Cómo regular las ‘big-tech’ para garantizar la competencia, la innovación y la eficiencia

Los expertos abogan por establecer normas para defender la competencia que no afecten a la gran productividad y crecimiento que generan las grandes compañías tecnológicas Hace falta un consenso mundial para armonizar las bases imponibles sobre los que aplicar los impuestos sobre los beneficios

La concentración de actividad económica en torno a las grandes compañías tecnológicas es creciente tanto por el efecto multiplicador del uso intensivo de la tecnología en el desarrollo de su actividad, como por el ensanchamiento de sus negocios hacia tareas antes ajenas a ellas utilizando los datos como materia prima. Las big tech son las grandes protagonistas del fuerte crecimiento de la economía en el mundo porque generan una dependencia del resto de las actividades de sus soluciones y con un reflejo en la imparable revalorización de sus activos en los mercados.

Sobre las big tech y su papel en la economía han conversado los cuatro expertos sentados a la mesa digital de Foro Futuro, el observatorio de tendencias económicas organizado por CincoDías en colaboración con Banco Santander. “A escala internacional han crecido mucho las empresas en EE UU (Google, Amazon o Facebook) y en China (Alibaba o Tencen), tanto que se han convertido en gigantes, en detrimento de las empresas de Europa, que se ha quedado a verlas venir”, explica Santiago Carbó, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada y director de Estudios Financieros de Funcas.

“Estas empresas han crecido gracias a su gran utilidad para el usuario, su gran capacidad para manejar big data y porque han actuado durante muchos años ajenas al radar antimonopolio o fiscal, que sí controla otras actividades económicas”, argumenta Carbó. “Nos estamos moviendo hacia un nuevo equilibrio”, pronostica. “En los próximos años habrá mayor escrutinio por parte de los reguladores en EE UU, en Europa y en China y también habrá cambios en materia fiscal”, reitera el experto de Funcas y argumenta: “No tenía ningún sentido que la actividad que más ha crecido en los últimos diez años no pagara los mismos impuestos que otros sectores en declive”.

El euro digital toma cuerpo

 

Banco Central Europeo. El Banco Central Europeo ha dado luz verde al proyecto para reinventar la divisa europea del siglo XXI en pleno boom del pago electrónico, de la apuesta de grandes gestores y pequeños inversores por el universo de criptoactivos como el bitcóin y el ethereum y de los intentos de grandes tecnológicas como Facebook de crear su propia moneda.

La gran revolución. Para Fernando Fernández, la introducción de dinero digital supone una gran revolución pero también un gran peligro potencial. “Si lo hacemos bien el sistema financiero puede salir restablecido, si lo hacemos mal nos cargamos el sistema bancario”, comenta Fernández que, sin embargo, valora que el euro digital “no va a acabar con la especulación de los criptoactivos”. El resto de expertos del debate coinciden: “La moneda digital es un paso irremediable”, dice Hervás. “Los pasos del BCE son adecuados y su estrategia es positiva”, declara Carbó que insta a esperar para saber el efecto del euro digital sobre la economía.

 

En cualquier caso, las big tech son una clave fundamental para la productividad del futuro “y están mucho más sobre la mesa en EE UU que en Europa, incluso contando con los fondos de recuperación”, indica el catedrático.

Dos grandes modelos

El poder de las grandes tecnológicas ha llegado incluso a desatar una guerra tecnológica entre EE UU y China que dirimirá el dominio tecnológico del futuro y en el que Europa parece estar al margen. “Europa no se ha planteado crear una gran tecnológica de inteligencia artificial como sí han hecho EE UU y China”, puntualiza Carbó, que explica las diferencias entre los dos grandes modelos: “EE UU protege a sus tecnológicas, pero ha empezado a reconocer que hay un problema fiscal y hay una tendencia a aumentar el escrutinio antimonopolio”, destaca el catedrático.

El modelo chino, sin embargo, es bastante distinto del resto: “En China hay un gran control estatal de la privacidad, además hay instaurada una regulación para prevenir concentración de poder e inestabilidad financiera”. Según afirma Carbó, vivimos años fundamentales para definir cómo serán las economías del futuro. “El Covid es una oportunidad, un reto, por el salto que ha supuesto para la digitalización”, indica el experto.

“La pandemia no ha debilitado para nada a las grandes tecnológicas, al contrario: las ha puesto en el foco”, añade Carbó. “Los reguladores, sin embargo, van un paso por detrás de la industria de las grandes tecnológicas, tienen menos recursos que las propias empresas que pretenden regular”, insiste.

Tamaño y competencia

Para Francisco Pérez, profesor emérito de Análisis Económico de la Universitat de València y director de Investigación del Ivie, es un error identificar concentración con falta de competencia aunque esa sea la idea generalizada. “Hay una tendencia a suponer que la observación de que los mercados se concentran es equivalente a pensar que tienen poder de mercado y que ese monopolio tiene consecuencias negativas para los consumidores o para otros mercados y no es así”, sentencia Pérez. “Hace décadas que sabemos que la concentración por sí misma no es un indicador de que exista poder de mercado”, aclara.

