La difícil misión de salvar lo salvable en Abengoa
El Estado debe actuar solo como un apoyo exterior
La historia de Abengoa es la de cómo dilapidar un imperio empresarial a golpes de una gestión ineficiente, la ausencia de un plan de negocio claro y el intento de nadar en procelosas aguas financieras infestadas de tiburones mientras se olvida la razón de ser productiva. Esto ha llevado a la multinacional sevillana de ingeniería, y a sus casi 15.000 empleados en todo el mundo, a una situación de crisis agonizante desde su declaración en preconcurso en noviembre de 2015, hasta desembocar, el pasado lunes, en la solicitud voluntaria por el consejo de administración del concurso de acreedores de la matriz, con una deuda estimada en torno a los 6.000 millones de euros (y más de mil millones a proveedores), después de que los acreedores financieros dijeran basta tras admitir tres rescates, sufrieran otros tantos incumplimientos por parte de la empresa y descartaran ampliar una vez más las continuas prórrogas concedidas.
Desde 2015 la compañía, con diferentes directivos, ha llegado a tres acuerdos multimillonarios de rescate, los fondos y la banca han inyectado liquidez y la familia Benjumea, fundadora en 1941 junto a los Abaurre, perdió la mayoría que tuvo hasta 2016. Abengoa no puede hacer frente a sus obligaciones y, mientras, se ha ido dejando en el camino activos productivos a la vez que sus cuentas se llenaban de créditos agresivos de fondos oportunistas.
El pasado agosto, la Administración entró en el tercer rescate, a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO) y la Compañía Española de Seguros de Crédito a la Exportación (Cesce), así como la Junta de Andalucía, que se comprometió a inyectar 20 millones, pero finalmente no lo hizo con el argumento de que no cuenta con los instrumentos legales adecuados. El acuerdo dio lugar a nuevas prórrogas de los acreedores (Santander, Bankia, CaixaBank, KKR y numerosos fondos de private equity) que ahora se han acabado. Los pequeños accionistas de Abengoa, liderados por el expresidente de Amper Clemente Fernández, velan armas para la junta del próximo 4 de marzo, en la que previsiblemente quieren tomar el poder, mientras invocan la intervención del Gobierno y le instan a la negociación directa con ellos. Enfrente, los acreedores quieren impedir que estos socios rebeldes lleguen a la cúpula del poder con el grito de nuevas quitas.
Lo cierto es que los bancos españoles han apoyado la empresa casi como una causa de Estado y que se han movilizado para tratar de ayudar a la compañía, con el objetivo de que el choque impacte solo sobre la matriz, Abengoa SA y excluya a Abenewco, la filial a la que la compañía ha trasladado la mayor parte de sus activos. El objetivo debe ser salvar lo salvable de la filial con los activos y velar por el empleo en su máxima dimensión; una misión difícil, pero en la que el Estado debe actuar solo como un apoyo exterior.