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Los límites de aforo ahogan a las academias

Los centros privados critican que se les aplique el mismo tope que a los públicos La educación no reglada ha sido excluida de las ayudas directas en el BOE

Clase de guitarra en la escuela de música RockCamp.
Clase de guitarra en la escuela de música RockCamp.

Ante la buena acogida que recibe desde hace más de 10 años RockCamp, un campamento para niños y jóvenes que se organiza todos los veranos en Soria, un grupo de cinco profesores de música que organizan el encuentro decidieron abrir una escuela en Madrid.

Tras varios años de preparación y una inversión de 275.000 euros, sobre todo en la insonorización del local, fijaron como mes de apertura abril de 2020, sin imaginar que su proyecto estaría a punto de irse al traste por culpa de un virus.

“Ningún plan de empresa contempla una pandemia”, dice Aitor Antruejo, director de la escuela. La declaración del estado de alarma en marzo de ese año los obligó a readaptarse sobre la marcha. “Desde el principio teníamos pensado impartir algunas clases en línea porque muchísimos de los alumnos que estaban interesados en apuntarse vivían fuera de Madrid, pero claro, no imaginamos que tendríamos que arrancar así, dando todo online”, refiere.

El uso de este canal, a través del cual llegaron a tener unos 50 alumnos, mantuvo vivo el proyecto hasta junio de ese año, cuando decayó el confinamiento y, por fin, pudieron organizar algunos campamentos urbanos para niños.

La escuela dictó sus primeras clases presenciales en septiembre de 2020, cumpliendo los límites de aforo y las medidas de seguridad sanitarias. “Llevamos un curso habiéndonos comido la crisis de pleno. Sin las clases online, no hubiéramos podido tirar para adelante”, reconoce.

El confinamiento, primero, y los límites de aforo, después, golpearon duramente a las academias privadas de música, canto, idiomas, refuerzo escolar, repostería y un sin fin de materias que se encuadran dentro de lo que se considera enseñanza no reglada, es decir, aquella cuyos contenidos no supervisa el Ministerio de Educación.

La formación online no ha sido una opción para enseñanzas que requieren contacto físico

A diferencia de las universidades y colegios públicos, los centros privados no han recibido ayudas para el refuerzo de su plana docente, la digitalización de sus aulas o la compra de mascarillas. Y la formación online, que significó la salvación para RockCamp, tampoco ha sido una opción para todos. La barrera no siempre es tecnológica: hay enseñanzas para las que la presencia física es esencial. Es el caso de Kidokwan, una escuela de hapkido, arte marcial coreano, que permaneció cuatro meses cerrada en 2020.

José Manuel Reyes, maestro y director de la academia, explica que contempló la posibilidad de dar clases en línea, “pero la gente no se animaba porque el hapkido es muy difícil de aprender vía telemática; es un arte de contacto, con su disciplina, protocolo y normas de cortesía”.

Reyes califica la situación vivida desde marzo del año pasado hasta la fecha de “verdadero desastre”, no solo porque durante los meses de cierre tuvo que seguir pagando el alquiler del local, sino también los impuestos “a pesar de no percibir ningún ingreso”, lo cual considera “una cosa de locos”.

“Después del confinamiento nos obligaron a dar clases con el aforo al 50%, pero de esa mitad que podía asistir, vino muy poca gente por miedo al Covid. Así que hasta julio de este año hemos tenido muchísimos menos alumnos de lo habitual”, expresa.

Sector excluido

La Confederación Española de Empresas de Formación (Cecap), que agrupa a más de 1.500 centros privados, todos de enseñanza no reglada, critica la exclusión de este sector del plan de 7.000 millones de euros en ayudas directas aprobado en marzo pasado.

“Durante la pandemia la Administración no nos ha arropado ni ha atendido nuestras peticiones. Hubiera sido deseable que nos tuvieran en cuenta como una actividad económica más”, afirma Félix Martín Moreno, presidente de Cecap.

Pese a que el sector quedó excluido del decreto publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE), algunas comunidades autónomas ampliaron el alcance de las ayudas a las academias de enseñanza no reglada.

Es difícil poner cifras al impacto de la crisis en el sector porque no hay estadísticas oficiales sobre el total de empresas que engloba. Según el tipo de formación que preste, un centro puede recibir uno de hasta 19 códigos posibles en la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE), en varios de las cuales encajan también centros públicos.

El sistema mete a la enseñanza de idiomas, por ejemplo, dentro de un mismo cajón junto con la de informática, técnicas de supervivencia, oratoria y religión.

Sin embargo, Cecap estima que el sector está conformado por más de 15.000 empresas que dan empleo directo a más de 180.000 personas. En cambio, no dispone de un aproximado del número de escuelas que han echado el cierre definitivo o de trabajadores que se han visto afectados por expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE).

