Absoluta apoteósica de Nuñez Feijóo
Galicia vuelve a lo clásico: PP, PSOE y BNG. La victoria del presidente, la cuarta, es también la de mayor responsabilidad
Última y aplastante mayoría absoluta. La cuarta. Algo ya inédito en los tiempos que corren. No hay en el Partido Popular un candidato igual. Pero la lectura es gallega ahora mismo y por el momento. Mientras en Madrid algunos necesitan esa victoria como propia, a Moncloa no le importará que gobierne Feijóo, verdadera oposición centrada y discurso firme, pero moderado, frente a Sánchez. De ahí y de esa forma de hacer política deberían aprender muchos. No se quiere entender cómo vivimos, cómo sentimos, cómo practicamos la política en Galicia, o en el norte de España. Los filtros de Madrid son filtros con anteojeras y discursos precocinados por demasiados opinadores, que creen que la política es vociferío, griterío, pero no más allá del Bernabéu o las Ventas.
España es múltiple, rica, viva y diferente. Y está inmersa en una enorme crisis económica, política, social, pero también institucional. La jefatura del Estado vive momentos y días complejos. El Gobierno se ha erosionado muchísimo en esta crisis. Los nacionalistas no aflojan sus pretensiones, solo lo aparentan, y llevan al límite la política y el umbral de exigencias que cobran en cada votación. Las principales instituciones del Estado tienen pendientes sus renovaciones desde hace meses, mientras los partidos todavía escarnecen la libertad y funcionalidad de una independencia que solo quieren de boquilla. Y hoy más que nunca se necesitan liderazgos. Discursos sólidos, firmes, convicción y mucha gestión. Saber gestionar. Saber decidir en el momento preciso en que hay que adoptar decisiones. Solo con ese horizonte se gobierna.
Gobernar es gestionar, es afrontar, es decidir, estudiar, dialogar y adoptar con firmeza y con pulso las políticas eficientes que un país necesita. Y esta lección no la han aprendido aún en la oposición. Feijóo apenas ha tenido una oposición firme y sólida, solo por momentos, en algunos instantes en que los partidos han difuminado sus egos de ida y vuelta.
Emocionante noche electoral. No, no bajó la participación, pese al recelo y cierto miedo ante los rebrotes epidémicos. Coraje de los electores. El valor de la democracia plasmada en la libertad para votar es una gran lección. Sin embargo, baja participación y empeora por cuarta vez consecutiva en el País Vasco, aunque habría que analizar en verdad quién y por qué se desmoviliza y si hay un patrón distinto en la arena electoral autonómica, como también si los grupos más desmovilizados son jóvenes, son mayores, tienen o no que ver con el Covid y si esto ha afectado a algunos partidos cuyo electorado, mayor o menos joven, cala y es caladero de voto.
Dos territorios históricos –sin que sea menor la historia del resto de territorios que compenen este país– han celebrado las primeras elecciones en medio de la convulsión que estos meses ha deparado la pandemia. Galicia y el País Vasco, donde la política se siente, se hace y se practica de modo bien distinto al resto de España, se vieron obligados en abril a posponer a ayer, 12 de julio, estas elecciones. En estos meses de diferencia las encuestas y las percepciones variaron. Fortalecieron aún más a los dos actuales presidentes, sobre todo a Alberto Núñez Feijóo. Ahí, en Galicia, el PP es otro PP, otra forma de ser, de ver las cosas, de actuar, de gestionar, de participar en la vida de los ciudadanos. Nada tiene que ver con el de Génova. Es y era, también será una victoria de Feijóo, no de Casado, que sin embargo la necesita para sobrevivir de momento y sabiendo como el primero goza de mayor prestigio, predicamento y aceptación que él mismo, carente aún hoy de un discurso sólido, creíble y con presente. Le reprocharon a Feijóo el ocultar siglas, logos, anagramas. Yerran y erraron. Los gallegos saben distinguir. No es fácil entender a los gallegos desde la distancia y la arrogancia. Lo hicieron en cinco ocasiones, con otro presidente, hasta que en 2005 le faltaron 8.000 votos para una absoluta.
En Euskadi, y después del interregno de Patxi López con el apoyo de los populares, –aquel era otro PP del que hoy no queda nada en el País Vasco– el nacionalismo es hegemónico, tectónico. El PNV se refuerza aún más y Bildu supera la veintena. Hoy al PNV le interesa seguir con los socialistas, al menos mientras en Madrid gobierne alguien dadivoso con ellos y Euskadi, Sánchez, que necesita más que a nadie al PNV.
Concurrían los populares con Ciudadanos, lo intentaron en Galicia desde Madrid, pero acertó Feijóo, que en las tierras galaicas la política es otra cosa, y no todo significa que 2+2 sea igual a 4, sino que puede incluso restar. Lo hemos dicho muchas veces: ni Vox ni Ciudadanos obtendrían nada y menos sumar votos a Feijoo. Tampoco quitárselos. No quieren entender nada las cúpulas de Madrid, y menos llegar a Galicia y provocar y jugar a ser víctimas. Y en Euskadi, los populares han sido un nuevo fracaso, el tercero de Casado, que aquí sí se equivocó en las tres ocasiones y más defenestrando indirectamente a Alonso.
¿Se ha votado contra la gestión pandémica de Sánchez en Galicia y en el País Vasco? ¿han sumado o han restado sus candidatos? ¿A quién ha favorecido la desmovilización en Euskadi? Al nacionalismo. La respuesta siempre es la misma. Otra cosa es que bambolee entre nacionalismo conservador y abertzale.
Los socialistas vascos se desgatan. ¿Y Podemos? Una caída previsible, sin espejismos. No hay discurso en Galicia. Esta vuelve a lo clásico, a los tres partidos: PP, PSG y BNG. Fulgurante subida del Bloque, vuelve a los tiempos de Beiras y del bipartito, tras la travesía rota de las Mareas podemitas, que fueron pero no serán. Gana Núñez Feijóo, una mayoría absoluta excepcional. La cuarta, la mejor, la que deja sin embargo la mayor dosis de responsabilidad y en la que tiene que dar lo mejor de sí mismo y formar un Gobierno a la altura de un momento excepcional y durísimo.
Abel Veiga es profesor de Derecho en Icade
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