Las necesidades del Estado, los impuestos y la actividad económica
Sería de todo punto de agradecer que las modificaciones que se planteen se hagan en tiempo para que la ciudadanía pueda validarlas
La situación financiera del Estado sobrevenida con el gasto extraordinario de la pandemia de Covid exige un esfuerzo adicional en la captación de recursos de los contribuyentes, dado que el nivel de deuda pública tiene un preocupante peso sobre la economía, y condicionará su comportamiento cuando se ponga fin a la política expansiva del BCE. Con la financiación en el cero por ciento, y con un notable volumen de deuda emitida en tipos negativos, no hay riesgo alguno para la factura financiera del Estado en el corto plazo; pero atender todas las refinanciaciones futuras con un coste más elevado, como sin duda ocurrirá en algún momento, supondrá una absorción de recursos públicos importante que impedirá destinar a otras políticas una porción notable de los presupuestos públicos. Por ello, la captación de recursos impositivos deberá ser creciente, pero muy pensada, en los próximos años.
La cuestión está en saber cuál es la dimensión exacta de las nuevas necesidades fiscales, para cuya determinación es preciso también hacer una exploración previa de cuál debe ser la dimensión correcta del Estado tras evaluar sus servicios actuales y futuros, que necesariamente aflorará nuevas demandas, pero también el ajuste de otras ya instaladas en la sociedad pero que no están atendidas de forma eficiente. Una vez determinadas las necesidades públicas, será la hora de decidir de dónde se obtienen los recursos, sin hurtar la posibilidad de auditar la potencialidad de todos los impuestos ya existentes y buscar las nuevas fuentes de ingresos, ligadas a fenómenos de reciente aparición y que no siempre son consideradas por las figuras actuales como bases imponibles.
Y una vez analizadas y revisadas las opciones de ingresos y pagos, se impone determinar cuál es la capacidad verdadera de aportación de ingresos que tiene la economía sin dañar su crecimiento y sin practicar una política redistributiva que desincentive el esfuerzo. Las decisiones deben tomarse más en consideración del esfuerzo fiscal de los agentes económicos que de la presión fiscal agregada de la economía, y convertir así a la política fiscal en una herramienta incentivadora de la actividad, la generación de riqueza y el empleo. Seguramente todo ello exige una revisión de todas las partidas de subvenciones fiscales, tanto las incrustadas en IRPF y Sociedades como las inherentes a la determinación de qué productos y qué servicios tributan con tipos reducidos en el IVA. Y tal como el lunes admitía la ministra de Hacienda, sería de todo punto de agradecer que las modificaciones que se planteen se hagan en tiempo para que la ciudadanía pueda validarlas; y carecería de tal agradecimiento que solo se impulsasen las aclamadas por los contribuyentes y se retrasasen las dolorosas.