El dinero de plástico se sube al tren de la economía circular
BBVA ofrecerá tarjetas recicladas en los países donde opera antes de finalizar 2021
El sector financiero sigue dando pasos con el propósito de alcanzar los objetivos marcados en la Agenda 2030. Con ambiciosas iniciativas unas veces, como la Net Zero Banking Alliance (NZBA), presentada la semana pasada y firmada inicialmente por 43 bancos de todo el mundo (entre ellos los españoles Santander, CaixaBank, BBVA e Ibercaja) con el fin de acelerar la transición hacia una economía de cero emisiones netas, y otras quizá no tan llamativas, pero que suman igualmente para lograr una economía descarbonizada, como la utilización de tarjetas bancarias de plástico reciclado. En España hay 86,2 millones de tarjetas bancarias en circulación, entre crédito y débito, según los últimos datos del Banco de España.
BBVA fue la primera entidad bancaria de Europa en lanzar una tarjeta de plástico reciclado en PVC (policloruro de vinilo), ya el año pasado, asociada a su Cuenta Joven, primero, y posteriormente para los titulares de la novedosa tarjeta Aqua. A esta iniciativa se han sumado también otros grandes bancos como CaixaBank y Santander, que están experimentando además con otros materiales, como el PLC (ácido poliláctico, biodegradable, procedente de almidón de maíz).
BBVA, que tiene actualmente más de 90 millones de tarjetas en circulación, ofrecerá tarjetas recicladas en todos los países donde opera antes de finalizar este año, y en 2023 el banco ya no emitirá otro tipo de tarjetas. Las nuevas tarjetas están fabricadas con un 86% de PVC reciclado procedente de desechos de diversas industrias, como embalaje, impresión, automoción o ventanas. “Actualmente, es el valor más alto de la industria a nivel mundial pero el compromiso es que a finales de 2021 este material tenga un origen 100% reciclado”, apunta Ignacio Bañón, director de pagos de BBVA.
Las nuevas tarjetas de BBVA están fabricadas con un 86% de PVC reciclado
“Estudiamos diversos materiales con el objetivo de buscar el que tuviera menos emisiones y que fuera reciclado. Hemos trabajado casi dos años con el proveedor en tener este material”, destaca Bañón. El ejecutivo asegura que la duración del PVC reciclado es la misma que la del PVC normal, mientras “las tarjetas de materiales ecológicos alternativos tienen menos durabilidad, lo que implicaría aumentar el número de tarjetas emitidas”. Del mismo modo, el PVC reciclado puede reutilizarse de manera conjunta con el PVC estándar.
Reciclar en las oficinas
La entidad financiera distribuirá 7,3 millones de tarjetas recicladas en 2021 que, según sus cálculos, evitará producir 23,2 toneladas de plástico nuevo para el mercado. Esto supondrá reducir, solo en el proceso de fabricación, la emisión de 51,1 toneladas de CO2 al año.
Ignacio Bañón: “El compromiso es que a finales de 2021 el material tenga un origen 100% reciclado”
El impulso a la economía circular también se sustenta en el hecho de que BBVA ya ofrece a sus clientes en España la posibilidad de reciclar sus viejas tarjetas entregándolas en sus oficinas. En esta línea, el banco ha anunciado recientemente el reciclaje de 90.000 tarjetas de crédito y débito de sus clientes en apenas tres meses.
La iniciativa ha permitido reaprovechar 450 kilos de residuos plásticos, que supone reutilizar el 90% de las materias primas que las componen para producir nuevos productos. De media, BBVA emite en España aproximadamente un total de 950.000 tarjetas al trimestre –3,8 millones al año–, ya sea por caducidad, robo, pérdida o nueva emisión.
Tecnología
Dentro del marco de relación con sus proveedores, BBVA abrirá internamente en 2022 una línea de I+D para desarrollar con ellos soluciones sostenibles. La tecnología va a ser fundamental en el desarrollo de nuevos materiales plásticos o de técnicas de reciclaje. “Hace apenas dos años era técnicamente inviable hacer tarjetas con PVC reciclado y ahora, gracias a la colaboración de BBVA con sus proveedores, es posible y en menos de un año será posible hacerlo al 100%”, señala Bañón.
Las tarjetas de plástico reciclado se fabrican en Vitré, en la Bretaña francesa, cerca de Rennes, por la multinacional francesa Idemia, con la que arrancó este proyecto (G+D es otro proveedor que también está desarrollando este material). “Somos el primer proveedor con una certificación independiente de una entidad de prestigio que garantiza que el PVC reciclado es realmente reciclado con un valor superior al 99%”, destaca Amanda Gourbault, vicepresidenta ejecutiva de instituciones financieras de Idemia.
“Idemia compensa toda la huella de carbono generada en la fabricación, distribución y personalización de tarjetas de PVC reciclado. A través de ClimateSeed, destina esta aportación a proyectos que permiten compensar ese impacto medioambiental”, afirma Gourbault, que indica que actualmente están colaborando en un proyecto de reforestación en el norte de India.
Cómo están hechas las tarjetas recicladas
Las tarjetas contactless se fabrican por capas, que suman cinco en total. La lámina central es el inlay, que es donde van el chip y la antena (una capa metálica interna de la tarjeta). El core es el cuerpo de la tarjeta, que es donde va el diseño visual, tanto en el anverso como en el reverso. El overlay es una capa transparente más fina, en anverso y reverso, que se usa para proteger la tarjeta y que el acabado no se dañe. Además del plástico, tanto la antena como el chip son materiales que también se reciclan.
Las tarjetas se consideran desde el año pasado residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), por lo que el contenedor en el que debe ser reciclado es el gris de basura electrónica para su correcta gestión ambiental. Este protocolo suele consistir en separar los diferentes elementos que componen la tarjeta (chip, banda magnética, plástico, etc.) para llevar a cada uno a una planta de reciclaje especializado que le podrá dar una segunda vida.
En las tarjetas bancarias también se está investigando con otros materiales como el ácido poliláctico (PLA), que es un termoplástico que se obtiene a partir del almidón de maíz, lo que permite transformarse en composta, para su fácil descomposición al término de su vida útil.