Los consumidores necesitan un plan que devuelva la confianza y el optimismo
Si sigue reinando ante las expectativas de la gente un espeso telón de niebla, difícilmente se podrán reactivar la economía y el empleo
El papel de las expectativas en la marcha de la economía está sobradamente estudiado y demostrado, tanto a nivel individual como colectivo, y es una de las variables de carácter intangible que más determina la confianza o la desconfianza en el futuro, y en paralelo, el comportamiento de todos los agentes económicos: consumidores, inversores y gestores empresariales. La llegada de la pandemia del Covid y el parón de la actividad económica derrumbaron la confianza de los consumidores en España en los meses de la primavera, pero de forma mucho más preocupante han vuelto a hacerlo ahora, sin que hubiese mediado recuperación alguna en los meses pasados. Tanto el índice que mide la situación actual como el que lo hace con las expectativas han descendido de nuevo en septiembre hasta los datos más pesimistas de la recesión de 2009 y de su recaída en 2012.
Respecto a la situación actual, el nivel del indicador marca casi mínimos históricos por una evaluación muy pesimista tanto de la situación de la economía como del mercado de trabajo, aunque mejora casi imperceptiblemente la referida a la situación de los hogares. En cuanto a las expectativas del medio plazo, también augura un nuevo deterioro de la situación general de la economía como del mercado laboral, pese a que en septiembre los datos cuantitativos de paro y afiliación habían registrado cierto optimismo. Sea como fuere, la confianza de la gente está como en el peor momento de la crisis de la primavera, incluso ligeramente peor. Y las opiniones de los ciudadanos solo están anticipando cómo será la actividad del consumo en los próximos meses, y no permiten asegurar que la economía vaya a proseguir con su recuperación, sino que más bien al contrario, puede entrar en un lapso de estancamiento dilatado.
La epidemia de Covid no está controlada y los rebrotes cada vez más extendidos tampoco arrojan otra cosa que preocupación. Y ese debe ser el objetivo número uno para poder consolidar una recuperación de la economía que en ninguna otra parte del mundo desarrollado está costando tanto. Por ello, además de aplicarse en el control de la epidemia garantizando el funcionamiento imprescindible de la economía y la vida social, las autoridades, todas las autoridades, deben hacer un esfuerzo creíble para desplegar un plan económico que cambie la percepción de las empresas y los consumidores. Si no hay tal visibilidad, si sigue reinando ante las expectativas de la gente un espeso telón de niebla, difícilmente puede haber un retorno de la confianza para activar la economía y el empleo, y persistirá el riesgo cada vez más cierto de quedar atrapados en una segunda o tercera ola de la recuperación en Europa, que ni los flujos de inversión europea subsanarán.