Emitimos más carbono que nunca: solo una gran coalición global puede pararlo
No basta con la labor de los Gobiernos. Los agentes privados debemos cumplir con nuestra parte, con objetivos ambiciosos y con inversión
Tristemente, en los últimos 12 meses las trágicas y alarmantes estadísticas sobre el Covid-19 se han convertido en norma. Algunos teníamos la esperanza de que, al menos, la caída de la actividad económica e industrial provocada por la pandemia nos traería algún beneficio para el medio ambiente. Sin embargo, otra preocupante estadística recién publicada por la Agencia Internacional de la Energía indica que las emisiones de CO2 de diciembre de 2020 fueron ya superiores a las registradas en el mismo mes de 2019.
Aún en mitad de la pandemia, el mundo ha sido capaz de quemar más combustibles fósiles y emitir más dióxido de carbono. De hecho, muchas economías están registrando ya emisiones por encima de los niveles previos a la crisis. No resulta suficiente decir que el tiempo se está acabando. La década de 2020 debe ser la de los resultados.
En 2015, todos nos felicitábamos por el Acuerdo de París. Muchos pensaron que, fijando el objetivo de neutralidad climática para mitad de siglo, dispondríamos de tiempo suficiente para adaptar nuestros procesos productivos y hábitos de consumo. Algunos incluso se escudaron en ese largo horizonte para que nada cambiara por ahora.
La evidencia científica demuestra que la única forma de alcanzar las metas de 2050 es con un cambio de tendencia radical desde hoy mismo. Según los expertos de Naciones Unidas, solo estaremos en la senda correcta si ya en 2030 las emisiones se han reducido un 45% frente a 2010. Y, sin embargo, los últimos planes remitidos por los países firmantes del Acuerdo se alejan considerablemente de esa cifra.
La crisis global que ha desencadenado el Covid-19 nos apremia a acometer una verdadera transformación hacia modelos socioeconómicos más sostenibles, resilientes, y competitivos, que generen actividad económica y empleo de calidad. Un proceso que debe constituir también el punto de inflexión para resetear todo hábito o tendencia incompatible con la descarbonización. Contamos con un consenso político sin precedentes, labrado con paciencia durante años.
El liderazgo de Europa se ha visto reforzado por el Pacto Verde, verdadero pilar del plan de reconstrucción de la Unión, que va a generar oportunidades para cientos de empresas en todos los sectores relacionados con la transición ecológica. El Brexit tampoco ha afectado a la apuesta del Reino Unido por la neutralidad climática. El Gobierno británico se ha embarcado en la llamada revolución industrial verde, basada en el impulso de la energía eólica marina, el vehículo eléctrico o el hidrógeno verde, entre otras tecnologías limpias.
La decisión de Estados Unidos de reincorporarse al Acuerdo de París tiene un enorme calado político y simbólico, y ha ido seguida de multitud de políticas de impulso a las energías renovables. El nuevo plan de infraestructuras acelerará también la modernización de las redes eléctricas, incrementando la resiliencia ante sucesos como los de Texas y posibilitando una mayor electrificación del consumo residencial, industrial y en el transporte. Y China, el mayor emisor del mundo se ha comprometido a alcanzar la neutralidad en carbono para 2060, situando su punto máximo de emisiones dentro de diez años.
Pero la actuación de los gobiernos no basta por sí sola si queremos obtener verdaderos resultados. Los agentes privados debemos cumplir con nuestra parte, fijándonos objetivos ambiciosos y respaldando nuestras promesas con inversión. Empresas de todos los sectores están entendiendo que la integración de variables medioambientales en sus procesos de decisión les acerca a sus clientes, cada vez más implicados en la lucha contra el cambio climático. Y las instituciones financieras condicionan cada vez más sus decisiones de inversión a los llamados criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza), convencidas de que las compañías que lideren este cambio de paradigma crearán más valor en el largo plazo.
La Cumbre del Clima de Glasgow va a hacer de 2021 un año crucial para el futuro del planeta. ¿Qué mensaje transmitiremos sobre la posibilidad de alcanzar unas emisiones netas nulas si en 2021 ya superamos las de 2019? La reunión celebrada en Madrid hace poco más de un año sienta el mejor de los precedentes: los que estuvimos allí pudimos ver cómo el entusiasmo y la ilusión generados por el conjunto de la sociedad compensaron con creces las dificultades de organizar con tan poco tiempo un evento de esa magnitud.
Pero los meses que restan hasta Glasgow deben servirnos para seguir forjando alianzas, sumando consensos, y asumiendo compromisos. La cumbre Net Zero, organizada por la Agencia Internacional de la Energía y la Presidencia de la COP 26 y en la que participaré hoy mismo junto a 40 ministros de energía de todo el mundo es una gran oportunidad para demostrarlo.
Tenemos la voluntad, la ambición, la capacidad financiera, la tecnología y el tejido industrial necesarios para acometer esta transformación. Objetivos que hace pocos años parecían imposibles están hoy al alcance de nuestra mano. Y hacerlos realidad generará el empleo y el crecimiento económico que nuestra sociedad demanda más que nunca.
2050 está cada vez más cerca. Lo que hagamos en 2021 nos tiene que situar en la senda de cumplir los objetivos de París. Es una oportunidad que no podemos permitirnos dejar pasar.
Ignacio S. Galán es presidente de Iberdrola