El éxito de los ETF democratiza los mercados, pero no está libre de riesgo
La brutal volatilidad provocada desde marzo de 2020 por la pandemia ha sido una prueba de fuego para el sector, que ha podido superar
En un mundo donde personas adultas invierten en archivos informáticos únicos (llamados NFT), en acciones-meme o en divisas virtuales creadas como una broma, la eclosión de los fondos cotizados o ETF parece una innovación menor. Antes al contrario, suponen un cambio de paradigma y uno de los movimientos de más calado en el mundo financiero en las últimas décadas, y en la vía más rápida para acercar la inversión a capas de la sociedad ajenas a ella.
Hoy por hoy mueven 7,6 billones de euros, suponiendo el 28% de los fondos de inversión. Hace 10 años era el 11%. La mayor parte de los ETF replica índice ya existentes, un mecanismo no solo sencillo, sino sobre todo barato, de operar: en lugar de intentar batir al mercado (como hacen los fondos clásicos, en muchos casos sin éxito), los ETF de gestión pasiva lo replican. Los partícipes se han ahorrado miles de millones en comisiones de gestión y comercialización. En un ciclo de Bolsa alcista, los ETF han sido un tsunami.
Su éxito ha abierto la vía a la innovación: los ETF ya no solo siguen índices. También apuestan en contra de los índices, operan al alza o a la baja en los mercados de deuda o materias primas o hacen inversiones temáticas en asuntos que van desde la exploración espacial hasta el cannabis. Hasta se han lanzado ETF que apuestan en contra de otros ETF.
La brutal volatilidad provocada desde marzo de 2020 por la pandemia ha sido una prueba de fuego para el sector, que ha podido superar. La fortísima caída de los precios de los activos no derivó en una espiral de cancelación de posiciones y por regla general quien quiso vender recuperó su dinero. Ahora, al igual que el mundo financiero tiene una capacidad innata para innovar y adaptarte, tiene también una enraizada costumbre de llevar al extremo la búsqueda de rendimientos y eficiencias, generando riesgos de nuevo cuño.
El volumen del mercado, la facilidad con la que estos mecanismos pueden amplificar las tendencias al alza o a la baja, el peso que los grandes ETF de renta variable acaban teniendo en el accionariado de las compañías, el apalancamiento de algunos productos o el uso creciente de derivados para replicar activos en los que los fondos no invierten directamente (los llamados ETF sintéticos) son motivos de preocupación o, al menos, controversia. Otro punto en la creciente lista de deberes de unos reguladores que deben vigilar unos mercados financieros que, además de casi inabarcables en volumen, están en permanente proceso de mutación.