para Barrios, en cambio, la llave la tienen las propias editoriales. “El modelo editorial ha cambiado y recorre un camino parecido al de los fondos de inversión, donde se prima el beneficio”, criticó. Buscar constantemente réplicas de los autores y las obras de más éxito, en su opinión, ya es una forma de robotización, aunque sea con escritores de carne y hueso. “Si su política no va a ser de editores, sino de gestores, estamos perdidos”, sentenció.

¿Un premiado robot?

La idea de etiquetar una obra para saber si está hecha por un humano o un robot parece descabellado, pero puede no serlo. El venezolano Rafael Cabaliere ganó el Premio Espasa de Poesía en 2020. El autor, que actualmente cuenta con casi un millón de seguidores en Twitter, escribe versos diarios en esta red social. Cuando tras ganar el premio resultó imposible localizarlo para realizar entrevistas comenzaron los rumores sobre su supuesta identidad robot. La editorial tuvo que desmentirlo en una nota de prensa e incluso publicar un vídeo donde se viese y se oyese a Cabaliere.

Sobre la firma

Ixone Arana
Es redactora de Estilo de Vida. Antes de incorporarse a EL PAÍS, donde también ha escrito para la sección de Madrid, trabajó en 'Cinco Días', principalmente en la sección de Fortuna. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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