Cuando la inversión camina anestesiada con el dinero público
Los negocios de las empresas, sustento real del precio de las acciones, necesitan también un empuje sostenido de la demanda cuando se retire el estímulo público,
Advertía gráficamente Warren Buffett para alertar del riesgo de las euforias de los ciclos económicos y de inversión que “cuando baje la marea veremos quién llevaba bañador y quién nadaba desnudo”. Por el momento, la marera sigue alta, muy alta, por la incesante inyección de recursos fiscales en las grandes economías para neutralizar los efectos de la crisis sanitaria sobre la actividad y la renta de la gente. La distribución de dinero a los particulares y empresas se cuenta ya por billones tanto en EE UU como en Europa y la compra masiva de emisiones por parte de los bancos centrales mantiene bajo control la selección natural del mercado y los tipos de interés pegados a cero en todas las economías, independientemente del nivel de solvencia real de cada Estado.
Y bajo esta lluvia mágica de recursos, los precios de los activos de inversión mantienen un ritmo de avance sostenido en la mayoría de los casos, y acelerado en aquellos que cuentan por sí solos con aportaciones de valor. Las Bolsas, como reflejo de tal situación, están casi todas en niveles previos a la pandemia impulsadas por los valores tecnológicos, energéticos y sanitarios, y las actividades cíclicas empiezan a tomar un protagonismo escondido durante más de un año. La cuestión es si este fenómeno tiene un subyacente consistente como para mantener alta la marea o está condenada a bajar cuando la manivela de hacer billetes descanse.
En EE UU contamos con la experiencia de los años previos al Covid, en los que las Bolsas alcanzaron el ciclo más largo de avance cuando ya los estímulos estaban en retirada. En Europa, que siempre camina con evidente retraso, no llegamos a verlo, y acumulamos ya un decenio entero con tipos congelados, compras masivas de deuda, riego de liquidez gratuita y abundante a la banca y, además, esfuerzos presupuestarios desconocidos de todos los Gobiernos y de la UE, que emitirá deuda común (eurobonos) para desplegar su plan de ayuda.
A la alargada sombra de tal despliegue la inversión encontrará oportunidades de generosos retornos, fundamentalmente en los activos ligados a la transformación de la economía que pretenden las autoridades continentales, tales como la energía verde, la digitalización, las infraestructuras físicas y tecnológicas, la educación y la sanidad. Los índices europeos llevan retraso en el avance, y la inversión empresarial para desarrollar todos los programas nacionales de transformación económica será la oportunidad para absorber tal déficit. Pero los negocios de las empresas, sustento real del precio de las acciones, necesitan también un empuje sostenido de la demanda cuando se retire el estímulo público, cuando baje la marea, para responder a las expectativas que los inversores hayan depositado en ellas.