“Las clases online han sido de gran ayuda, pero mucha de la actividad formativa que demandan los alumnos es presencial, con lo que ha resultado insuficiente”, confirma Martín Moreno. No obstante, apunta que ha sido una modalidad que en el último año y medio “ha evolucionado a pasos agigantados”.

“La pandemia ha afectado de manera dramática a toda la educación privada, pero las más perjudicadas han sido las escuelas de infantil, entre las que el número de cierres ha sido significativo, y las academias de danzas e idiomas, cuyos ingresos han caído en torno al 20% con respecto a los normales antes del Covid”, precisa Juan Santiago, presidente de Acade, Asociación de Centros Autónomos de Enseñanza Privada.

Acade agrupa tanto a centros de educación oficial como no reglada; en total, alrededor de 4.000, de los que algo más de la mitad pertenecen a la segunda categoría.

Un subsector muy popular es el de las academias de idiomas. Según una encuesta realizada en octubre del año pasado por su federación, Fecei, el 95% de sus 500 asociados finalizó el curso 2019-2020 con una caída en la facturación de entre un 10% y 20%, aunque en algunos pocos casos llegó al 40%.

En ese momento, más del 90% esperaba que el desplome se repitiese en el curso 2020-2021. La cifra final se conocerá en octubre próximo, cuando se publicarán los resultados de un nuevo sondeo.

Scott Markham, presidente de Fecei, explica que uno de los principales problemas a los que se enfrentaron es que en cada comunidad se dictaron normas de aforo y horarios mucho más estrictas para la educación no reglada que para la oficial. “Hemos tenido que hacerle ver a las autoridades que era arbitrario permitir clases de 25 alumnos en la ESO o en Bachillerato y no permitir más que seis u ocho en las academias”, refiere.

Clase de repostería en la escuela Flor de Harina de Madrid.
Clase de repostería en la escuela Flor de Harina de Madrid.

Los límites de aforo también supusieron un trastorno para Andrea Tévez, directora de la escuela de repostería creativa Flor de Harina, que después de sufrir varios meses de pérdidas por la suspensión de sus talleres, se vio obligada a invertir en el traslado de su negocio a un establecimiento el doble de grande para poder acatar las medidas de seguridad. “Hemos pasado meses de mucha angustia porque estuvimos trabajando al 40% de nuestra capacidad”, comenta.

Pese a que el avance de la vacunación invita al optimismo, Tévez opina que las academias privadas tardarán al menos dos años en recuperar la actividad acostumbrada. “Lo que estoy notando en las matriculaciones es que la gente tiene miedo a una nueva ola de contagios o a quedarse sin trabajo, ha perdido la confianza en el futuro y no está dispuesta a apuntarse a cursos de larga duración. Otros años para estas fechas teníamos lista de espera y ahora hay talleres que no vamos a poder abrir por falta de alumnos”, expone.

La previsión de Cecap es que hasta finales de 2022 no se recuperará una cierta normalidad que conlleve un repunte del negocio, “pero en ningún caso se volverán a las cotas de alumnado y facturación de 2019”, apostilla Martín Moreno.

Clase en Círculo de Baile.
Clase en Círculo de Baile.

Bailar con mascarilla y economía sumergida

Danzas. Círculo de Baile, una academia de bailes de salón y ritmos latinos en Madrid, se vio forzada a cerrar durante los meses del confinamiento, situación a la que sobrevivió metiendo a su personal fijo en un ERTE, recurriendo a una línea de liquidez de 60.000 euros con el aval del ICO (Instituto de Crédito Oficial) y renegociando el alquiler del local con su propietario. “Nos perdonó un mes y nos dejó los siguientes a mitad de precio”, cuenta Carmen Marqués, socia de la escuela. Para reabrir, “nos hemos gastado un dineral en mascarillas, geles y pulverizadores”.

Musicales. Los veranos en Círculo de Baile no suelen ser muy concurridos, pero el de este año ha sido especialmente duro y si la academia ha podido resistir a la falta de alumnos ha sido gracias al alquiler de sus salones para el ensayo de un musical de Gran Vía, otra vía de ingresos que se cerró en 2020 y que este año parece reabrirse.

Informalidad. Un viejo problema que las academias de inglés han visto agravarse durante la pandemia ha sido la competencia desleal de centros informales. Scott Markham, presidente de Fecei, explica que en el sector hay dos tipos de economía sumergida que en conjunto suponen el 25% del negocio: la de las clases particulares, que es muy difícil de erradicar, y plataformas de cursos online que operan desde el exterior sin personal, costes salariales ni sociales y sin pagar impuestos.

Desgravación. Para hacer frente a la informalidad, Fecei propone, entre otras medidas, una desgravación fiscal a los gastos incurridos en el aprendizaje de idiomas, como la que ha anunciado la Junta de Andalucía, que estimule a la gente a estudiar y pedir factura.

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