Para Pérez, el caso de las big tech es un buen ejemplo. “Los mercados se concentran porque hay empresas que aprovechan tres ventajas características de los sectores de tecnología: aprovechamiento de los datos, de los efectos de red y de las economías de escala y alcance”, sostiene el profesor emérito. Además, el rápido progreso tecnológico se ha traducido en caídas de precios espectaculares tanto en los equipos como en los servicios. Pérez, sin embargo, pone sobre la mesa un problema: la dificultad de definir estos mercados y la intensidad de su concentración. “Las grandes tecnológicas están implicadas en procesos de fusiones y compras de competidores potenciales, pero no siempre esto es peligroso porque pueden conducir a mejorar la eficiencia”.

Fernando Fernández, profesor de Economía del IE Business School, aboga por una “regulación inteligente que busque el equilibrio entre fomentar la innovación y, a la vez, asegurar que se cumplan las mínimas normas de competencia”. Según destaca el experto, “esta no es la primera vez en la historia que aparecen monopolios temporales, por ello la regulación debe ser dinámica teniendo en cuenta el acceso y la disponibilidad”, apunta Fernández. Según el profesor de Economía, Europa ha llegado tarde y hay una desventaja competitiva entre las empresas europeas y las norteamericanas porque la normativa europea prima “de una manera excesiva” la protección del consumidor y “lesiona la capacidad de crecimiento futuro de la economía”. “El atraso europeo tiene mucho que ver con un exceso de regulación y con la ficción de que con subvenciones públicas podremos crear una empresa que compita con los grandes líderes mundiales tecnológicos”, sostiene.

Sin embargo, Gloria Hervás, directora de public policy en Banco Santander, difiere de Fernández y repite el mantra: La misma actividad que genera los mismos riesgos, tiene que tener la misma regulación. “Hay que pensar si hace falta una regulación específica para las big tech, hasta qué punto están adecuadamente reguladas y si estas entidades están sujetas a normas de protección del consumidor como sí cumplen los sectores financieros tradicionales”, informa Hervás. La estrategia europea tiene que ser distinta. Según Fernández, no hay grandes empresas en Europa porque todavía hay grandes barreras a la unidad de mercado. “Además, todavía castigamos a aquellos que se hacen ricos innovando, los expulsamos fuera de Europa por un exceso de presión fiscal y de regulación”, indica el experto.

Tasa Google

Europa (y España) ha dado finalmente todos los pasos necesarios para comenzar a cobrar a las empresas con actividad digital la llamada tasa Google, una idea criticada por todos los expertos. “Hay que rehacer la idea de que Europa va a imponer una tasa a las tecnológicas porque va a ser un castigo”, expone Fernández. Todos coinciden: “Hay que unificar el impuesto sobre el beneficio, y ahí el tipo es irrelevante. Lo importante es la base imponible y la localización”.

La irrupción de las big-tech en el sector bancario

La banca es una de las actividades donde han empezado a penetrar las grandes y pequeñas empresas tecnológicas que, en muchos casos, compiten directamente con el sector. Y, todo ello, muchas veces sin regulación. Para Gloria Hervás, directora de public policy en Banco Santander, el debate sobre si hay que regular o no a las big tech no es nuevo. “Estamos viendo cómo cada día aparecen operadores que, por ser plataformas, no entran dentro de la regulación de ninguno de los sectores ni tampoco tienen una regulación propia de plataformas”, explica Hervás.En su opinión, la regulación es necesaria porque marca las normas, la relación con el consumidor y protege la estabilidad financiera. “La regulación de las big tech debería asegurar que no se producen conductas que aprovechen la falta de competencia y que no generan riesgos en el sistema financiero”. Ya se están dando pasos en este camino, como la Ley de Mercados Digitales, una propuesta de la Comisión Europea que se encuentra aún en discusión.“La norma tiene como objetivo afianzar una competencia efectiva en los servicios digitales asegurando que las grandes plataformas o gatekeepers (los guardianes de acceso) eviten o controlen el acceso de las empresas a los usuarios finales imponiendo sus condiciones”, explica Hervás. Esta ley supone un cambio de paradigma, ya que, hasta ahora, resolver problemas de competencia necesitaba de tanto tiempo que en muchas ocasiones el daño ya estaba hecho cuando se llegaba a una resolución. “Esta ley fija previamente las obligaciones que deben cumplir aquellas grandes plataformas que identifica como gatekeepers para asegurar que la competencia es efectiva”.La Comisión define como gate­keepers, aquellas plataformas de servicios core o centrales que tienen: un volumen de negocios superior a 6.500 millones de euros en el Espacio Económico Europeo o capitalización bursátil de 65.000 millones de euros; fuerte posición intermediadora entre usuarios y compañías proveedoras, y posición de mercado duradera. Los servicios de plataforma core incluyen los motores de búsqueda, redes sociales, plataformas de contenidos de intermediación o computación en la nube.“Es una norma polémica porque regula la competencia ex-ante, una estructura de regulación a la que el sector financiero ya está muy acostumbrado”, puntualiza. Para Hervás, los dos puntos más relevantes de la ley son que “la norma obliga a las plataformas a compartir la información y regula el acceso a las infraestructuras”. Según la experta del Santander. “En el ámbito financiero esto ya ocurre: Los bancos estamos obligados a compartir con terceros información de las transacciones de nuestros clientes, siempre que ellos así lo consientan”.

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