Un modelo diferente de protección para la propiedad intelectual
La industria farmacéutica tiene la oportunidad de construir una buena reputación de forma unilateral con la vacuna del Covid-19
Volveremos a la misma situación anterior al Covid o se producirán cambios permanentes en nuestros comportamientos e instituciones? Es el debate que se está planteando desde muchas posiciones. Unos argumentan con pena –volveremos al normal– y otros con ilusión, el new normal será más solidario, en el que la cooperación entre países y la preocupación por la emergencia climática ocupará un espacio relevante en la sociedad.
El profesor John Rawls, en su influyente obra Justicia como equidad, proponía, con el fin de poder determinar los cánones de una sociedad justa, que unas personas razonables, bajo el “velo de la ignorancia”, establecieran unas normas que sirvieran para que en esa sociedad se favoreciese la cooperación y la reciprocidad mutua. La característica fundamental para que esas personas en ese “estado primigenio” decidiera normas justas sería que esas personas no supieran qué posición iban a ocupar en la sociedad que estaban construyendo.
La tesis que planteo en este artículo es que, en la situación de confinamiento actual, al ampliarse el número de afectados por la pandemia y no conocer el estado de fragilidad sanitaria de cada uno de nosotros en el futuro, se hace más real su idea de que podamos deliberar razonablemente “bajo el velo de la ignorancia”, concretando las normas que deberían implantarse y mantenerse en el entorno sanitario pospandemia.
Aplicando este esquema rawlsoniano a la protección de la propiedad intelectual –teniendo en cuenta que no se sabe qué país será el origen, y potencialmente el beneficiario a corto plazo, del descubrimiento de la vacuna–, ¿cuál sería el criterio que se debería proponer para establecer excepciones a la protección legal de la vacuna?
Bajo el sistema clásico de los incentivos de mercado, la protección de la propiedad intelectual mediante patentes, que aseguran un monopolio legal, es la pieza angular sobre la que se basa la investigación que tantos medicamentos ha desarrollado en los últimos años. Si no se protege, se pone en peligro la inversión en investigación y la vacuna nunca se desarrollará.
La industria farmacéutica ha sido objeto de reiterados ataques que han dañado su reputación como empresas con preocupación social. El motivo de crítica más usado se centra en sus elevados beneficios, altos precios y distribución selectiva. El resultado es la limitación del uso de los medicamentos para la salud de los colectivos con menor capacidad económica. Estos ataques y campañas han hecho reaccionar a dicha industria preocupándose más por su reputación social.
Las empresas farmacéuticas tuvieron la experiencia de una poderosa campaña internacional en su contra, a raíz de la demanda que habían puesto contra Nelson Mandela en 1998, por no respetar las patentes de los medicamentos contra el sida. El resultado fue que tuvieron que retirar la demanda y asumir un elevado nivel de críticas de instituciones y ONG.
Por otro lado, los Gobiernos, de acuerdo con las noticias en los medios, ven muy defendible que si el descubridor es una empresa farmacéutica de su país, sea su sistema nacional de salud quien se beneficie primero de la distribución y que su empresa local pueda obtener unos pingües beneficios de la exportación controlada, una vez que haya satisfecho la demanda nacional.
A pesar de que los mercados y los Gobiernos están alineados para que se produzca la explotación de la futura patente, la pandemia puede ser una oportunidad única para que la industria farmacéutica construya una buena reputación. Puede decidir unilateralmente instaurar un vehículo que, sin perder los derechos, facilite la producción a escala mundial y su distribución efectiva. Todo ello sin que los países tengan que recurrir a los dilatados mecanismos legales de la licencia obligatoria para su producción o importación.
Hoy se cumplen en gran medida las condiciones para tomar una decisión mostrándose “razonable”, “bajo el velo de la ignorancia”, y es deseable para la reputación de las empresas farmacéuticas que su respuesta vaya a favor de una sociedad que hoy se percibe como más justa.
Joaquín Garralda es Decano de Ordenación académica de IE University