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Principios políticos para la misión directiva

Las decisiones ya no son exclusivamente de carácter económico o industrial, porque ambas actividades se han diluido en el proceso de toma de decisiones

En la actividad directiva, el conocimiento del entorno político y social gana peso. Las decisiones ya no son exclusivamente de carácter económico o industrial, porque ambas actividades se han diluido en el proceso de toma de decisiones. De este modo, las decisiones estratégicas requieren de forma inexorable inteligencia política. Ante el ciclo económico que viene (desacoplamiento entre Estados Unidos y China, una Europa post Brexit o el incremento de los precios de las materias primas en Iberoamérica, por mencionar algunas claves), conviene pensar la estrategia de crecimiento, las políticas de apoyo a la estabilidad política e institucional, la contribución neta a los asuntos sociales de impacto. Me interesa sobremanera las tensiones de desindustrialización y desglobalización, cuyos análisis tienen una vertiente política (desafección, sobrerregulación) y social (desempleo, ideologías).

En este contexto, la misión directiva se extiende hacia nuevos territorios conforme crecen áreas expuestas al riesgo político nacional e internacional. Identifico los siguientes cuatro ejes para el desarrollo directivo.

El riesgo de desestabilización social y política afecta al consumo, pero también a la desconfianza social. Se incrementan los costes de transacción cuando flaquean las instituciones o falla la seguridad jurídica. La decisión económica debe incluir un capítulo dedicados a las externalidades que genera. ¿Qué efecto puede generar el empleo de baja calidad o la escasa contribución fiscal en un mercado? ¿Qué riesgos presenta que los partidos políticos partidarios de la desglobalización señalen al “extranjero” como nocivo para el crecimiento económico local? Le anticipo la respuesta: barreras artificiales al comercio internacional, aranceles, sanciones y sobrerregulación hasta la expulsión natural o forzada del mercado.

El conocimiento de la actividad pública, el proceso de toma de decisiones o la economía política de la regulación. Tres áreas sobresalen: infraestructuras, inversiones y finanzas requieren una actividad conjunta, una cierta confluencia en los modos y los usos de los actores públicos y privados. El sistema público -político y administrativo- ha de ser robusto para distribuir los efectos positivos del crecimiento. Si el sistema es demasiado frágil, las crisis acechan, como observamos durante la crisis bancaria de la Gran Recensión (2008). Si el sistema es demasiado rígido, las compañías desisten de participar en la cooperación público-privada. Ante el reto del cambio climático, los esfuerzos coordinados representan la única oportunidad real de mitigación, cambio de modelo energético y productivo.

La fiscalidad. Es la piedra de toque de las relaciones económicas internacionales. El debate se ha intensificado en las últimas semanas con declaraciones e iniciativas sobre la fiscalidad internacional, los paraísos fiscales o la elusión. Aquí el líder político desglobalizador tiene arsenal para un discurso populista, disparar el cobro de impuestos y atascar la innovación. La misión directiva debe incluir una reflexión sobre cómo la contribución fiscal debe ser parte del bienestar social. El business for impact principia en una actividad económica solidaria con el territorio en el que opera. No hay atajos.

La gestión de los datos. No hay programa de desarrollo directivo que no se interese por la transformación digital en sus múltiples interpretaciones. En mi visión de la práctica directiva, el reto es comprender los data politics, esto es, las implicaciones políticas y sociales de la adquisición, gestión y uso de los datos. Se estudia el desarrollo de la nueva globalización como aquella basada en la gestión de servicios digitales, gestión de datos y otros intangibles, pero hay menos interés en conocer el uso de estos para acabar con actividades políticas (corrupción, efectividad de las medidas, distribución, redes de cobertura social, etcétera). Los datos de la actividad económica privada complementan los recogidos por la iniciativa pública. Es este un buen momento para pensar líneas de negocio que satisfagan varias necesidades en materia de salud pública o el uso de infraestructuras.

En suma, la actividad directiva requiere la atención sistemática a los grandes cambios en el entorno, una suerte de prioridad estratégica e imperativa para los directivos y ejecutivos. Las bases políticas y económicas de dichas transformaciones animan a pensar que la cuestión del riesgo político y la preocupación por la gobernanza global se incorporan a la misión directiva como funciones de pleno derecho.

@juanmanfredi

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